¿Viviendo el experimento o experimentando la vida?


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por Juan José Berger

Haciendo una breve revisión del trabajo de Marres, en su artículo titulado “Experiment: The experiment in living”, lo primero que pude notar es la relación que establece con un tipo de conocimiento, que sería el conocimiento experiencial, el conocimiento que proviene de ámbitos más allá de lo formalmente científico. Este conocimiento es el que está, desde mi perspectiva, más allá del laboratorio o – si se quiere usar una expresión más plástica -del conocimiento que laboratoriza la vida. La autora, siguiendo una tradición de estudios sociales de la ciencia, sostiene que el conocimiento científico debe cada vez más considerar la experiencia y la producción de conocimiento que disponen otros actores (amateurs, aficionados, usuarios, etc.), que colaboran, a partir de sus necesidades prácticas y cotidianas, con el proceso de monitoreo y levantamiento de información o datos relevantes al caso. Dicho en otras palabras, la autora trata de mostrar que no son los “laboratorios” los que disponen el patrimonio de lo que es verdad y falso, racional e irracional, y cada vez más los muros del laboratorio se extienden para entender la sociedad como un gran “laboratorio” donde múltiples públicos concernidos son capaces de generar formas de expertise.

La premisa es que la capacidad de generar conocimientos se distribuye y extiende hacia múltiples sitios y espacios; volviendo mucho más por la separación entre experto / no experto. En el fondo, propone una agenda que consiste en relativizar los espacios de la investigación, ampliando esta práctica de indagación a los métodos que pueden desarrollar los actores conviviendo con los hechos sociales en su vida cotidiana.

Expertus potest credere

(“El que tiene la experiencia puede afirmar” nte.)

 

La autora, en un gesto provocativo, propone “sabotear” la separación canónica entre dos factores que en general se tienden a distanciar: la experimentación y la vida cotidiana.  Esto no debe entenderse como una propuesta de corte teórico, sino que más bien es la puerta de entrada a una teoría de rango medio, que permite levantar información desde una perspectiva colaborativa y que reconoce el valor de otros actores habitualmente marginados en la producción de conocimiento legítimo. Este desplazamiento epistémico implica considerar otras ontologías y modos de existencia del conocimiento, donde dimensiones sensibles y prácticas son simétricamente consideradas con dimensiones abstractas y teóricas. Marres nos recuerda que, desde algún punto histórico, el experto dedicado a las ciencias tenía una relación más cotidiana con el conocimiento práctico y el “público” interiorizaba su utilidad en la cotidianeidad. Las experimentaciones se hacían en casas de privados, donde se invitaban a testigos a presenciar los métodos y protocolos utilizados para “hacer hablar” determinado fenómeno.

Esto resulta sumamente relevante a la hora de plantearse los desafíos del conocimiento en el siglo XXI y en el caso de seguimiento de nociones y prácticas que sean pertinentes para la vida cotidiana y para la experimentación.  Un ejemplo de esto sería considerar los sujetos de investigación o lo que es investigado (un soporte tecnológico) como auténticos “cómplices” dentro de esta indagación, como co-investigadores capacitados para generar un conocimiento tan valioso como el del diseñador, sociólogo o ingeniero.

Pero, ¿cómo incorporar estos conocimientos dentro del conocimiento formal o científico?

El caso abordado tiene que ver con efectos de una investigación que se plantea el estudio de la habitabilidad de los espacios urbanos públicos y privados. Muestra cómo el equipo de investigación académico ya no cuenta con toda la responsabilidad de la generación del conocimiento, sino más bien se encuentra redistribuido en sinnúmero de actores.

A partir de este caso, resulta legítimo plantearse sobre las contribuciones de parte de los usuarios y co-responsables de una investigación, ¿con qué tipo de conocimiento nos pueden aportar usuarios o interventores de la realidad social/cultural? Según Marres, con datos y con interpretaciones que tienen los mismos usuarios de esos datos y de sus motivaciones. Estos tienden a desarrollar una etnometodología, un conocimiento de los métodos y actividades a veces mucho más minucioso que el que pueden desarrollar los así llamados expertos. Las personas enfrentadas a problemas concretos, afectadas por dificultades cotidianas, pueden transformarse en auténticos antropólogos de la vida cotidiana, conduciéndolos a justificar o levantar críticas que ensanchan el campo epistémico en juego. Como también pauperizan el conocimiento científico como tal, puesto que ponen en duda, al menos, la noción de vanguardia de generación del conocimiento. Esto complejiza la labor del investigador y cuestiona las prácticas como la institucionalidad de la producción científica.

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En este sentido, la relación cotidiana, práctica y sencilla que tienen los usuarios y técnicos da espacio para la prueba, el testeo y para el monitoreo sistemático, a niveles que antes no se habían considerado en términos metodológicos. Al respecto cabe mencionar, y se vuelve pertinente como forma de lectura del fenómeno y de intervención justificada en el espacio social, el concepto de iterabilidad en Derrida. Este consiste, reinterpretado por Ramos (2012), en una categoría de análisis y de interpretación de las ciencias en sus operaciones más esenciales; en la repetición de procedimientos buscando una respuesta distinta y una vuelta a revisar hipótesis y procedimientos. Sintéticamente, es la interpretación del conocimiento científico de lo que en lenguaje común se conoce como “ensayo y error”, y como antecedente de la forma de crear conocimiento. Esto da pie para que los que son parte de un espacio y, ya no solamente el investigador, puedan iterar y probar en la misma experiencia una modalidad distinta de intervenir(se). Por lo mismo, pueden ser partícipes en el registro y en la modalidad del registro de diferentes datos que sean pertinentes.

¿Entonces, quién o quiénes son los responsables de este conocimiento co-creado?

Relevancias y rendimientos en el marco de las Smart Cities

 

Habiendo hecho las asociaciones anteriores, la pregunta que emerge en el contexto de esta investigación es, ¿de qué y para qué nos sirve el aporte de Marres en el contexto de las Smart Cities?

Self-tracking:

Marres señala un número importante de ejemplos en que se ha utilizado esta “lógica colaborativa”, donde entran a participar diversos soportes tecnológicos (como aplicaciones de dispositivos móviles y arduinos o incluso robots), como también son parte de la pesquisa los mismos usuarios o públicos intervenidos (como en el caso del arte urbano). La propuesta es post-humanista, en el sentido de que considera a todos los actores, humanos y no-humanos, sujetos de la investigación y ya no solamente un instrumento de investigación sino que parte de la misma. Se han convertido en “performadores” de ella.

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En este sentido, época contemporánea, en donde la emergencia de dispositivos, de tecnologías, de intervenciones artísticas y del interés de los usuarios por la automedición (ya sea de cuánto recorren en bicicleta en un tiempo o cuántas calorías consumen a diario) supone una ocasión para una revolución del conocimiento. Por lo mismo, se posiciona para generar una propuesta de valor de conocimiento y de rescate de datos que podría ser considerada “perdida” o “no relevante”, desde otra perspectiva. Y también de esta manera considera la incorporación de lo no-humano en el proceso de investigación. Componentes socio-técnicos de los cuales nunca hemos estado ajenos pero que sí son una de las interfaces con las cuales nos relacionamos cotidianamente.

Esta modalidad, o dirección si se quiere, otorga al sujeto o unidad de análisis, un poder interesante a la hora de realizar investigación social; que el conocimiento que se genere tenga una relación de tiempo, trabajo y en diálogo con su vida individual. De forma tal que propone una forma interesante de generación de conocimiento entramado en una red que va más allá de los expertos y que debe ser traducido por el mismo experto con tal de dar claves para detectar asociaciones que pueden no ser vistas desde los códigos académicos.

Urban Hacking

Desde esto, el Urban Hacking o la edición del usuario a distintos dispositivos, es un fenómeno muy interesante de observar a partir de los aportes de Marres.  Esto porque nos permite “peguntarle” al espacio intervenido de maneras más creativas. Así, los registros generados por una cámara de seguridad dejan de servir solamente para la vigilancia y el ejercicio de la governance. O también, las marcas de skate en una plaza dejan de simbolizar una rebeldía para dar pie a una manifestación de lo que el usuario espera del espacio urbano. Las aplicaciones pasan a ser una representación de lo que un usuario busca en una ciudad llena de ofertas de entretenimiento o de cómo encontrar un producto que espera.

Por lo tanto, si también vinculamos, aunque no solamente, al espacio urbano la emergencia y la utilización masificada de nuevas tecnologías que integran internet (podemos reunir esta información con el permiso de autoridades, empresas, usuarios u organizaciones interventoras o atingentes) nuevamente vemos cómo el proceso de la investigación se da por entramarse en una modalidad con suportes y sujetos. Por lo mismo, nos podemos acercar a los interventores y preguntarles o pedirles distintas informaciones a través de cada vez más creativos métodos de registro de cosas de interés.

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Finalmente veo cómo la ciudad ya no es un solo un espacio que se mide y se pesa, sino que está vivo y en movimiento para ser cuestionado, preguntado e intervenido por las preguntas de una investigación en proceso. Al mismo tiempo que son estresadas concepciones sobre lo que es y lo que debiera ser una ciudad o la Smart City, desde distintos actores y partícipes de un mismo espacio urbano en continua co-construcción. Lo que, a su vez, plantea desafíos en el campo de la propiedad, esto observado como un concepto que se moviliza de manera nueva, ya sea desde donde comienza la investigación como desde donde termina la vida privada de los diversos co-investigadores. Nuevamente las fronteras de lo político emergente como factor de la realidad social que deben ser tomado en cuenta y que incluye otra episteme que enriquece la discusión y a su vez la complejiza y problematiza la solución. Por lo que podemos pensar las Smart Cities en un horizonte más cercano a las heterotopias, como nociones en continuo conflicto en donde los distintos factores y actores que componen la realidad social se encuentran, conviven, colisionan y/o se potencian. La pregunta será ¿Cómo se pueden pensar los límites dentro de las democracias occidentales? ¿Cuáles son los límites de la necesidad de monitoreo para la generación de conocimiento, en términos éticos y políticos?

Conclusiones

En síntesis, podemos rescatar que la propuesta de Marres tiene una relevancia importante en el campo de las ciencias sociales, de la investigación y en el campo del monitoreo, así como del diseño de tecnologías. Esto, porque:

  1. Reconoce un protagonismo del usuario vinculado a los problemas sociales distinto que el investigador, tiene una relación práctica que debe ser rescatada y considerada dentro de la investigación.
  2. La práctica de la auto-medición da el espacio al investigador de generar una colaboración por parte del usuario de las tecnologías o de quien interviene el espacio como un aporte en la generación de métricas. Como también alguien que puede vincular elementos que no son vistos como parte de lo mismo para el investigador.
  3. Crea toda una red de investigadores que amplía la posibilidad de recolección de conocimiento y deja al investigador la labor de la síntesis y de interpretación de las implicancias del conocimiento generado. Esto supone una subordinación del investigador a los nuevos métodos y a la misma red de investigación y lo somete a implicarse en una red y a depender. Lo que genera nuevos desafíos para la investigación.

Esperamos que reflexiones como esta den pie para generar investigaciones más entramadas, o más conscientes de lo entramadas que están, de las tecnologías y de los usuarios e intervenidos y de las implicancias que tienen estas para el futuro de los espacios intervenidos como de los espacios y sujetos investigados.

Sin duda alguna lo que pretende esta revisión es, también, reflexionar sobre las implicancias para la vida cotidiana de los investigadores dentro de un espacio vagamente delimitado.  Es, en este sentido, que sabemos que plantea dudas y cuestionamientos políticos de alta complejidad, que traen a la discusión las labores y las decisiones políticas y éticas que se deben tomar en cuenta cuando uno reinscribe en una investigación o en un seguimiento a actores que son a la vez investigadores y sujetos de la misma.

Bibliografía:

 

  • Derrida, Jacques (1988), Limited Inc, Evanston, IL.: Northwestern University Press
  • Latour, Bruno. (1979) La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos, Madrid, Alianza.
  • Ramos, Claudio (2012). “Investigación científica y performatividad social. El caso del PNUD en Chile”. En Tomás Ariztía (ed.) Produciendo lo social: usos de las ciencias sociales en el Chile reciente. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Diego Portales.
  • Marres, Noortje (2012) Experiment: The experiment in living. En: Inventive Methods: The Happening of the Social. Celia Lury and Nina Wakeford. London: Routledge.