Author Archives: Martín Tironi

  1. Futuros Digitales en HafenCity Universität Hamburg 

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    El profesor Martin Tironi fue invitado a participar de la serie de charlas en torno a los Futuros Urbanos Digitales organizado por la HafenCity Universität Hamburg (HCU).

    En la instancia, Tironi presentará “Notes for a pluriversity of digital cities: Critical and speculative agenda of Smart City”, donde proporcionará algunos elementos teóricos y empíricos para desarrollar una agenda decolonial sobre los procesos de datificación urbana. Con base en la realidad de Chile, abordará las implicancias de la expansión de los territorios e infraestructuras digitales, interrogando la naturaleza de los imaginarios y futuros que se extienden por medio del mandato smart.

    _5 de mayo
    _17.00 UCT+2

  2. Cacharreos documentales: Etnografía y co-producción de conocimientos

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    Cacharreos documentales: Etnografía y co-producción de conocimientos

    La figura de la experimentación parece haber capturado irremediablemente la imaginación etnográfica desde hace dos décadas. En esta presentación quisiera revisitar diferentes trabajos que en antropología han venido reflexionando sobre las transformaciones en los modos de practicar y llevar a cabo trabajo y relatos de campo en numerosos sitios de la contemporaneidad. A partir de algunos casos de mi trabajo etnográfico reciente, quisiera prestar especial atención a aquellos procesos en los que la etnografía tiene lugar a través de intervenciones sociales y materiales que convierten el campo en un lugar para las colaboraciones epistémicas. A través de éstas y, sobre todo, en su despliegue a través de lo que podríamos llamar ‘dispositivos de campo’ la etnografía puede convertirse en un espacio donde las contrapartes etnográficas participan en la construcción conjunta de problematizaciones antropológicas. En esas situaciones, los tropos tradicionales del encuentro etnográfico (por ejemplo, la inmersión o la distancia) dan paso a un relato centrado en la intervención, donde la estética de la colaboración en la producción de conocimiento sustituye o se híbrida con distintas formas de observación participante. Partiendo de todas estas reflexiones, el concepto de ‘colaboraciones experimentales’ se propone para describir y conceptualizar la singularidad de esta modalidad etnográfica.

    Tomás Sanchez Criado

    es Senior Researcher en el grupo de investigación Infrastructures and Participation del Munich Center for Technology in Society y el Departamento de Arquitectura (TU Munich). Antropólogo de la ciencia y la tecnología. Investiga la creación y transformación colaborativa de las infraestructuras del cuidado personal y urbano; en particular, sobre las democratizaciones operadas en su diseño, mantenimiento e implementación por diferentes movilizaciones activistas experimentando en torno a la vida independiente y la accesibilidad. Más información: www.tscriado.org

    Fecha; 14 de diciembre 19.00 hrs.

    Lugar: Sala Lámpara, Edificio de Diseño, Campus Lo Contador, El comendador 1916, Providencia

    [gview file=”http://www.plataformasdt.cl/cms/wp-content/uploads/2016/11/Invotación_-cacharreos-documentales_TSC.pdf”]cacharreos-documentales-5

  3. LA VIDA INVISIBLE DEL OBJETO DE ARTE: Mantención y Reparación como práctica política

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    El pasado Viernes 4 de Noviembre se realizó el la Galeria NAC el conversatorio en torno a las prácticas de cuidado y mantención en nuestra sociedad.

    La presencia de un grupo interdisciplinario de personas,  se generó un diálogo amplio sobre las implicancias éticas de estas formas de involucramiento con el mundo socio-material, en campos variados como el arte, la ciudad, los afectos, las tecnologçias, etc.

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    Se discutió la importancia primordial que tiene la reparación en la constitución de todo orden social. Mantener (objetos, hogares, ciudades, relaciones, tradiciones, afectos, confianzas) es una forma de restauración de las condiciones de perdurabilidad del mundo.  No hay mundo habitable sin objetos que persisten, sin una permanente reinstauración de sus propiedades históricas, materiales y simbólicas. Adquirir el arte del cuidado es una forma de “toma de conciencia” respecto a un mundo que no solamente se tiene que construir y proyectar, sino también mantener y sostener.

    No obstante esto, se habló que el trabajo de mantención y cuidado constituye en nuestros dias una actividad que recibe un estatus ‘inferior’ en nuestra sociedad; se lo percibe como el “trabajo sucio” en una sociedad que tiende vanagloriar más que nunca la innovación y la creación permanente. En un momento dominado por el hiper-consumo y la ligereza es dominante, se nos dice que la mantención no ‘fabrica’ nada, no agrega valor al mundo. O dicho en otro términos, la mantención no forma parte de lo que hoy gusta llamar “clase creativa”.

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    Estas características contribuyen a que estas labores de mantención y reparación se desplieguen de forma silenciosa e invisibles, y se borran a ojos de los usuarios. Es más, actualmente es cada vez menos probable que mantengamos o reparemos lo que usamos. Los proceso de producción de objetos resultan cada vez más complejos y difíciles de reparar. Esto lleva a que los usuarios adoptemos un rol cada vez más pasivo con respecto a los objetos que usamos, perdiendo la posibilidad de involucramiento con la vulnerabilidad y el desarrollo de una ética del cuidado.

     

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    La presentación de Fernando Domínguez Rubio, en base a una etnografía realizada en el Museum of Modern Art (MoMA) en Nueva York, mostró las ecologías del cuidado que se deben desarrollar para mantener con vida este Museo, definido por el autor como una máquima de “generación de eternidades”. Mostró – por ejemplo – lo que necesita la MONA LISA -como objeto de arte – para mantener su identidad durante más de 500 años. Finalmente, propuso la necesidad tomarse en serio la temporalidad y fragilidad de los órdenes de la materia que se estudian. Si bien es cierto que hay cosas no necesitan museos para mantenerse, lo cierto es que la mayoría de las cosas si necesitan algún tipo de contención y mantenimiento para mantenerse trabajando como un tipo particular de objeto.

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    José López por su parte, ofreció transportarse a esos lugares invisibles del Tate Modern en Londres, explicando los diferentes desafíos epistemológicos y técnicos que se debe enfrentar en la labor de restaurar la intensión de un artista en una determinada obra de Arte. Mostró que restaurar no sólo es un asunto material, sino también simbólico y afectivo, que compromete el cuerpo y conocimientos variados. Por otra parte, Pablo Hermansen enfatizo la importancia y desafío que enfrentan las ciencias sociales a la hora de abordar estos temas vinculados a la fragilidad, normalmente dejados al margen por su carácter naturalizado en nuestra sociedad. Finalmente, Martin Tironi hizo foco en la relación entre poder y reparación, así como en las posibilidades de involucramiento y responsabilización política que ofrecen las prácticas de reparación y mantención.

     

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  4. CALL FOR PAPERS: DESIGN AND POLITICS

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    obra
    DISEÑA
    Diseña Magazine of Pontificia Universidad de Chile’s School of Design
    is pleased to announce the call for papers for issue # 11  of this publication
    on the subject “Design and Politics”.
    DESIGN AND POLITICS
    CALL FOR PAPERS

    The political role that design plays in the construction of our socio-material environments represents an epistemological and methodological challenge which, in the last four decades, continues to grow, becoming more and more complex. In fact, as design, as a way of approaching and transforming the world, is applied to cities, genes, landscapes, policies, collectives, technology and services, among others (Mau, 2005; Latour, 2008; Manzini, 2015), it has become urgent to reflect on its ethical and political impact in the construction of a cohabited world (Anusas & Ingold, 2013; Sloterdijk, 2014; Galloway, 2014). Designing, understood as verb and practical operation, perceptively synthesizes ideas and values, meanings and imaginaries, operating as a diagrammer of political-moral wills, exerting an inescapable performative role over the behaviors of its intended audiences and our environments (Yaneva, 2009; Wilkie, 2014; Domínguez Rubio & Fogué, 2014). Design is experimenting with the potentiality of looking beyond the restrictive boundaries that were originally imposed on it, expanding its reach and influence to diverse fields of knowledge.

    This scenario poses the need for a political questioning of design. Beyond its functional and problem solving capabilities, our call is to interrogate and dynamize processes of investigation and deliberation, reflection and action, experimentation and political debate. Instead of clinging to a search for closed solutions or to enact situations with compatible users for a given product, there has been insistent calls, from different sensitivities and methods, to design’s capability of exploring new scenarios, to provoke friction and question the state of things. Take for instance DiSalvo’s adversarial design (2012), inspired in the agonistic democracy of Belgian philosopher Chantal Mouffe. DiSalvo (2012), proposes using design as a medium to create friction spaces that may contribute to expand democracy, to provide resources of confrontation between the plurality of points of view in our society. In this direction, the experimental and open nature of design with its iterative tools, like prototyping and visualization, have become a basis for the recent experiences and processes of cultural and political democratization, making visible new forms of construction of collectives and citizenships (Corsín Jimenéz, 2013; Manzini, 2015; Storni, 2015; Yaneva, 2015).

    Although there is a heterogeneous constellation of repertoires, experiences and knowledge that seek to apprehend or mobilize the political dimensions of design (Michael, 2012; Dunne & Rraby, 2013; DiSalvo, 2012; Yaneva, 2015 Tironi and Hermansen, 2016; Domínguez Rubio & Fogué, 2014; Galloway, 2014; Manzini 2015)1, there is a common denominator: all of them stress the need to reflect on the agencies and powers that design has, to produce political spaces, devices or events. The consensus emerges strongly that design has emancipated itself from its condition of mere functional trade —that is, an activity dedicated to the supervision of the aesthetic results of productive processes— to constitute a discipline that contributes value by means of the production of new socio-material worlds and scenarios. Given that the subject matter of design is not a merely aesthetic-decorative issue, but a political exercise that should be taken seriously  (Bennett, 2010), its activity is invested of a certain vitality and strength that liberates us, in some way, from the belief that things are immutable. Or in other words, it raises questions about the entities, materialities and agencies that could come to constitute the political, understood not as the possibility of a unified society or generalized consensus, but on the contrary, as a world open to multiple possible worlds (Domínguez Rubio & Fogué, 2014). Here, the political role of design goes beyond the ideology that it carries, and is related to how objects and materialities co-produce the social (Callon & Latour, 1981; Marres, 2015).

    Diseña Magazine making a broad call for the submission of articles that may contribute to deepen this debate. For this special issue, we encourage authors of diverse disciplines to submit contributions that may raise the debate on the socio-political qualities that design offers society, be it in its capability to make visible certain problems, broaden what is understood as political or intervene in “events” that we may call political (Wilkie, 2014; DiSalvo, 2012).

    Under the title “Design and Politics” we propose to gather a heterogeneity of repertoires, methods, approaches and knowledge from where we may delve deeper into these issues and expand our understanding of what we call politics. Our interest is to open the debate and establish new crossings that may challenge the conventional statements about design, incorporating as a reflexive axis the multiple socio-political manifestations of this practice. We seek creative research and approaches that allow us to re-think and re-articulate the notion of politics, addressing at the same time the historical circumstances previously described.

    This issue will feature an unpublished text in Spanish by Belgian philosopher and politologist Chantal Mouffe, in which she makes a critical reflection on the political consequences of artist Alfredo Jaar’s work. Addressing some of his works, the text makes a reconstruction of the complex relation between art and politics, which vitalizes and sets in motion Jaar’s work, specifying the operations of disarticulation that he establishes and describes the compromise of the artist as an “aesthetics of denunciation and resistance”.

    1. Examples of this diversity are Speculative Design (Dunne & Rraby, 2013; Michael, 2012);  Adversarial Design (DiSalvo, 2012); Cosmopolitical Design (Latour & Weibel, 2005; Yaneva, 2015; Tironi and Hermansen, 2016; Galloway, 2014); and Collaborative and Service Design (Manzini, 2015).

    Thank you for your interest and collaboration.

    Please receive my warmest regards,

    MARÍA XIMENA ULINARRI L.
    Director, DISEÑA Magazine. Designer _ B. A. in Aesthetics, Pontifica Universidad Católica de Chile _ Master in Communication and Education, Pontificia Universidad Católica de Chile and Universidad Autónoma de Barcelona Director, Diseña magazine.

    e-mail: ximenaulibarrilorenzini@gmail.com
    MARTÍN TIRONI
    Associate editor Diseña Magazine # 11
    e-mail: martintironi@gmail.com
    https://uc-cl.academia.edu/MartinTironi
    —————-

    INFORMATION

    Deadline for submittal f contributions: Monday January 16th, 2017

    All works received will be evaluated firstly by the associate editor for the current issue, the director of the magazine and the general editor of the publication. Then, if applicable, by external reviewers that will evaluate their relevance, originality and the quality of the writing and pertinence of the bibliography.

    The authors will receive the result of the evaluation.

     BASIC NORMS

    • All authors must read the authors guide available at www.revistadisena.com.
    • Articles submitted must be original and unpublished and of sole responsibility of the author.
    • Submissions must be maximum 3,500 words in length. Authors must provide an abstract 100 words maximum length and include five key words.
    • All formal aspects of the manuscript must comply with norms in the third edition in Spanish (Corresponding to the sixth edition in English) of the American Psychological Association (APA) Publication Manual
    • At the bottom of the article, a list of references with all bibliographic data ordered according to APA style norms must be included.
    • The authors must include a brief personal outline indicating academic degrees, post degrees, publications and awards.
    • Images are of the sole responsibility of the writer of the article and must have the corresponding authorization of their author for publication. All images must be numbered. Images must be described in corresponding footnotes explaining briefly which arguments included in the article are illustrated in them. If the image is about a design project or work, the author must add, along with the above mentioned, the names of the author and the project or work, the date of creation and the credits of the image.
    • The images (or renders) must be in a minimum resolution of 300 dpi in the format used: 23 cm (maximum) and 10 cm (minimum)
    • Given the importance that graphic design has for this publication, Diseña Magazine often produces its own photographic material on site and in studio. All visual material is checked to assure the quality and definition that each edition aims to achieve.
    • Please submit your proposal to the following e-mail: revistadisena@uc.cl

    REFERENCIAS
    ANUSAS, M., & INGOLD, T. (2013). Designing environmental relations: from opacity to textility. Design Issues, 4, 58-69.

    BENNETT, J. (2010). Vibrant Matter: A Political Ecology of Things. Durham: Duke University Press.

    CALLON, M., & LATOUR, B. (1981). Unscrewing the big Leviathan: how actors macro-structure reality and how sociologists help them to do so. Advances in social theory and methodology: Toward an integration of micro-and macro-sociologies, 277-303.

    CORSÍN JIMENÉZ, A. (2013). The prototype: More than many and less than one. Journal of Cultural Economy, 7(4), 381-398.

    DISALVO, C. (2012). Adversarial Design. Cambridge, MA: The MIT Press.

    DOMÍNGUEZ RUBIO, F., & FOGUÉ, U. (2014). Unfolding the political capacities of design. En A. Yaneva, & A. Zaera (Eds.), What is Cosmopolitical Design?: Design, nature and the built environment (págs. 143-160). London: Ashgate.

    LATOUR, B. (2008). A cautious Prometheus? A few steps toward a philosophy of design (with special attention to Peter Sloterdijk). Keynote lecture for the Networks of Design meeting of the Design History Society, 3 de setiembre de 2008. Falmouth, Cornwall.

    LATOUR B and WEIBEL P (eds) (2005) Making Things Public: Atmospheres of Democracy. Cambridge, MA: The MIT Press.

    MANZINI, E. (2015). Design, when everybody designs: An introduction to design for social innovation. Cambridge, MA: MIT Press.

    MARRES, N. (2015). Material participation: technology, the environment and everyday publics. Springer.

    MOUFFE, C. (2013).  Agonistics: Thinking the World Politically. London: Verso

    MAU, B. (2005). Massive Change. Nueva York: Phaidon.

    SLOTERDIJK, P. (2014). Globes. Spheres Volume II: macrospherology. Los Angeles: Semiotext (e).

    STORNI, C. (2015). Notes on ANT for designers: ontological, methodological and epistemological turn in collaborative design. CoDesign, 11(3-4), 166-178.

    WILKIE, A. (2014). Prototyping as Event: Designing the Future of Obesity. Journal of Cultural Economy, 7(4), 476-492.

    YANEVA, A., & Zaera-Polo, A. (Eds.). (2015). What Is Cosmopolitical Design? Design, Nature and the Built Environment. Ashgate Publishing, Ltd..

    YANEVA, A. (2009). Making the social hold: Towards an Actor-network theory of design. Design and Culture, 1(3), 273-288.

     

    DISEÑA

     

    Revista Diseña de la Escuela de Diseño de la Pontifcia Universidad Católica de Chile, tiene el agrado de anunciar la convocatoria a presentación de trabajos para el número 11 de la publicación sobre el tema “Diseño y Política”.

    DISEÑO Y POLÍTICA

    CONVOCATORIA

    El rol político que juega el diseño en la construcción de nuestros entornos socio-materiales representa un desafío epistemológico y metodológico que, en las últimas cuatro décadas, no ha cesado de crecer y com- plejizarse. En la medida que el diseño, como forma de aproximación y transformación del mundo, se aplica a ciudades, genes, paisajes, políticas, colectivos, chips y servicios, entre otros (Mau, 2005; Latour, 2008; Man- zini, 2015), es urgente reflexionar sobre su impacto ético y político en la construcción del mundo co-habitado (Anusas & Ingold, 2013; Sloterdijk, 2014; Galloway, 2014). Diseñar, como verbo y operación práctica, sintetiza perceptiblemente idearios y valores, significados e imaginarios, operando como diagramador de voluntades político-morales, ejerciendo un rol performativo ineludible sobre los comportamientos de sus destinatarios y nuestros entornos (Yaneva, 2009; Wilkie, 2014; Domínguez Rubio & Fogué, 2014). El diseño está experimen- tando la potencialidad de mirar más allá de los límites restrictivos que le fueron tradicionalmente otorga- dos, expandiendo su alcance e influencia en diversos campos del saber.

    En este escenario se planeta la necesidad de interrogar políticamente al diseño. Más allá de sus capacidades funcionales y resolutivas (problem solving), nuestro llamado es a interpelar y dinamizar procesos de indaga- ción y deliberación, reflexión y acción, experimentación y debate político. En lugar de abocarse a la búsqueda de soluciones cerradas o a producir situaciones con usuarios compatibles para un determinado producto, se ha insistido, desde diferentes sensibilidades y métodos, en la capacidad del diseño para explorar nuevos escenarios, para friccionar y cuestionar el estado de las cosas. Por ejemplo, el adversarial design de DiSalvo (2012), inspirado en la democracia agonística de la filósofa Belga Chantal Mouffe. DiSalvo (2012), se propone utilizar el diseño como un medio para crear espacios de fricción que contribuyan a profundizar la democra- cia, proveer recursos de confrontación entre la pluralidad de puntos en nuestra sociedad. En esta dirección, las cualidades experimentales y abiertas del diseño y sus herramientas iterativas, como el prototipo y la visualización, se han convertido en un sustrato para las recientes experiencias y procesos de democratización cultural y política, visibilizando nuevas formas de construcción de colectivos y ciudadanías (Corsín Jimenéz, 2013; Manzini, 2015; Storni, 2015; Yaneva, 2015).

    Si bien existe una constelación heterogénea de repertorios, experiencias y saberes que buscan aprehender o movilizar las dimensiones políticas del diseño (Michael, 2012; Dunne & Rraby, 2013; DiSalvo, 2012; Yaneva, 2015 Tironi and Hermansen, 2016; Domínguez Rubio & Fogué, 2014; Galloway, 2014; Manzini 2015)1, existe un denominador común: todos destacan la necesidad de reflexionar sobre las agencias y potencias que tiene el diseño para confeccionar espacios, dispositivos o eventos políticos. Con fuerza, emerge el consenso respecto

    1 Ejemplos de esta diversidad son el Speculative Design (Dunne & Rraby, 2013; Michael, 2012); el Adversarial Design (DiSalvo, 2012); el Diseño Cosmopolítico (Latour & Weibel, 2005; Yaneva, 2015; Tironi and Hermansen, 2016; Galloway, 2014); y el Diseño Colabora- tivo y de Servicios (Manzini, 2015).

    a que el diseño se ha emancipado de su condición de mero oficio funcional —es decir, actividad abocada a la supervisión de los resultados estéticos de procesos productivos— para pasar a constituir una disciplina que aporta valor mediante la producción de nuevos mundos y escenarios socio-materiales. Dado que la materia del diseño no es un asunto meramente estético-decorativo, sino un ejercicio político a tomar en serio (Bennett, 2010), su actividad está investida de cierta vitalidad y fuerza que nos libera, de cierta manera, de la condena de tener que pensar que las cosas son como son. O, en otras palabras, levanta interrogantes sobre las entidades, materialidades y agencias que podrían llegar a componer la política, entendiendo este término no como la posibilidad de una sociedad unificada o un consenso generalizado, sino por el contrario, como un mundo abiertos a múltiples mundos posibles (Domínguez Rubio & Fogué, 2014) Aquí el rol político del diseño va más allá de la idolología que porta, y se relaciona a cómo los objetos y las materialidades co-producen lo social (Callon & Latour, 1981; Marres, 2015).

    La Revista Diseña hace un llamado amplio a enviar artículos que contribuyan a profundizar en este debate. Para este número especial, alentamos a autores de diversas disciplinas a enviar contribuciones que pongan en discusión las cualidades socio-políticas que ofrece el diseño en la sociedad, ya sea en su capacidad de visibilizar ciertos problemas, ampliar lo que se entiende por político o intervenir en “eventos” que podríamos llamar políticos (Wilkie, 2014; DiSalvo, 2012).

    Bajo el nombre “Diseño y Política” nos proponemos encontrar una heterogeneidad de repertorios, métodos, miradas y saberes desde los cuales profundizar estas temáticas y expandir lo que entendemos por política. Nos interesa abrir el debate y establecer nuevos cruces que desafían los enunciados convencionales sobre el diseño, incorporando como eje reflexivo las múltiples manifestaciones socio-políticas de esta práctica. Buscamos investigaciones y aproximaciones creativas que permitan repensar y re-articular la noción de política y que, a su vez, que se hagan cargo de la coyuntura histórica antes descrita.

    Este número contará con un texto inédito en castellano de la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe, en el que reflexiona críticamente sobre las consecuencias políticas de la obra del artista Alfredo Jaar. Abordan- do algunos de sus trabajos, el texto hace una reconstrucción de la compleja relación entre arte y política, que vitaliza y pone en movimiento el trabajo de Jaar, especificando las operaciones de desarticulación que establece y describiendo el compromiso del artista como “estética de denuncia y resistencia”.

    Agradeciendo su interés y colaboración, reciba nuestros cordiales saludos.

    MARÍA XIMENA ULIBARRI L.
    Directora Revista DISEÑA
    Diseñadora _ Licenciada en Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile _ Magíster en Comunicación y Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Autónoma de Barcelona.

    MARTÍN TIRONI
    Editor Invitado Revista Diseña # 11
    https://uc-cl.academia.edu/MartinTironi

    ——————

    INFORMACIÓN

    Plazo de recepción de contribuciones: lunes 16 de enero de 2017.

    Los trabajos recibidos serán evaluados en primera instancia por el editor invitado del número, la directora de la revista y el editor general de la publicación. Luego, si procede, por revisores externos que evaluarán su relevancia, su originalidad, la calidad de la escritura y la pertinencia de la bibliografía.

    Los autores recibirán el resultado de la evaluación.

    NORMAS BÁSICAS

    • Los autores deben leer la guía para autores que se encuentra en www.revistadisena.com Los artículos enviados deben ser originales e inéditos y de exclusiva responsabilidad de su autor.
    • Las contribuciones deben tener un máximo de 3.500 palabras. Los autores deben redactar un resumen de 100 palabras máximo e incluir cinco palabras clave.
    • Todos los aspectos formales del manuscrito deben adherir a las normas de la tercera edición en español (correspondiente a la sexta edición en inglés) del Manual de Publicaciones de la American Psychological Association (APA).
    • A continuación del artículo deberá figurar la lista de referencias con todos los datos bibliográficos ordenados de acuerdo a las normas de estilo APA.
    • Los autores deben adjuntar una reseña personal breve que incorpore títulos, postítulos, publicaciones y reconocimientos.
    • Las imágenes son de responsabilidad de quien escribe el artículo y deberán contar con la autorización correspondiente de su autor. Todas las imágenes deberán estar numeradas. El pie de foto debe describir la imagen y explicar brevemente qué argumentos incluidos en el artículo la ilustra. Si la imagen alude a un proyecto de diseño u obra, el autor deberá agregar, junto con lo señalado anteriormente, los nombres del autor y del proyecto, la fecha de creación y los créditos de la imagen.
    • Las imágenes (o renders) deben tener una resolución mínima de 300 dpi en el formato que se utilice: 23 cm (máximo) y 10 cm (mínimo).
    • Dada la importancia que tiene la gráfica para la publicación, la revista realiza tomas fotográficas en terreno y estudio. Asimismo, la revista revisa las formas adecuadas para que el material visual posea la calidad y definición que cada edición persigue.

    REFERENCIAS

    ANUSAS, M., & INGOLD, T. (2013). Designing environmental relations: from opacity to textility. Design Issues, 4, 58-69.

    BENNETT, J. (2010). Vibrant Matter: A Political Ecology of Things. Durham: Duke University Press.

    CALLON, M., & LATOUR, B. (1981). Unscrewing the big Leviathan: how actors macro-structure reality and how sociologists help them to do so. Advances in social theory and methodology: Toward an integration of micro-and macro-sociologies, 277-303.

    CORSÍN JIMENÉZ, A. (2013). The prototype: More than many and less than one. Journal of Cultural Economy, 7(4), 381-398.

    DISALVO, C. (2012). Adversarial Design. Cambridge, MA: The MIT Press.

    DOMÍNGUEZ RUBIO, F., & FOGUÉ, U. (2014). Unfolding the political capacities of design. En A. Yaneva, & A. Zaera (Eds.), What is Cosmopolitical Design?: Design, nature and the built environment (págs. 143-160). London: Ashgate.

    LATOUR, B. (2008). A cautious Prometheus? A few steps toward a philosophy of design (with special attention to Peter Sloterdijk). Keynote lecture for the Networks of Design meeting of the Design History Society, 3 de setiembre de 2008. Falmouth, Cornwall.

    LATOUR B and WEIBEL P (eds) (2005) Making Things Public: Atmospheres of Democracy. Cambridge, MA: The MIT Press.

    MANZINI, E. (2015). Design, when everybody designs: An introduction to design for social innovation. Cambridge, MA: MIT Press.

    MARRES, N. (2015). Material participation: technology, the environment and everyday publics. Springer.

    MOUFFE, C. (2013).  Agonistics: Thinking the World Politically. London: Verso

    MAU, B. (2005). Massive Change. Nueva York: Phaidon.

    SLOTERDIJK, P. (2014). Globes. Spheres Volume II: macrospherology. Los Angeles: Semiotext (e).

    STORNI, C. (2015). Notes on ANT for designers: ontological, methodological and epistemological turn in collaborative design. CoDesign, 11(3-4), 166-178.

    WILKIE, A. (2014). Prototyping as Event: Designing the Future of Obesity. Journal of Cultural Economy, 7(4), 476-492.

    YANEVA, A., & Zaera-Polo, A. (Eds.). (2015). What Is Cosmopolitical Design? Design, Nature and the Built Environment. Ashgate Publishing, Ltd..

    YANEVA, A. (2009). Making the social hold: Towards an Actor-network theory of design. Design and Culture, 1(3), 273-288.

    [gview file=”http://www.plataformasdt.cl/cms/wp-content/uploads/2016/10/CALL-FOR-PAPERS_Design-Politics.pdf”]
  5. Workshop: Despliegue Politico desde la Banalidad: Especulacion y Prototipado de las Capacidades Poliiticas del Diseño.

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    Workshop Experimental

    Despliegue Político desde la Banalidad:
    Especulación y Prototipado de las Capacidades Políticas del Diseño.

    Organizan:

    Fernando Domínguez Rubio

    (Communication School, University of California, San Diego, USA).

    Martín Tironi – Pablo Hermansen – Tomás Vivanco

    (Escuela de Diseño, Pontificia Universidad Católica de Chile).

    Matías Valderrama

    (Escuela de Sociología, Pontificia Universidad Católica de Chile).

    El diseño, como forma de aproximación y transformación del mundo, impacta diferentes dominios de la vida social: espacios domésticos, paisajes urbanos, redes políticas, manifestaciones colectivas, modas, datos, servicios, entre muchos. Consecuentemente, es urgente reflexionar sobre su impacto en la construcción ética y política de un mundo co- habitado. Diseñar, como verbo y operación práctica, sintetiza idearios y valores, significados e imaginarios, ejerciendo un rol performativo ineludible sobre comportamientos y entornos. Así, cuando diseñamos articulamos ensamblajes heterogéneos, conformados de discursos y performances, ciencia y estética, oficio y ritualidad, texto y estrategia, tácticas y prototipado, serendipia e intuición. Esta multiplicidad de dimensiones permiten desafiar los alcances de la reflexión política tradicional, centrada en el verbo y circunscrita por sus límites conceptuales.

    Este workshop, en dialogo con el proyecto The Cabinet of Political Fictions (Fernando Domínguez Rubio y Uriel Fogué), buscara interrogar las capacidades políticas del diseño. Más allá de sus capacidades funcionales, queremos dinamizar procesos de indagación y experimentación política. Específicamente, se trabajará en torno a la temática del Despliegue Político desde la Banalidad, esto es, cómo lo ordinario y cotidiano de la vida tiene la potencia de desplegarse políticamente.

    Mediante una metodología de diseño especulativo y prototipado rápido, desarrollaremos tres ciclos iterativos de discusión, diseño y socialización no verbal, prestando especial atención al metabolismo y agencia de las cosas banales. Los prototipos creados en tríos de trabajo, se compartirán usando el método surrealista del Cadáver Exquisito.

    Con esto, nos proponemos precipitar el extrañamiento respecto de la agencia política de lo banal y ordinario, re-descubriendo, mediante la materialización rápida, la vitalidad política que subyace en los objetos cotidianos.

    Lectura previa solicitada: Domínguez Rubio, Fernando, and Uriel Fogué. 2014. “Unfolding the political capacities of design.” In What is Cosmopolitical Design? Londres: Ashgate.

    El registro audiovisual del Workshop será editado y publicado en la web. —

    Inscripciones e Informaciones: Cupos:
    Lugar: Diseño UC
    Fecha: 14:30 a 17:30

    Inscripción: diseno@uc.cl

    Financian:
    FONDECYT (No 11140042)
    VRI Organización de Reuniones Científicas y Seminarios (RS160066)

    Organizan:
    Martin Tironi & Pablo Hermansen Diseño UC

  6. Conferencia: Who cares about art?

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    En el marco del proyecto Fondecyt del docente de Diseño UC Martin Tironi (Nº 11140042) viene como invitado el 4 de noviembre a la Escuela de Diseño UC, Fernando Domínguez Rubio (UC San Diego, USA) quien en la ocasión participará de una serie de workshops (Design and political fictions) además de una conferencia abierta bajo el título Who cares about art?

    Quizá la forma más dominante de imaginar el museo de arte es aquella en la que el museo aparece como una colección de objetos suspendidos en un espacio sin tiempo. Objetos que—se nos dice—, nos ofrecen en su eterna pausa el correlato material de lo que fuimos, de lo que somos, e incluso de lo que tal vez seremos.

    El objetivo de esta charla será explorar el complejo entramado de discursos, arquitecturas, infraestructuras y prácticas que hace posible que estos pequeños desastres mantengan su legibilidad como “objetos de arte”. Para ello me basaré en un estudio etnográfico que llevé acabo tras las bambalinas del Museum of Modern Art in New York (MoMA) y que nos llevará por lugares desacostumbrados en nuestras narrativas, como el laborario de conservación o los almacenes del arte, en los que encontraremos una colección de figuras anónimas, como la del conservador, el catalogador o el preparador, que con su trabajo invisible hacen posible sostener el peculiar entramado de categorías de autoría, autenticidad, originalidad, etc. sobre el que se sustenta el funcionamiento de la máquina del arte contemporáneo.

    Lugar: Lugar: Salón Sergio Larraín, Campus Lo Contador UC, El comendador 1946

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  7. Nueva Publicación: El devenir de la identidad digital

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    Matías Valderrama (investigador del Fondecyt N°11140042 a cargo de Martín Tironi) ha publicado su investigación sobre el influjo de las tecnologías digitales sobre la representación de la identidad en Paakat, revista mexicana de Tecnologia y Sociedad.

    En el artículo, titulado, “El devenir de la identidad digital: del yo proteico al yo identificado” se analizan los cambiantes discursos que han rondado en la literatura en torno al impacto de los nuevos medios y tecnologías digitales en la conformación de nuestras identidades. Se destaca como en los años noventa se planteaba –ya sea desde un tecno-optimismo o un tecno-pesimismo- que con el ordenador e Internet íbamos a poder mostrarnos de una manera múltiple (más falsa o más libre), manifestar un yo online que no nos atreveríamos presentar offline por sus consecuencias. Sin embargo, tal promesa se vería contrastada según los discursos más contemporáneos ante los avances de las tecnologías de vigilancia y análisis de datos masivos que permitirían identificar a cualquier persona según sus rastros digitales. Nuestro yo digital diría mucho de quienes somos y reflejaría cosas que nosotros mismos no seríamos conscientes cuando sistemas de recomendación y buscadores nos rastrean nuestros gustos con gran precisión y se nos ofrece automáticamente personalizados anuncios. En el artículo se ofrece una mirada que busca matizar ambas visiones, intentando aterrizar los juicios de un cibernauta con una peligrosa libertad de representarse como le plazca, así como de una total identificación y predicción de quienes somos. De manera más profunda, se busca poner de relieve la cambiante construcción de la autenticidad del yo (ya sea offline u online) que subyace en devenir de visiones en torno a las tecnologías digitales.

  8. Nueva Publicación: Urbanisme militarisé et situation cosmopolitique.

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    Martin Tironi (responsable del Fondecyt N°11140042) y Matías Valderrama (investigador del mismo Fondecyt) publican su investigación sobre los Globos de vigilancia en Santiago  de Chile en la revista francesa Anthropologie des Connaissances

    Abstract

    A modern surveillance system was implemented in two of the wealthiest municipalities of Santiago de Chile in the form of high- flying aerostats equipped with high-resolution cameras remotely controlled. This system auto-defined as “smart” and initially designed for war and border control was brought by municipal entities to face “the war against crime” and “manage public space more efficiently”. However, it immediately generated a series of conflicts related to the profound violation of privacy and the excessive surveillance that such a device may imply in the city. This article describes the different and opposing tactics displayed by the actors involved in the controversy: on the one hand, the work of its representatives in order to unmilitarize and decontextualize the technology; on the other hand, the attempt of its opponents to remilitarize and repoliticize the technological artefact of surveillance. Along with this study, in situ maintenance and operating interventions of the surveillance aerostats are analyzed, as well as the way people coexist and deal with the devices, making them part of their daily lives and routines. Through the analysis of these dynamics, the article shows how this foreign surveillance technology adopts different degrees of operation and how as an actor it is enacted with various hints, visions and activities. + information

    Keywords: surveillance, military urbanism, controversies, panopticon, cosmopolitics.

  9. Nueva Publicación: Transformando la bicicleta en laboratorios móviles

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    Martin Tironi (responsable del Fondecyt N°11140042) y Matías Valderrama (investigador del mismo Fondecyt) publican su investigación sobre dispositivos inteligentes para bicicleta en el número especial de la Revista de Antropología Experimental dedicado al fenómeno de la bicicleta en las ciudades contemporáneas.

    En el artículo, titulado, “Transformando la bicicleta en laboratorios móviles: el caso de un self-tracking ciudadano para la ciudad de Santiago” analizan el proyecto bottom-up Stgo2020, basado en un dispositivo self-tracking llamado RUBI. Desde una enfoque teórico de los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad, el artículo busca abrir la caja “negra de este dispositivo”, investigando de manera etnográfica sus diferentes prototipos, programas, experimentaciones y decisiones inscritas en él. Se argumenta que el esfuerzo por laboratorizar y cuantificar la práctica afectiva y sensorial del andar en bicicleta en largas series de bits de información, se ve siempre limitada y sobrepasada por las resistencias sociomateriales que se generan en el ensamblado de dispositivos digitales, humanos y bicicletas.

  10. Conferencia 4S/EASST: Science and technology by other means

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    Los investigadores Martín Tironi, responsable del Fondecyt N°11140042, y Matías Valderrama participaran en la Conferencia Anual “Science and Technology by other means: Exploring Collectives, Spaces and Futures” a realizarse en la ciudad de Barcelona, entre el 31 de Agosto y el 3 de Septiembre. Dicha cita es organizada por la Asociación Europea del Estudio de Ciencia y Tecnología (EASST) y la Sociedad de Estudios Sociales de Ciencia (4S).

     En dicha instancia, los investigadores presentarán dos investigaciones desarrolladas en el marco del Fondecyt sobre Ciudades Inteligentes en Chile. Ambos casos de estudio buscan abordar, desde una perspectiva socio-técnica y etnográfica, los efectos y reconfiguraciones asociadas a la implementación de dispositivos “inteligentes” en la ecología urbana.

    Self-tracking de Bicicletas

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    La primera ponencia presentara en el track “Digital subjectivities in the global context: new technologies of the self” el caso del proyecto ciudadano ‘Stgo2020’.  Inspirado en el programa de las Smart Cities, el proyecto desarrolló un pequeño dispositivo de self-tracking denominado RUBI, rastreador urbano de bicicletas, que una vez instalado en la bicicleta va registrando de manera anónima y en tiempo real los recorridos por la ciudad realizados por el ciclista. A través de RUBI se ha mapeado en una nueva escala los desplazamientos efectivos de más de 100 ciclistas voluntarios, y se espera que con la data recopilada, las autoridades públicas puedan tomar decisiones más informadas sobre dónde ubicar la infraestructura ciclística.

     Adoptando perspectivas teóricas de los Science and technology studies (STS), el estudio buscó abrir la “caja negra” de este dispositivo de self-tracking, investigando en los diferentes prototipos, experimentaciones y decisiones inscritas en él, así como las variadas discontinuidades y resistencias que se generaron al insertar a RUBI en la bicicleta y vida cotidiana de los ciclistas. Para ello, realizamos reiteradas entrevistas con el creador de RUBI y con ciclistas usuarios del dispositivo así como de una revisión de documentos que componen la historia del aparato.

     En la ponencia se destacara cómo la práctica de self-tracking va transformándose en la evolución del dispositivo. Así como también se presentara que los esfuerzos por laboratorizar y cuantificar la práctica afectiva y sensorial del andar en bicicleta en largas series de bits de información, se ve siempre limitada y sobrepasada por las resistencias sociomateriales que se generan en el ensamblado de dispositivos digitales, humanos y bicicletas. Estos resultados darán cuenta de que las generalizaciones que rondan en la literatura en torno a estos dispositivos de self-tracking, ya sea alertándonos sobre una sobrevigilancia o un mayor auto-conocimiento mediante sus métricas, requieren ser examinadas en las prácticas concretas y materiales.

     De esta manera, este caso nos entrega ciertas luces sobre los así denominados proyectos Smart City para la movilidad sustentable, así como de los problemas  y respuestas que se revelan cuando la ciudad, los ciudadanos y las prácticas pasan a ser sensorizadas y cuantificadas en métricas y procesadas por diversos algoritmos.

    Globos de vigilancia

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    En el track “Stakeholder engagement in smart city (re-)development”, la segunda ponencia  indaga en un particular sistema de vigilancia que causó gran polémica en nuestro país. Bajo la justificación de una creciente sensación de inseguridad, los municipios de Las Condes y Lo Barnechea, dos de las comunas más ricas de Chile, implementaron un controversial dispositivo de vigilancia de globos aerostáticos con cámaras de última generación que podían observar una rango de 1.6 km, tanto de día como de noche. Los globos, ideado originalmente por un exmilitar de Israel para la guerra y el control fronterizo, se expanden para usos civiles y se vuelven atractivos para estos municipios que  buscaban soluciones tecnológicas para acabar con la “guerra contra la delincuencia”. Sin embargo, al poco andar de estos globos, se levantaron una serie de reclamos de vecinos, abogados y ONGs en rechazo de la medida, por la profunda invasión a la privacidad y sobrevigilancia que podrían implicar en la ciudad.

    El estudio abordó empíricamente los distintos discursos desplegados por los actores involucrados en la controversia, tanto a favor como en contra, así como las operaciones de mantención de este sistema de vigilancia y la familiarización de las personas que conviven cotidianamente con él. Para ello, se efectuaron entrevistas a actores relevantes de la controversia y se realizaron visitas a los lugares de operación de estos globos así como en los barrios colindantes.

    Por medio del análisis de estas dinámicas, en la ponencia se muestra cómo ésta tecnología foránea es sujeta a varios trabajos discursivos para ser des-militarizada y justificada por parte de los municipios. Sin embargo su carácter militar volvería a aparecer y sería profundamente criticado desde los grupos opositores. Pero de manera más profunda, se reflexiona en la multiplicidad de miradas que se manifiestan a la hora de hablar de la singular visión que ofrecerían estos globos. Ya sea comprendido como un dispositivo panóptico, oligóptico o una tecnología inteligente o de control, los alcances y limitaciones de la tecnología se vuelven objeto de disputa.  Más aún, se presta atención a que los discursos públicos esgrimidos en torno a esta tecnología no han prestado atención a las entidades y fuerzas no-humanas que no solo conviven con los globos sino que afectan y restringen su pretendida mirada. Ante las expectativas depositadas en estos globos, observando las prácticas de operación y mantención se revela una tecnología más experimental, llena de improvisación y que en ningún caso logra la pretendida transparencia de la ciudad.

  11. DRS2016: Aesthetics, Cosmopolitics and Design

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    Pablo Hermansen y Martín Tironi presentan su investigación sobre Animales, Prototipos y Diseño Cosmopolítico en la Conferencia DRS2016 desarrollando en UK.

    Abstract:
    This article presents an empirical reflection about the design of prototypes and the individualization of some animals at the National Zoo in Santiago, Chile. Using the material produced by design students, we describe how the process of prototyping
    contributes to singularize those animals, therefore becoming a cosmopolitical device. The environmental enrichment for chimpanzees case will demonstrate how prototyping displays a truly ontological vocation, establishing open processes of
    dialogue and experimentation. Its provisional, malleable and fragile nature turns the prototype into a locus for inquiry and exploration; its cosmopolitical qualities derived from its many forms of ontological diplomacy: instead of stabilizing properties, it
    constantly re-specifies its conditions for verification. Finally, we attempt to develop the thesis of the prototype as a cosmopolitical device and its implications on design research as well as a way to intervene the world.

     

     

  12. Nueva publicación: Inmaterial, Diseño, Arte y Sociedad.

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    Del Diseño Inteligente al Diseño Especulativo

    El artículo reflexiona sobre las posibilidades del diseño para expandir las formas de intervención e indagación de los problemas urbanos, generando espacios de colaboración, involucramiento y crítica. A partir del caso de urban hacking, el trabajo propone una conceptualización alternativa de la noción de urbanismo smart: en lugar de entender la ciudad como una entidad comercial que requiere más «inteligencia», mostramos que lo urbano aparece como un lugar poblado de formas heterogéneas de inteligencias y competencias movilizadas por los propios afectados, invitando a pensar en el diseño urbano a partir de las prácticas temporales y situadas de los sujetos. Por último y en continuidad con ciertas perspectivas contemporáneas sobre el diseño especulativo y sobre cómo la materialidad participa de lo político, el artículo pretende explorar un repertorio analítico para repensar la ecología de los espacios habitados a partir de métodos de intervención basados en prototipos temporales.

    Nuevos materialismos

     

    Más información: https://inmaterialdesign.com/index.php/mag/index

  13. Conferencia: Military urbanism and cosmopolitical situation. The case of surveillance aerostats in Santiago, Chile

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    Martín Tironi, reponsable del Fondecyt (Nº11140042), presentará el artículo “Military urbanism and cosmopolitical situation. The case of surveillance aerostats in Santiago, Chile” en el Congreso Internacional de Sociología a realizarse en Montreal entre el 4 y 8 julio 2016. El artículo forma parte de los resultados de su proyecto sobre Smart City.

     

  14. Avivando la ciudad: La discusión chilena en torno al concepto de Smart Cities

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    Por Matías Valderrama Barragán

    Querámoslo o no, en el último tiempo el concepto de Smart Cities ha agarrado fuerte tracción en nuestro país. Ya sea intentando no quedarse abajo de las tendencias empresariales internacionales o buscando la ansiada modernización digital, tanto entidades gubernamentales como el mundo de la innovación están invirtiendo grandes cantidades de dinero en iniciativas, “desafíos”, políticas, proyectos e infraestructuras tecno-sensitivas. Aquí pretendo aterrizar en cierta medida la discusión que ha suscitado este vago concepto en nuestro país, revisando columnas y publicaciones en torno a las Smart Cities y luego problematizarlo fundamentado en parte de la reciente literatura.

    Debate chilensis

    En Chile el concepto de las Smart Cities está motivando a diversos actores y materializándose en diferentes proyectos, aún de manera muy fragmentada. Por ejemplo las empresas energéticas Enersis y Chilectra inauguraron en 2014 el “primer prototipo de ciudad inteligente de Chile” en el acomodado sector de la ciudad empresarial. El proyecto en términos prácticos se centra en instalar una Smart Grid que permita gestionar de manera “inteligente” el consumo eléctrico de la zona, esperando aumentar la eficiencia del sistema y disminuir la contaminación y congestión. Diferentes empresas estan levantando proyectos en esta misma línea y han surgido diferentes “challenges” y “torneos” con considerables sumas de dinero a repartir para innovaciones que hagan más inteligente diferentes ciudades del país como en Valparaíso y Temuco.

    Desde el ámbito gubernamental, existen variadas iniciativas como las del Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones en su Unidad de Ciudades Inteligentes (UCI). Esta unidad declara perseguir un enfoque más integral y holístico del transporte, presentando un espíritu y lenguaje propio del mundo de la innovación. Por medio de la co-creación e instancias de participación colaborativa se buscaría de manera “tanto tecnológica como social, el mejorar la experiencia de la movilidad en nuestras ciudades”. Como desarrollan en profundidad en su estrategia, ante las múltiples visiones en torno al concepto declaran lo que NO sería una ciudad inteligente:

    Una ciudad inteligente, no es una aquella construida sólo por los gobiernos o las empresas; ni donde los problemas se resuelven solo con tecnologías; una ciudad centrada en bajar costos; o en que los sistemas que la componen no se interrelacionan: tampoco corresponde a una ciudad que carece de mecanismos de aprendizaje (Estrategia de Ciudad Inteligente  para el Transporte. Chile 2020., 2015, p. 2)

    Pero este concepto no solo llega a estrategías de unidades de ciertos ministerios, sino que el ideario de las Smart Cities ha permeado a tal nivel el aparato estatal que se ha vuelto parte de una política pública nacional. En la Agenda Digital 2020, bajo el objetivo de impulsar el crecimiento, la competitividad y productividad[1] del sector TIC en el país, el Estado se ha puesto como medida el promover las ciudades inteligentes. Quizás sin la visión integral de la UCI y sin profundizar en qué se entenderá por una Smart City[2] se propone levantar pilotos regionales de ciudades inteligentes, estimando que para el 2020 estén en funcionamiento “al menos 5 ciudades con algún foco estratégico inteligente” (p. 51). La ciudad de Santiago, supuestamente la ciudad más “smart” de Latinoamérica, sería el objetivo del primer piloto a nivel regional. Para ello, ya se encuentran políticos como el intendente de Santiago Claudio Orrego exponiendo planes por un Santiago Smart y  se encuentran diferentes expertos están levantando estudios sobre “brechas” –principalmente en materia de seguridad, movilidad y emergencias- que deberían poder ser solucionadas mediante tecnología digitales.

    Diferentes iniciativas ciudadanas también han adoptado el lenguaje Smart y se han levantado variadas herramientas digitales desde y para los ciudadanos buscando hacer la ciudad más inteligente. Por ejemplo el proyecto Stgo2020, mediante un pequeño dispositivo inteligente llamado RUBI, busca generar datos confiables sobre el uso de la bicicleta esperando que sirvan para un mejor diseño y ubicación de las ciclovías en la capital. Por otra parte, el sitio Knasta.cl bajo el eslogan “Cotiza de manera inteligente” con algoritmos va recopilando los precios de los principales sitios del retail para presentar como han ido variando los precios y así ver si las grandes “ofertas” lo son realmente.

    Por su parte, la Fundación País Digital junto con otros organismos han generado diversos foros, mesas técnicas e institucionales para difundir y aplicar el concepto de las Smart Cities. Realizaron en conjunto con la Universidad del Desarrollo un ranking de ciudades inteligentes en Chile, una suerte de línea de base de 11 ciudades chilenas basándose en 28 indicadores con el fin de identificar en qué aristas deberían introducirse tecnologías digitales para hacer más eficiente y sostenibles las ciudades. Bajo estos expertos, las Smart Cities serían, entre otras cosas, “localidades más eficientes en el uso de sus recursos” lo que ayudaría a un comportamiento más verde del conjunto de la sociedad. Para ello, necesariamente el sector de las TIC sería convenientemente “el principal elemento” o un “pilar básico” para el desarrollo de las Ciudades Inteligentes (p. 16).

    Pero también han surgido problematizaciones y voces críticas  sobre este proyecto inteligente en nuestro país, quizás sin tanta tribuna y conexiones que los grupos a favor. Por ejemplo, desde la ONG Ciudad Emergente, Javier Vergara nos compele a dejar el énfasis en el carácter tecnológico de las apps y artefactos inteligentes para pasar a analizar los hábitos y actitudes inteligentes de los ciudadanos. Serían estos últimos el verdadero pilar de la ciudad en definitiva y no las tecnologías. Desde otro punto de partida, Paz Peña y Patricio Velasco de la ONG Derechos Digitales han planteado una crítica político-económica de estas crecientes iniciativas de Smart Cities, relevando sus caracteres neoliberales[3], el reforzamiento de una dependencia tecnológica con el Norte, las posibles vulneraciones a los datos personales que pueden generar y la creciente ubicuidad de las tecnologías de vigilancia o control[4]. Lo que nos lleva siempre a la pregunta de quienes son los dueños o los que están invirtiendo billones de dólares en estas nuevas tecnologías y qué intereses y expectativas tienen de por medio al promover ciudades “más inteligentes”.

    Por último, se lanzó recientemente el libro “Ciudades en Beta”, editado por Martín Tironi y Jose Allard, en el que se intenta politizar el concepto de Smart City, yendo más allá de una visión técnica del concepto. Allí se entrecruzan diferentes visiones de lo que significaría este concepto. Por ejemplo para Jonathan Barton, a diferencia de la definición de País Digital, la Smart City no necesariamente sería sinónimo de una ciudad verde, precisamente se debe elegir de manera inteligente las tecnologías para apuntar hacia una ciudad más sustentable, de lo contrario se podrían replicar impactos negativos como la masificación del automovil.

    Por otra parte, como exponen Tironi y Muñoz en el libro, un elemento relevante de la Smart City sería la banalización de sensores y dispositivos digitales por la ciudad, que permitirían sentir y cuantificar diferentes activos de la vida urbana para generar largas bases de datos digitales -o Big Data. Con estos datos, según el proyecto tecno-inteligente, se podrían tomar mejores decisiones de manera más informada sobre diversos ámbitos. Ante esto, Briceño  plantea que el desafío de la Smart City se centraría entonces en cómo hacer que los datos no solamente sirvan para fines privados, sino también tengan una orientación pública (p. 24). No obstante, el desafío es más complejo y políticamente urgente, requiriendo una problematización ética de la propia cuantificación y algoritmización de la ciudad, relevando sus límites ante los discursos tecno-optimistas. Se vuelve necesario producir con y desde la sociedad civil nuevos marcos regulatorios sobre estas tecnologías. Por ejemplo, Nicolás Rebolledo en el libro plantea de similar manera a la crítica de Peña y Velasco, que el problema no radica en cuán smart podrían llegar a ser nuestras ciudades ante la ubicua y miniaturizada computación sino más bien en

    cómo vamos a ser capaces de gobernar la complejidad de estos procesos de cambio socio-técnico con el fin de que la transformación urbana esté al servicio de crear mayor valor público para la sociedad y las personas, y no solo crear valor para los productores de tecnología (2016, p. 36).

    Para ello deberíamos partir desde la demanda y anteponer a las personas antes que las tecnologías bajo el cuestionamiento de qué queremos producir al digitalizar y sensorializar nuestras ciudades, muy en la línea de lo planteado por Javier Vergara.

    Un concepto problemático

    Todo este reciente debate nos plantea como un proyecto tecno-inteligente importado desde el Norte está suscitando un involucramiento de una serie de actores y organizaciones en una creciente e interesante discusión local.

    Ahora bien, es de utilidad analítica para el debate  el poder distinguir entre las práctica inteligentes y el proyecto tecno-normativo de las Smart Cities, pues como mencionan Tironi y Allard en la introducción del libro “Ciudades en Beta”, los sistemas de expertos o tecnócratas no deberían tener un monopolio de lo smart, sino que otros actores, colectivos y entidades también pueden realizar prácticas que subviertan y hagan a su manera más “inteligentes” sus entornos cotidianos, sin necesariamente mediar con sofisticadas tecnologías de cuantificación.  La inteligencia urbana entonces sería múltiple y situada. Por ejemplo, el español Tomás Sanchez Críado en el libro nos compele hacia una inteligencia ciudadana, basada en una democratización y redistribución radical del diseño de nuestras ciudades, que vaya más allá de asunto de unos expertos en planificación urbana o TICs y pase a ser un “asunto de cualquiera”. Domenico Di Siena, no sin cierto tecno-optimismo, nos llama por su parte hacía una mayor inteligencia colectiva[5], pero siempre esa inteligencia debiese ser situada y cuidadosa con sus territorios locales. Pero todas estas versiones de inteligencia corren en paralelo al frágil y experimental proyecto tecno-inteligente, a veces convergiendo y a veces entrando en franca oposición. Haciendo esta distinción, se podría enfocar el análisis en cómo el proyecto de las Smart Cities, por su lado, presenta una bien particular y contingente versión de inteligencia que sería alcanzada mediante “soluciones tecnológicas” y la mencionada generación de datos en tiempo real de la ciudad. Dicho proyecto, convenientemente impulsado por la industria IT, se basaría -inicialmente al menos- en la premisa que los problemas de la ciudad surgen por errores de coordinación y asimetrías de información entre actores, y que pueden ser “solucionados” al agregar más tecnología, aparentemente neutra, autónoma y “disruptiva”[6].

    No obstante, si concebimos la tecnología y la sociedad como entidades que se constituyen y moldean mutuamente, debemos complejizar la mirada. La cuantificación de la vida en la ciudad no la hará más eficiente y sustentable o hipervigilada y dependiente necesariamente ni de manera unidireccional desde sus propietarios o dueños a sus poblaciones objetivo o end-users. Hay enredos complejos, relaciones bidireccionales  y limitaciones prácticas por  visibilizar. Esto no quiere decir que la pregunta político-económica no sea relevante y quitarle agencia a los intereses de sus controladores que se imbrican en estas tecnologías, sino reconocer que las formas de adoptar estas tecnologías también importan a la hora de analizarlas, llegando incluso a subvertir tales proyectos o permitiendo una crítica inclusive más situada y fundada de estas tecnologías. En definitiva, son las interacciones creadores-tecnologías-usuarios (ya sea humano o no-humano), en sus particulares contextos, en donde empíricamente emerge el espacio social de la ciudad. Esas interacciones cotidianas pueden potenciar las consecuencias nocivas de las tecnologías sobre derechos fundamentales, así como también puede manifestarse en la práctica que no cumplen las expectativas, no funcionan u operan del modo esperado o “inteligente” –bajo una bien cerrada forma de inteligencia- y alentando a su descarte. Pueden ser re-interpretadas por sus usuarios de maneras creativas y completamente inesperadas por sus controladores (el caso de Internet puede ser el más ejemplificador de esto) o inclusive pueden terminar siendo no adoptadas por sus ciudadanos terminando en un claro despilfarro de dinero. Por ejemplo, las iniciales notas etnográficas de Ding Wang en la ciudad tecno-inteligente de Songdo muestran como las Smart Cities pueden terminar sin ciudadanos, vacías y sin vida.

    De modo que hay una escala de grises entre lo que el proyecto de la Smart Cities promete bajo determinados intereses, y la materialización de dicho proyecto en las prácticas de los ciudadanos. Por ejemplo Hollands plantea sencillamente la pregunta “Que se pare la Smart City” porque en la práctica no existiría alguna ciudad como tal, queda siempre en una promesa. El propio Boyd Cohen, uno de los más entusiastas de las Smart Cities ha planteado: “todas las Smart Cities están en camino a ser más inteligentes, pero ninguna de ellas ha llegado a la meta”[7]. La actual inexistencia del proyecto de la Smart City es defecto pero también virtud para algunos, pues al estar en una fase beta o en constante emergencia y dinamismo, cualquiera puede agarrar sus conceptos para sus intereses, convirtiéndose más bien en un horizonte normativo (más tecnología, más generación de datos para…) sumamente voluble.  Por ello, desemboca muchas veces en una estrategia discursiva para potenciar convenientemente a la industria tecnológica[8] y ajustarse a x situación, más que en un programa claro y definido.

    Más aún, como se observa en el caso chileno, variados actores desde diferentes ámbitos, tanto entidades gubernamentales, organizaciones ciudadanas como empresas transnacionales, inclusive en franca oposición entre sí, pueden adoptar el mismo discurso basal del proyecto tecno-inteligente y usar el mismo concepto sumamente cargado de la Smart City. Esto genera una serie de dificultades conceptuales. Como han dejado en claro Albino et al. (2015) en una minuciosa revisión de este concepto en la literatura, el proyecto de la Smart City se vuelve multifacético y se re-interpreta de autor en autor y de ciudad en ciudad. Más aún, encuentran que ha ido variando dinámicamente en los últimos años pasando de uno sumamente centrado en las TICs en sus inicios a uno que pone énfasis en los ciudadanos y las comunidades –en parte por las variadas críticas que recibieron en un principio.  Esto último resulta sumamente sugerente cuando vemos en el debate chileno que ciertos actores como Pais Digital abogan por la versión más inicial del concepto, en que la tecnología es el pilar fundamental; en cambio otros actores como la UCI o las organizaciones no-gubernamentales están abogando por este giro hacia el ciudadano antes que la tecnología inteligente.

    Ahora bien, este giro hacia las personas como centro por sobre las tecnologías, debiese desembocar más bien en un cambio de concepto, hacia uno más propio y local, antes que en un intento por resignificar el concepto en inglés. De lo contrario nos mantendremos en la promesa siempre irrealizada de la Smart City, en ese horizonte normativo y en parte tramposo cuando nos basamos en definiciones absolutas de difícil medición, pues nunca podremos decir “ya hemos hecho suficientemente smart a la ciudad”. Nos mantendríamos siempre en la vaguedad del umbral entre la ciudad tonta y la ciudad inteligente.

    Ante cualquier falla, fricción o sesgo se podrá decir que aún nuestra ciudad no es lo suficientemente inteligente, le hace falta más sensores, más “co-creación”, más dispositivos de medición, más procesamiento de datos, más innovación, más algoritmos, más emprendimiento, más tecnología, etc. Cuando el tema quizás no sea ese, sino la falta de sentido que nos genera un proyecto extranjero y difuso o traducido de manera útil para ciertos sectores de la sociedad y no otros.  Tomando algunas de las palabras de Paula Girón comentando el libro “Ciudades en Beta” y quizás exagerando el argumento, antes de preguntarle al ciudadano o ciudadana qué significaría para este la Smart City, debiésemos hacer la pregunta ¿Qué concepto de ciudad desearía? Y probablemente el de Smart City no aparecerá por ningún lado.

    Para terminar quería proponer una re-conceptualización. De manera sugerente, diferentes entrevistados en los estudios bajo el Fondecyt nos hablan de la inteligencia a la chilena como “astucia” o más coloquialmente como “viveza”, “ser más vivo que el otro”. La ciudad viva quizás podría ser ese deseable concepto buscado, más propio y práctico que el de la Smart City, no solo porque pone de relieve la vitalidad del espacio urbano, además nos compele a una ciudad que esté despierta a las problemáticas sociales y abierta a los eventos e incertezas –sean jurídicas o de cualquier índole. Obliga a responder de manera astuta, con la chispeza del chileno. Ciertamente los sensores y las tecnologías digitales pueden darle una nueva vitalidad a las cosas del mobiliario urbano, sobre todo con la creciente tendencia extranjera del Internet of Things –de similar optimismo que las Smart Cities. Pero la vida social de la ciudad también la generan las personas, animales, climas, sus especiales formas de comunicación, sus espontaneidades, sus protestas, el colorido paisaje urbano, sus conflictos, su arquitectura, etc. Defender la vida de la ciudad implica salvaguardar su bullicio y las formas de apropiación de la ciudad, inclusive las más poco “smart”. De modo que la ciudad viva implicaría estar despiertos y ser astutos ante la tecnología. Los datos digitales ciertamente pueden servir de insumo para la toma de decisiones, pero estas decisiones también se fundan en otros aspectos políticos, económicos y también deberían fundarse en cuestiones éticas, que requieren de una viveza diferente. Se vuelve relevante ser astutos en el uso de la tecnología, de invertir recursos e instalar infraestructura, pues de lo contrario, otros personajes siguiendo sus propios intereses habrán sido más vivos que nosotros.

    Referencias

    Albino, V., Berardi, U. & Dangelico R. M. (2015). Smart Cities: Definitions, Dimensions, Performance, and Initiatives. Journal of Urban Technology, DOI: 10.1080/10630732.2014.942092

    Hollands, R. G. (2008). Will the real smart city please stand up? Intelligent, progressive or entrepreneurial? City, 12 (3). DOI: 10.1080/13604810802479126

    [1] Términos recurrentes en el documento a la hora de hablar de este tema.

    [2] Según el documento se deja entrever que sería una ciudad que se focalizaría principalmente en la masificación de la Internet de las Cosas.

    [3] Agregando capas a la crítica de Peña y Velasco al carácter neoliberal que puede devenir el proyecto Smart bajo el rol subsidiario del Estado, uno también podría encontrar tintes neoliberales en la construcción de un individuo cuantificado que no solo produce datos de manera constante y sin muchas veces estar si quiera al tanto, sino que también es afectado por esos datos, ya sea haciéndose cargo individualmente de sus rendimiento, así como también por las políticas públicas que se justifican en esta información. Por otra parte, los “ciudadanos” de la Smart City serían aquellos sentidos, contados y calculados por los dispositivos digitales, los que se resistan o no tengan acceso a la tecnología, no serían considerados y tomados en cuenta, obligando en parte a una cuantificación del yo para ser incluido.

    [4] La Vigilancia a la Foucault y el Control a la Deleuze, son conceptos que pueden llevar programas diferentes y se vuelve relevante indagar en cuál se podría inscribir el proyecto de la Smart City o si acaso este ya presenta propiedad que van un paso más allá.

    [5] Rememorando el aparataje conceptual del filósofo tunecino Pierre Levy que quizás ya está un tanto desactualizado en torno al estado actual de las tecnologías digitales.

    [6] Concepto injustamente manoseado en este tipo de discursos.

    [7] Traducción propia. Frase original: “All smart cities are on the journey towards being smarter, but none of them have arrived”

    [8] El ejemplo de la Agenda Digital 2020 es el más claro de ello.

  15. Hacia una ética de los algoritmos: abriendo la “caja negra” de las tecnologías que nos rodean

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    Por Tomás Marín

    Estamos frente a una persona que pareciera tener una inquietud, una ansiedad o una pregunta que no lo deja tranquilo. Imaginemos que piensa y piensa qué hacer con ella y que finalmente logra tomar una decisión. Esa decisión luego desembocará en una acción que inevitablemente tendrá un efecto sobre el mundo que le rodea y así, junto a una seguidilla de acciones consecutivas resultará que estaremos todos unidos por millones de voluntades que se van materializando a cada instante.

    Desde esta perspectiva, la vida podría verse como una serie de secuencias vinculadas entre sí que van construyendo de manera continua nuestro espacio social y moldeando nuestras realidades individuales. ¿Pero porqué habría de interesarnos eso?

    Estas secuencias nos interesan cuando queremos rastrear de dónde provienen aquellas acciones que nos afectan. Cuando queremos saber porqué algo pasó de cierto modo y quién puede haber sido el responsable o qué podría pasar en el futuro y que consecuencias podría tener. Estas relaciones están en todo lo que hacemos y pasan generalmente desapercibidas, ya que nadie pasa su tiempo pensando en ellas. Es algo desatendido que está sucediendo a cada instante y que damos por sentado, pero entender estas relaciones se hace particularmente importante cuando nos damos cuenta que esas decisiones y sus acciones pueden tener un efecto perjudicial para nosotros mismos u otras personas.

    Por lo tanto esto es un tema de ética, que según Merrill consiste en “el estudio de lo que deberíamos hacer”. Cuando algo importante sucede por lo general queremos buscar responsables (sea por algo bueno o malo) y por lo tanto necesitamos saber de qué manera fue operando esta red de relaciones para poder rastrear las acciones hasta sus orígenes y así poder dilucidar si lo que se hizo fue lo que e debería haber hecho”. Esto aplica desde lo más básico ( como ¿quién dejó los platos sucios en la cocina?) hasta lo más complejo (como ¿quién habrá divulgado todas las contraseñas bancarias del BBVA?)

    Esto se ha formalizado en la literatura académica con el término de “accountability”, que en una burda traducción significa el “dar cuenta” de algo.  “Accountability” puede ser definida como la obligación que tienen los agentes de poder para dar cuenta y tomar responsabilidad de sus acciones a través de alguna forma que permita registrar y rastrear las secuencias que lleven a dicha acción.

    Esto es lo que se exige cuando alguien pide “rendir cuentas”. Se exige que alguien o algo sea capaz de dar cuenta de todo lo que hizo. Dicho de manera simple, alguien que realiza una acción debería estar dispuesto a tomar responsabilidad de dicha acción, para lo cual el proceso de dicha acción debería estar abierto para que otras personas puedar dar cuenta de lo que se haya hecho y así juzgar o tomar medidas al respecto (en función de 3 grandes corrientes: deontológica / consecuencialista / de la virtud).

    La necesaria accountability de las tecnologías

    Pero, ¿es posible aplicar la accountability al mundo de las tecnologías? O en otras palabras, ¿es posible solicitarle a una tecnología comportamiento ético y responsable, o esto a únicamente posible con personas de carne y hueso?

    Las acciones que se llevan a cabo en el mundo hoy en día están íntimamente vinculadas a una maraña de redes tecnologizadas que están cada vez más difusas y miniaturizadas, y por ende cada vez más difíciles de identificar y rastrear. En la era del Big Data y la dataficación todo se está moviendo a ritmos vertiginosos que a veces  no somos capaces de imaginar ni mucho menos controlar bajo un debate racional. Hoy las decisiones están íntimamente imbricadas  a las tecnologías que asisten – como prótesis-  nuestra comprensión de lo que nos rodea.

    Waze nos dice por donde irnos, Uber qué auto tomaremos, Hopper qué vuelo tomar, Tinder que cita acordar y así sucesivamente con muchas otras aplicaciones y programas que van entrelazando nuestras vidas con las nuevas tecnologías. Tecnologías que son muy difíciles de rastrear si uno no posee grandes habilidades informáticas que le permitan descifrar ese lenguaje binario que estuvo influyendo y configurando las decisiones de las personas.

    Imaginen que un mall desarrolla un sistema de vigilancia que identifica automáticamente a las personas negras y les manda una alerta a los guardias para que lo tengan vigilado. ¿De qué manera está influyendo este programa en las decisiones de las personas? ¿Qué ética tiene ese sistema? ¿Debería ser así? Si no, ¿Cómo debería ser entonces?

    Respecto a esto es posible escuchar predicciones apocalípticas de las tecnologías; que ya no se pueden controlar, que los algoritmos funcionan por cuenta propia, que tienen capacidad de agencia y no se pueden rastrear, que nuestras libertades serán lentamente arrasadas por el imperio de las tecnologías. ¡Y sí, podría pasar! Pero aún no. Aún estamos en el inicio de todo. Seguimos siendo nosotros, las personas, quienes utilizamos la tecnología. Y la única manera de poder orientar el desarrollo tecnológico en armonía con nuestras mentes y cuerpos es que la tecnología responda a lo que nosotros creemos que se debería hacer, es decir, hacer que los procesos de automatización y algoritmización se sometan al escrutinio y debate público. Dicho en otras palabras, en la medida que se extienden los sistemas tecnológicos en nuestra sociedad, más importante se torna interrogar los diseños, políticas, principios y valores que están tecnologías portan.

    De aquí se desprende una preocupación teórico-metodológica central en la investigación que desarrollo en el marco de The Smart Citizen Proyect: esto es, tomar al diseñador y su contexto de trabajo como la unidad de análisis primordial, rastreando cómo la ética y principios surge a partir de valores y decisiones que se van tomando en el transcurso del proyecto. El estudio y análisis de las tecnologías debe partir desde la observación minuciosa de la visiones de mundo que estás inscriben y cristalizan, ya que desde aquí se desprenden los efectos y usos potenciales. Por ejemplo, para poder criticar el sistema de vigilancia automatizado se hace necesario indagar en los procesos de creación de dicho sistema antes de que se cristalicen, por lo general a través de metodologías etnográficas de los dispositivos socio-técnicos.

    Cada que que utilizamos una tecnología nos estamos simultáneamente haciendo a nosotros mismos, configurando nuestra manera particular de relacionarnos con nuestro entorno. De ahí la importancia, entonces, de ahondar en una discusión ética sobre el diseño y efectos de las tecnologías en la conformación de nuestros entornos. Estas son parte de las inquietudes que, a través de diferentes líneas de investigación, estamos desarrollando en el marco de este Fondecyt sobre Smart Cities.

  16. Semáforos, bicicletas, Uber: desbordamientos (y arreglos) institucionales

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    Por Juan Ignacio Pérez Karich

    La semana pasada se realizó el lanzamiento del libro de “Ciudades en Beta: de las Smart Cities a los Smart Citizens”. En dicho lanzamiento, luego de una elocuente e incisiva introducción de los editores- Martin Tironi y José Allard- se produjeron dos interesantes reflexiones en torno al libro de parte de Paola Jirón (Urbanista y experta en temas de movilidad urbana) y Juan Carlos Muñoz (Ingeniero en Transportes).

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    Me quiero detener brevemente en esta última intervención, la de Juan Carlos Muñoz (director CEDEUS), y la discusión suscitada tras ella para reflexionar en torno a la idea de desbordamientos y arreglos institucionales en la planificación urbana de la ciudad de Santiago. Entendiendo a los desbordamientos institucionales como situaciones que acontecen en el marco de la toma de decisiones de política pública[1], en este caso en el ámbito de la planificación y gestión urbana, que representan justamente la falta de esta última. O dicho de otro modo, en cómo las insuficientes herramientas institucionales producen situaciones frente a las cuales los tomadores de decisión -a escala de ciudad- se quedan sin “músculo” para poder producir cambios que involucren a la ciudad en su conjunto. Así, luego de la presentación de Juan Carlos Muñoz, llamada “De las Dumb Cities a las Smart Cities”, donde una de las claves de solución propuesta – la necesidad de tener una autoridad metropolitana en la forma de Alcalde Mayor para las ciudades en Chile- avivó una interesantísima discusión entre varios de los actores asistentes al lanzamiento.

    Sin querer profundizar demasiado sobre cada una de las participaciones individuales, me interesa rescatar, y con ello discrecionalmente resumir, los argumentos a partir de tres ejemplos: semáforos, bicicletas públicas y UBER/Taxis.  Como ejemplos de desbordamientos  y, potenciales, arreglos institucionales que posibilitaran la toma de decisiones más allá del ámbito de regulación municipal.

    En el caso de los semáforos, Pedro Vidal  (jefe unidad de unidad de ciudades inteligentes del MTT), al comentar el problema de coordinación de semáforos dada la regulación existente, en la que los municipios los financian y controlan, hizo referencia al arreglo institucional que permitió asegurar un funcionamiento coordinado de manera central por parte de la UOCT para las 34 comunas de Santiago. Arreglo que estuvo dado por la voluntad política de los alcaldes, los que gracias a esa voluntad bypassearon la regulación generando una solución –justificada en el bien común- ante el desbordamiento institucional.

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    Situación similar acontecida al caso de las bicicletas públicas. Ante la propuesta de desarrollar un sistema coordinado intercomunal de bicicletas para la ciudad de Santiago hubo que generar arreglos que permitiesen tanto financiar como operar coordinadamente el sistema. Con los resultados conocidos, por un lado se logró que una empresa pusiera el financiamiento para que el sistema comenzara a operar, y por el otro, se logró un arreglo que permitió que 13 comunas cuenten con el sistema de bicicletas operando de manera integrada. En el panel se puso como ejemplo de descoordinación el que el Alcalde de Las Condes se haya opuesto al modelo común y que haya gestionado un sistema paralelo por su lado. Lo que pone de manifiesto que la voluntad política o la capacidad de apalancar recursos privados para soluciones “smart” a escala de ciudad pueden ser insuficientes en el modo como operan hoy.

    Si queremos que Santiago sea una ciudad inteligente requerimos de una institucionalidad que permita abordar la ciudad en su conjunto y no sólo de la voluntad política en episodios puntuales. Sin desmerecer esto último, es algo que no ataca el problema de fondo: de qué manera nos ‘armamos’ para hacer ciudad en serio, con instrumentos de planificación robustos que permitan soslayar la ‘feudalización’ municipal.

    Finalmente, se tocó el tema de UBER y los taxistas, este también puede ser observado como un desbordamiento institucional, en tanto una regulación antigua no es capaz de incorporar los saltos tecnológicos  y permitir que co-existan los distintos medios de transporte privado de pasajeros en la ciudad. En este caso estamos ante un caso con ciertas particularidades que lo hacen diferente a los anteriores. En esta ocasión el desbordamiento institucional producido por UBER pone en disputa intereses corporativos. Por un lado tenemos a los taxistas que actúan como gremio que intentan justificar su posición a partir de la regulación existente. Por el otro, tenemos a UBER que justifica su aparición en el sistema apelando a la provisión de un mejor servicio –supuestamente- requerido por la ciudadanía. Incorporando una plataforma tecnológica que conecta pasajeros con conductores esporádicos, el que además sería más barato, flexible y de mejor calidad (según reflejan gran parte de los medios que han cubierto esta controversia). Si bien estamos ante un desbordamiento institucional semejante a los anteriores, ya que la regulación actual es desbordada por lo que – en teoría- requieren los nuevos tiempos para satisfacer las necesidades de la ciudad. La particularidad de este arreglo está dada por que los actores en disputa son privados, y el Estado debe ser lo suficientemente “inteligente” y ver como incorporar actores nuevos al sistema. Pero  que realmente beneficien a los ciudadanos sin producir situaciones injustas con lo que existe y ha sido debidamente regulado.

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    Esto abre una ventana “crítica”,  en el sentido del “para qué, quienes, como y cuando” de las ciudades inteligentes o smart cities. Ya que no está del todo claro quienes son realmente los beneficiados con la introducción de UBER. Con esto no es que quiera tomar partido en la discusión, pero si hay muchos puntos que aclarar respecto de varios puntos tales como: discriminación de usuarios (¿por qué el sistema no acepta cuenta RUT?), tributación (¿la empresa paga debidamente sus impuestos en Chile?), situación laboral de los choferes (¿alguien se preocupa de sus derechos?¿que sucede en el caso de una accidente?). Por lo tanto, está bien, generemos un arreglo, regulemos, pero estemos seguros de que es lo que estamos regulando, a quien está dirigido y sobre todo preocupémonos de que la  regulación vele por que la innovación busque mejorar la calidad de vida de los habitantes sin producir nuevas situaciones de injusticia y discriminación en la ciudad.

    El promover arreglos institucionales inteligentes, que vayan en línea con potenciar lo anterior ante situaciones de desbordamiento es claramente algo deseable. No obstante, no podemos perder el foco. En el caso de los semáforos y las bicicletas públicas, la voluntad política o la capacidad de apalancar financiamiento privado han sido útiles para intentar resolver problemas a escala de ciudad sin contar una institucionalidad que nos permita tomar decisiones a ese nivel por sobre el ámbito de los municipios. O en otras palabras, sin contar con Alcalde mayor –con su debida infraestructura institucional- que gobierne por sobre los municipios.

    Y en el caso de UBER, se abre una nueva arista, de soluciones inteligentes corporativas ante -potenciales- problemas urbanos públicos. La regulación en este caso debe ser todavía más exigente, no en la línea de producir más barreras de entrada, sino que en tanto logre entender realmente los poderes e intereses en juego.  Donde el arreglo sea garante de las necesidades del ciudadano y no únicamente una solución hecha a la medida de un grupo específico de usuarios y empresas a costa del bienestar de otros.

    En ambos casos requerimos de más Estado, en el sentido de ser el garante del bien común en el marco de la innovación urbana, y que nos permite aspirar a arreglos institucionales que sean verdaderamente “inteligentes”. Es decir que permitan tomar decisiones de ciudad duraderas (y aquí no olvidemos la discusión de la Política Nacional de Desarrollo Urbano[2]) y flexibles; pero que siempre incorporen comprensivamente a la ciudadanía. Es decir, tanto desde el punto de vista de las necesidades como desde las capacidades existentes para la co-creación de la ciudad.

    Juan Ignacio Pérez Karich es Sociólogo PUC, cursando el Msc en Planificación Urbana en University College of London (UCL) y tesista del Fondecyt “Configurando espacios y usuarios inteligentes. Un estudio socio–técnico de las prácticas,dispositivos y discursos de las ‘Smart Cities‘ en Chile”

    [1] La idea de desbordamientos y arreglos institucionales empalma con la propuesta teórica de Michel Callon (1998) al referirse a los desbordes y marcos en el ámbito del cálculo económico.

     

    [2] La PNDU implementada el año 2014 es el nuevo marco institucional para la gestión urbana que es ejecutado a partir de un Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. Este Consejo debe proponer  reformas concretas en el marco de la PNDU, reconociendo la necesidad de ajustes institucionales y nuevos énfasis y enfoques de la acción del Estado en materias de Vivienda, Desarrollo Urbano, Transporte y Obras Públicas, entre otras.

     

  17. Conversatorio con Danilo Martuccelli: Individuo y Ciudad

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    Los invitamos cordialmente a un Conversatorio con el destacado académico Danilo Martuccelli, a realizarse el miércoles 27 a las 19h en el Auditorio Fadeu del Campus Lo Contador. El tema de dicho conversatorio será el individuo y la ciudad y contará con los comentarios de Martín Tironi (Diseño UC) y Gonzalo Cáceres (Estudios Urbanos UC).

    A pesar de la existencia de muy connotados estudios sobre la sociología urbana, es posible pensar que la sociología de la modernidad latinoamericana tiene una deuda aún pendiente a la hora de analizar y dar cuenta de los vínculos entre el individualismo, la modernidad y la experiencia urbana. Partiendo de ciertas situaciones regionales, y de manera exploratoria, la presentación se abocara a señalar posibles derroteros para un esfuerzo de este tipo.

    Danilo Martuccelli es doctor en Sociología (EHESS).Actualmente se desempeña como profesor en la Université Paris Descartes, Faculté des Sciences Humaines et Sociales-Sorbonne (Francia) e investigador en el laboratorio CERLIS-CNRS. Sus temas principales de investigación son la teoría social, la sociología del individuo y la sociología política. Ha publicado una veintena de libros, entre los que destacan  Les Sociétés et l’imposible. Limites imaginaires de la réalité (2014) Grammaires de l’individu (2002), La consistance du social (2005) y Forgé par l’épreuve (2006). En el catálogo de LOM ediciones se encuentran, de su autoría, los libros Cambio de rumbo (2007), ¿Existen individuos en el Sur? (2010), Las sociologías del individuo (junto con François de Singly, 2012) y Desafíos comunes (junto con Kathya Araujo, 2012).

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  18. Libro Ciudades en Beta

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    Les dejamos a continuación para libre descarga el libro recientemente lanzado “Ciudades en Beta: De las SmartCities a los SmartCitizens”. Este volumen pretende hacer visible, a una audiencia especializada como no-especialista, diferentes comprensiones y aplicaciones del término Smart City, proponiendo problemáticas, casos y conceptualizaciones que van más allá de una visión tecnologizada del urbanismos smart. Permite pluralizar y a la vez tomar distancia crítica de esta ola de Ciudades Inteligentes, mostrando las múltiples formas de inteligencia que adopta la vida urbana, que pueden ir desde la recomposición de espacios públicos hasta sofisticadas formas de gestión en transporte. Digámoslo de otra manera: aquellos productos diseñados y definidos por “sistemas expertos”, no tiene el monopolio de lo smart, y el prototipo espontáneo de una cancha de fútbol o de una barrera anti-ruido elaborada por un colectivo ciudadano puede ser tan inteligente o más que que un brazalete wearable. Lo importante es estar atento a esas pulsiones y gestos,  sensores y desplazamientos urbanos.
    En suma, la vocación de este libro es abrir el debate sobre las Smart Cities, explorando a partir de diferentes perspectivas y disciplinas (Antropología, Diseño, Ingeniería, Sociología, Arquitectura, Políticas Públicas…), la pregunta sobre qué implica una práctica urbana inteligente y sus efectos en la estructuración de la ciudad y sus discursos.  Algunos de los ensayos aqui reunidos formaron parte de la conferencia organizada por Diseño UC y el académico Martín Tironi en 2014 (¿Smart City para Ciudadanos Inteligentes? Re-pensando la relación entre espacio, tecnologías y sociedad) y otros son de autores nacionales e internacionales que aceptaron la invitación a re-pensar las implicaciones y ramificaciones del término Ciudad Inteligente

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    Fotos del Lanzamiento

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  19. Lanzamiento del Libro Ciudades en beta: De las Smart Cities a los Smart Citizens

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    Los invitamos cordialmente al lanzamiento de la publicación “Ciudades en Beta, de  las Smartcities a los Smartcitizens”,  proyecto desarrollado a partir del Seminario  “Smart Cities a los Smart Citizens” y que forma parte del Fondecyt Nº 11140042. El libro, editado por Martín Tironi, docente e investigador de la Escuela de Diseño UC, será comentado por Paola Jirón y Juan Carlos Muñoz.

    Este Proyecto cuenta con el patrocinio del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, CEDEUS, Diseño UC y el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico.

    El lanzamiento se llevará a cabo el  MARTES 12 de abril a las 19.00 hrs. en el Patio de Los Naranjos del Campus Lo Contador, El Comendador 1916, Providencia.

    Se ruega confirmar asistencia a edisenouc@gmail.com

    Sobre el libro:

    Este libro pretende hacer visible, a una audiencia especializada como no-especialista, diferentes comprensiones y aplicaciones del término Smart City, proponiendo problemáticas, casos y conceptualizaciones que van más allá de una visión tecnologizada del urbanismos smart. Permite pluralizar y a la vez tomar distancia crítica de esta ola de Ciudades Inteligentes, mostrando las múltiples formas de inteligencia que adopta la vida urbana, que pueden ir desde la recomposición de espacios públicos hasta sofisticadas formas de gestión en transporte. Digámoslo de otra manera: aquellos productos diseñados y definidos por “sistemas expertos”, no tiene el monopolio de lo smart, y el prototipo espontáneo de una cancha de fútbol o de una barrera anti-ruido elaborada por un colectivo ciudadano puede ser tan inteligente o más que que un brazalete wearable. Lo importante es estar atento a esas pulsiones y gestos, sensores y desplazamientos urbanos.

    En suma, la vocación de este libro es abrir el debate sobre las Smart Cities, explorando a partir de diferentes perspectivas y disciplinas (Antropología, Diseño, Ingeniería, Sociología, Arquitectura, Políticas Públicas…), la pregunta sobre qué implica una práctica urbana inteligente y sus efectos en la estructuración de la ciudad y sus discursos. Algunos de los textos aquí reunidos formaron parte de la conferencia organizada por Diseño UC y el académico Martín Tironi en 2014 (¿Smart City para Ciudadanos Inteligentes? Re-pensando la relación entre espacio, tecnologías y sociedad) y otros artículos son de autores nacionales e internacionales que aceptaron la invitación a re-pensar las implicaciones y ramificaciones del término Ciudad Inteligente

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  20. ¿Viviendo el experimento o experimentando la vida?

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    por Juan José Berger

    Haciendo una breve revisión del trabajo de Marres, en su artículo titulado “Experiment: The experiment in living”, lo primero que pude notar es la relación que establece con un tipo de conocimiento, que sería el conocimiento experiencial, el conocimiento que proviene de ámbitos más allá de lo formalmente científico. Este conocimiento es el que está, desde mi perspectiva, más allá del laboratorio o – si se quiere usar una expresión más plástica -del conocimiento que laboratoriza la vida. La autora, siguiendo una tradición de estudios sociales de la ciencia, sostiene que el conocimiento científico debe cada vez más considerar la experiencia y la producción de conocimiento que disponen otros actores (amateurs, aficionados, usuarios, etc.), que colaboran, a partir de sus necesidades prácticas y cotidianas, con el proceso de monitoreo y levantamiento de información o datos relevantes al caso. Dicho en otras palabras, la autora trata de mostrar que no son los “laboratorios” los que disponen el patrimonio de lo que es verdad y falso, racional e irracional, y cada vez más los muros del laboratorio se extienden para entender la sociedad como un gran “laboratorio” donde múltiples públicos concernidos son capaces de generar formas de expertise.

    La premisa es que la capacidad de generar conocimientos se distribuye y extiende hacia múltiples sitios y espacios; volviendo mucho más por la separación entre experto / no experto. En el fondo, propone una agenda que consiste en relativizar los espacios de la investigación, ampliando esta práctica de indagación a los métodos que pueden desarrollar los actores conviviendo con los hechos sociales en su vida cotidiana.

    Expertus potest credere

    (“El que tiene la experiencia puede afirmar” nte.)

     

    La autora, en un gesto provocativo, propone “sabotear” la separación canónica entre dos factores que en general se tienden a distanciar: la experimentación y la vida cotidiana.  Esto no debe entenderse como una propuesta de corte teórico, sino que más bien es la puerta de entrada a una teoría de rango medio, que permite levantar información desde una perspectiva colaborativa y que reconoce el valor de otros actores habitualmente marginados en la producción de conocimiento legítimo. Este desplazamiento epistémico implica considerar otras ontologías y modos de existencia del conocimiento, donde dimensiones sensibles y prácticas son simétricamente consideradas con dimensiones abstractas y teóricas. Marres nos recuerda que, desde algún punto histórico, el experto dedicado a las ciencias tenía una relación más cotidiana con el conocimiento práctico y el “público” interiorizaba su utilidad en la cotidianeidad. Las experimentaciones se hacían en casas de privados, donde se invitaban a testigos a presenciar los métodos y protocolos utilizados para “hacer hablar” determinado fenómeno.

    Esto resulta sumamente relevante a la hora de plantearse los desafíos del conocimiento en el siglo XXI y en el caso de seguimiento de nociones y prácticas que sean pertinentes para la vida cotidiana y para la experimentación.  Un ejemplo de esto sería considerar los sujetos de investigación o lo que es investigado (un soporte tecnológico) como auténticos “cómplices” dentro de esta indagación, como co-investigadores capacitados para generar un conocimiento tan valioso como el del diseñador, sociólogo o ingeniero.

    Pero, ¿cómo incorporar estos conocimientos dentro del conocimiento formal o científico?

    El caso abordado tiene que ver con efectos de una investigación que se plantea el estudio de la habitabilidad de los espacios urbanos públicos y privados. Muestra cómo el equipo de investigación académico ya no cuenta con toda la responsabilidad de la generación del conocimiento, sino más bien se encuentra redistribuido en sinnúmero de actores.

    A partir de este caso, resulta legítimo plantearse sobre las contribuciones de parte de los usuarios y co-responsables de una investigación, ¿con qué tipo de conocimiento nos pueden aportar usuarios o interventores de la realidad social/cultural? Según Marres, con datos y con interpretaciones que tienen los mismos usuarios de esos datos y de sus motivaciones. Estos tienden a desarrollar una etnometodología, un conocimiento de los métodos y actividades a veces mucho más minucioso que el que pueden desarrollar los así llamados expertos. Las personas enfrentadas a problemas concretos, afectadas por dificultades cotidianas, pueden transformarse en auténticos antropólogos de la vida cotidiana, conduciéndolos a justificar o levantar críticas que ensanchan el campo epistémico en juego. Como también pauperizan el conocimiento científico como tal, puesto que ponen en duda, al menos, la noción de vanguardia de generación del conocimiento. Esto complejiza la labor del investigador y cuestiona las prácticas como la institucionalidad de la producción científica.

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    En este sentido, la relación cotidiana, práctica y sencilla que tienen los usuarios y técnicos da espacio para la prueba, el testeo y para el monitoreo sistemático, a niveles que antes no se habían considerado en términos metodológicos. Al respecto cabe mencionar, y se vuelve pertinente como forma de lectura del fenómeno y de intervención justificada en el espacio social, el concepto de iterabilidad en Derrida. Este consiste, reinterpretado por Ramos (2012), en una categoría de análisis y de interpretación de las ciencias en sus operaciones más esenciales; en la repetición de procedimientos buscando una respuesta distinta y una vuelta a revisar hipótesis y procedimientos. Sintéticamente, es la interpretación del conocimiento científico de lo que en lenguaje común se conoce como “ensayo y error”, y como antecedente de la forma de crear conocimiento. Esto da pie para que los que son parte de un espacio y, ya no solamente el investigador, puedan iterar y probar en la misma experiencia una modalidad distinta de intervenir(se). Por lo mismo, pueden ser partícipes en el registro y en la modalidad del registro de diferentes datos que sean pertinentes.

    ¿Entonces, quién o quiénes son los responsables de este conocimiento co-creado?

    Relevancias y rendimientos en el marco de las Smart Cities

     

    Habiendo hecho las asociaciones anteriores, la pregunta que emerge en el contexto de esta investigación es, ¿de qué y para qué nos sirve el aporte de Marres en el contexto de las Smart Cities?

    Self-tracking:

    Marres señala un número importante de ejemplos en que se ha utilizado esta “lógica colaborativa”, donde entran a participar diversos soportes tecnológicos (como aplicaciones de dispositivos móviles y arduinos o incluso robots), como también son parte de la pesquisa los mismos usuarios o públicos intervenidos (como en el caso del arte urbano). La propuesta es post-humanista, en el sentido de que considera a todos los actores, humanos y no-humanos, sujetos de la investigación y ya no solamente un instrumento de investigación sino que parte de la misma. Se han convertido en “performadores” de ella.

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    En este sentido, época contemporánea, en donde la emergencia de dispositivos, de tecnologías, de intervenciones artísticas y del interés de los usuarios por la automedición (ya sea de cuánto recorren en bicicleta en un tiempo o cuántas calorías consumen a diario) supone una ocasión para una revolución del conocimiento. Por lo mismo, se posiciona para generar una propuesta de valor de conocimiento y de rescate de datos que podría ser considerada “perdida” o “no relevante”, desde otra perspectiva. Y también de esta manera considera la incorporación de lo no-humano en el proceso de investigación. Componentes socio-técnicos de los cuales nunca hemos estado ajenos pero que sí son una de las interfaces con las cuales nos relacionamos cotidianamente.

    Esta modalidad, o dirección si se quiere, otorga al sujeto o unidad de análisis, un poder interesante a la hora de realizar investigación social; que el conocimiento que se genere tenga una relación de tiempo, trabajo y en diálogo con su vida individual. De forma tal que propone una forma interesante de generación de conocimiento entramado en una red que va más allá de los expertos y que debe ser traducido por el mismo experto con tal de dar claves para detectar asociaciones que pueden no ser vistas desde los códigos académicos.

    Urban Hacking

    Desde esto, el Urban Hacking o la edición del usuario a distintos dispositivos, es un fenómeno muy interesante de observar a partir de los aportes de Marres.  Esto porque nos permite “peguntarle” al espacio intervenido de maneras más creativas. Así, los registros generados por una cámara de seguridad dejan de servir solamente para la vigilancia y el ejercicio de la governance. O también, las marcas de skate en una plaza dejan de simbolizar una rebeldía para dar pie a una manifestación de lo que el usuario espera del espacio urbano. Las aplicaciones pasan a ser una representación de lo que un usuario busca en una ciudad llena de ofertas de entretenimiento o de cómo encontrar un producto que espera.

    Por lo tanto, si también vinculamos, aunque no solamente, al espacio urbano la emergencia y la utilización masificada de nuevas tecnologías que integran internet (podemos reunir esta información con el permiso de autoridades, empresas, usuarios u organizaciones interventoras o atingentes) nuevamente vemos cómo el proceso de la investigación se da por entramarse en una modalidad con suportes y sujetos. Por lo mismo, nos podemos acercar a los interventores y preguntarles o pedirles distintas informaciones a través de cada vez más creativos métodos de registro de cosas de interés.

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    Finalmente veo cómo la ciudad ya no es un solo un espacio que se mide y se pesa, sino que está vivo y en movimiento para ser cuestionado, preguntado e intervenido por las preguntas de una investigación en proceso. Al mismo tiempo que son estresadas concepciones sobre lo que es y lo que debiera ser una ciudad o la Smart City, desde distintos actores y partícipes de un mismo espacio urbano en continua co-construcción. Lo que, a su vez, plantea desafíos en el campo de la propiedad, esto observado como un concepto que se moviliza de manera nueva, ya sea desde donde comienza la investigación como desde donde termina la vida privada de los diversos co-investigadores. Nuevamente las fronteras de lo político emergente como factor de la realidad social que deben ser tomado en cuenta y que incluye otra episteme que enriquece la discusión y a su vez la complejiza y problematiza la solución. Por lo que podemos pensar las Smart Cities en un horizonte más cercano a las heterotopias, como nociones en continuo conflicto en donde los distintos factores y actores que componen la realidad social se encuentran, conviven, colisionan y/o se potencian. La pregunta será ¿Cómo se pueden pensar los límites dentro de las democracias occidentales? ¿Cuáles son los límites de la necesidad de monitoreo para la generación de conocimiento, en términos éticos y políticos?

    Conclusiones

    En síntesis, podemos rescatar que la propuesta de Marres tiene una relevancia importante en el campo de las ciencias sociales, de la investigación y en el campo del monitoreo, así como del diseño de tecnologías. Esto, porque:

    1. Reconoce un protagonismo del usuario vinculado a los problemas sociales distinto que el investigador, tiene una relación práctica que debe ser rescatada y considerada dentro de la investigación.
    2. La práctica de la auto-medición da el espacio al investigador de generar una colaboración por parte del usuario de las tecnologías o de quien interviene el espacio como un aporte en la generación de métricas. Como también alguien que puede vincular elementos que no son vistos como parte de lo mismo para el investigador.
    3. Crea toda una red de investigadores que amplía la posibilidad de recolección de conocimiento y deja al investigador la labor de la síntesis y de interpretación de las implicancias del conocimiento generado. Esto supone una subordinación del investigador a los nuevos métodos y a la misma red de investigación y lo somete a implicarse en una red y a depender. Lo que genera nuevos desafíos para la investigación.

    Esperamos que reflexiones como esta den pie para generar investigaciones más entramadas, o más conscientes de lo entramadas que están, de las tecnologías y de los usuarios e intervenidos y de las implicancias que tienen estas para el futuro de los espacios intervenidos como de los espacios y sujetos investigados.

    Sin duda alguna lo que pretende esta revisión es, también, reflexionar sobre las implicancias para la vida cotidiana de los investigadores dentro de un espacio vagamente delimitado.  Es, en este sentido, que sabemos que plantea dudas y cuestionamientos políticos de alta complejidad, que traen a la discusión las labores y las decisiones políticas y éticas que se deben tomar en cuenta cuando uno reinscribe en una investigación o en un seguimiento a actores que son a la vez investigadores y sujetos de la misma.

    Bibliografía:

     

    • Derrida, Jacques (1988), Limited Inc, Evanston, IL.: Northwestern University Press
    • Latour, Bruno. (1979) La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos, Madrid, Alianza.
    • Ramos, Claudio (2012). “Investigación científica y performatividad social. El caso del PNUD en Chile”. En Tomás Ariztía (ed.) Produciendo lo social: usos de las ciencias sociales en el Chile reciente. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Diego Portales.
    • Marres, Noortje (2012) Experiment: The experiment in living. En: Inventive Methods: The Happening of the Social. Celia Lury and Nina Wakeford. London: Routledge.

     

  21. Nueva Publicación: Las Smart Cities como proyecto en devenir

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    Martin Tironi, publica documento sobre Ciudad Inteligente y casos en Santiago, en el mcarco de la Incubadora de de Buenas Prácticas Municipales UC. En este documento se analiza un caso de carpooling municipal: la app “Voy y vuelvo”, una experiencia de movilidad colaborativa de la Municipalidad de Puente Alto. Para descargar el docuemento, ver aquí:

  22. Soportes de la memoria y las visualidades de lo inteligible.

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    Por Juan José Berger.

    Sociólogo UAH, estudiante de Magíster de Comunicación Social UCH y Tesista Fondecyt “Configurando espacios y usuarios inteligentes. Un estudio sociotécnico de las prácticas,dispositivos y discursos de las ‘Smart Cities‘ en Chile

     

               Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.

    Jorge Luis Borges

     

    El siguiente ensayo pretende ilustrar la emergencia de un nuevo tipo de técnica de representación visual. A partir de la emergencia de nuevos espacios de talleres en el cual artistas, maestros, programadores y diseñadores se reúnen y comparten experiencias e ideas, emerge en Chile “Caminar es un objeto” de Gabriela Perez. Parte de un movimiento global desde el mundo de la innovación, han emergido espacios de interacción nuevos y propuestas interesantes de ser leídas como textos.

    La obra se basa en la representación de un recorrido de cuatro horas alrededor de la Plaza de Armas de Santiago de Chile y un recorrido por el Cerro Santa Lucia, a través de un GPS Arduino y representaciones escultóricas en módulos de cartón de 3 centímetros cuadrados.  Esto cambia tanto la forma de crear una determinada representación como también de intervenir el espacio, desde el caminar, hasta cuando llega su representación en museos. Lo que supone un volver al museo, pero asociado a un camino. La idea de red, empieza a emerger, y la escultura no se queda anclada solo en el lugar de su montaje. Finalmente surge la pregunta ¿Cuándo empieza y cuando termina una obra? ¿Cuál es el frame de una instalación?

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    Vemos que las temáticas de las representaciones dentro del siglo XXI se cambian drásticamente y se replantean la memoria y, por tanto, su identidad. “En las autobiografías revisionistas, nos dice Kuhn, no sólo el concepto de identidad sino también el de memoria son puestos en crisis.” (Ramirez, 2010)

    Lo que se pone en crisis, desde la lectura más cercana a Ramirez (2010) tiene que ver con la construcción de un espacio de memoria pero abstraído digitalmente para su representación posterior.  En palabras de la artista, “el caminante se desenvuelve a través de sus pasos yendo de un origen a un destino o, a veces, simplemente recorriendo sin inicio ni fin. La naturaleza del GPS (dispositivo de geolocalización) es indicar el camino a seguir, éste nos guía a través de la ciudad para llegar al punto final. El olvidar un destino y caminar insistentemente, como una eterna fuga por un mismo lugar, es una forma disruptiva de ocupar el GPS, porque recuerda cada uno de los pasos avanzados y permite visualizar la totalidad del recorrido”.  Podemos

    “La ausencia de la noción de pueblo se hará cada vez más evidente en los documentales de la generación de la post-dictadura, quienes a pesar de mantener el interés en el régimen militar y las transformaciones que éste produjo en la sociedad chilena, preferirán las historias mínimas, enfocándose en las repercusiones que éste provocó en la vida del ciudadano común” (Ramirez, 2010)

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    Sobre el proceso “por medio de un dispositivo de localización GPS programado con Arduino, se obtienen los datos de latitud, longitud y altitud de un recorrido específico por el espacio. Estos datos son guardados en una tarjeta microsd para ubicarlos en un mapa desde el computador con las coordenadas geográficas específicas. Luego de la obtención de los mapas, se plantea la interpretación de los datos del recorrido a través de un software de modelación en 3D, sean estos latitud, longitud y altitud para la elaboración de una escultura”.

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    A propósito del Otro, y de la interpretación que el otro da al arte de la representación, resulta interesante observar la siguiente cita de Aguilar. “En la evocación del pueblo como reservorio cultural hay cierta complicidad imaginaria o real pero siempre consolatoria” (Aguilar,2010) Quien nos vuelve a una de las preguntas centrales del arte en el siglo XX en el mundo y en América latina respectivamente.  La primera sería ¿Quién es el otro? En una obra de este estilo. Y, como derivación de esta primera pregunta (más universal, si se quiere) emerge la pregunta por lo popular. ¿Qué pueblo se evoca en Caminar es un objeto?

    La primera posible respuesta es que los dispositivos que han convertido en otro plausible, que son artefactos, parafraseando a Heidegger, que contienen una moral y que observan e intervienen el mundo.  Desde este punto de vista, nosotros, seres humanos, podríamos prefigurarnos como otro teniendo como punto de partida a los objetos. Por lo que la noción, también, de lo popular se vería impactada por una ampliación de los alcances de los conceptos. Llegando no solo a las técnicas y al desarrollo de tecnologías sociales, sino también a los dispositivos y por tanto al desarrollo técnico.

    También, es posible leer el punto desde el supuesto de que el arte no tiene relación con lo popular en el siglo XXI, sino más bien con hiperindividualidades. Lo que anquilosa cualquier posibilidad de lectura popular a partir de lo que se espera un arte “representativo” de una cultura. En esta línea, paradójicamente, lo único que podría representar sujetos tan distintos es un arte carente de aura y una obra en la que todos se vean descritos, pero no cooptados. Esta es la presunción de que el subjetivismo es, de por sí, una propuesta identitaria válida y una hipótesis vital adecuada a los contextos y marcos interpretativos del siglo XXI .

    Lo que sin duda es el carácter relevante tiene que ver con la “tallerificacion” del arte y de la ciudad. Es decir, con la capacidad que tienen los usuarios, sujetos, individuos u actores de utilizar el espacio urbano, en relación con tecnología sociales y técnicas, para intervenir la ciudad de una manera creativa y proponer una discusión abierta sobre qué es lo propio de la ciudad en un contexto en donde la relación con una o más interfaces está mediando, representando e interviniendo simultáneamente y caóticamente. Por lo pronto, se puede observar que son intervenciones individuales o digamos heterotópicas, lo que no orienta al observador de la ciudad, sino que más bien entrega una divergencia de mensajes que deben ser ordenados y sintetizados por investigadores. Entonces, la pregunta que emerge es  ¿Cuáles son los soportes de la memoria y la síntesis de los investigadores de lo urbano y lo social?

    Referencias

    1. http://www.gabrielaperez.cl/
    2. Aguilar, G. Otros mundos: un ensayo sobre el nuevo cine argentino – 2a ed. – Buenos Aires: Santiago Arcos editor, 2010
    3. Ramirez, E. DOSSIER: CINE Y POLÍTICA EN CHILE Estrategias para (no) olvidar: notas sobre dos documentales chilenos de la post-dictadura. Aisthesis n. 47 Chile Santiago jul. 2010

     

  23. La opción predeterminada: Las políticas del diseño en la Ciudad Inteligente

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    Por Matías Valderrama Barragán

    Normalmente cuando se habla de Smart Cities en la literatura, se pone de manifiesto la posible optimización de recursos y procesos mediante la creciente ubicuidad y alcance que están tomando los múltiples dispositivos digitales. Mientras más pequeños, miniaturizados y baratos se vuelven los chips de computadoras y circuitos electrónicos, más fácil se ha vuelto conectar y hacer “sensible” diferentes objetos entre sí (Featherstone, 2009, p. 2). Si antes las computadoras eran gigantes y pesados armatostes que se tenían que ubicar y fijar en un delimitado espacio, hoy al reducirse a su mínima expresión –proceso que continuará hasta quien sabe que corpúsculo digital- irónicamente los medios computacionales invaden toda la ciudad.

    En estos tiempos en que los medios digitales permean nuestros cuerpos, vestimentas, sentidos, culturas y ciudades, es común preguntarnos por los “efectos” que tendrán ciertas tecnologías sobre las personas y muchas de estas preguntas terminan en un claro determinismo y “solucionismo” tecnológico. Variados autores se han encargado de criticar la noción de un público pasivo –ciudadanos pasivos en el caso de la Smart City–, que se verían afectados de manera simple y directa por la tecnología, sin ofrecer ninguna resistencia aparente. Evidentemente que se debe evitar caer en esos reduccionismos, no obstante, se vuelve crucial analizar qué modulaciones y controles pueden llegar a posibilitar las tecnologías Smart en la ciudad. Pues como Gilles Deleuze ya hacía ver sobre este punto escribía:

    Tipos de máquinas son fácilmente relacionadas para cada tipo de sociedad –no porque las maquinas estén determinándolas, sino porque ellas expresan las formas sociales capaces de poder generarlas y usarlas. (Deleuze, 1992, p. 6)

    Comúnmente las críticas al proyecto Smart City se centran en la falta de proyección de las autoridades, el bajo nivel de inversión en infraestructura de este tipo de los privados o a los usos errados de estas tecnologías que les dan los usuarios, que no llegan a cumplir las expectativas, que se les da un uso equivocado o que no se usan. Sin duda que habrá mucho de eso, pero igualmente relevante de examinar son los diseños de estas tecnologías Smart  lo fuertemente político que sucede en ese proceso social que genera estas tecnologías. No debemos pensar los dispositivos Smart como entes neutrales o meros intermediarios pasivos, sino como artefactos que presentan una injerencia a la hora de mediar, visibilizar, traducir y enactar lo social (Latour, 2005; Marres, 2015).

    En la medida que se  hacen más extensivo los dispositivos digitales y automatizados en nuestros entornos urbanos, más importante se vuelve examinar que modulaciones se buscan en  el diseño de estos artefactos, a la hora de definir qué almacenar, registrar o mostrar, qué destacar o permitir. Todas esas decisiones por más mínimas que parezcan, son sumamente políticas y pueden orientar los artefactos a una forma bien particular de ciudadano y de hacer ciudad, cuestión que se pone en segundo plano cuando se calculan los “efectos” macro y la rentabilidad social. Se asume que las tecnologías, independiente de quien las genere, desarrolle y promueva y bajo qué intereses y propósitos, tienen un efecto puro –más o menos eficiente, más o menos cuantificable- inherente en el dispositivo mismo.  Elaborar una Smart Grid, articular parquímetros inteligentes, armar una red de bicicletas arrendadas con la tarjeta, lograran agilizar procesos en cierta cantidad de tiempo, disminuir ciertos recursos y aumentar el consumo de ciertos productos, son todos procesos cuidadosamente diseñados, por lo mismo, cargados de definiciones, intereses y valores que no pueden dejarse en manos de técnicos solamente.

    A continuación revisaré tres casos  aparentemente inconexos entre sí, pero que dan cuenta de la importancia política del diseño y nos pueden entregar varias luces sobre las posibles modulaciones en nuestras ciudades.

    Adicción y ganancias mediante el diseño

    Natasha Dow Schüll en su libro Addiction by Design revisa la arquitectura, diseño y programación detrás de los casinos en las Vegas. En la primera parte del libro da cuenta cómo el diseño de los espacios destinados a las máquinas de azar está pensado de antemano, por ejemplo, estableciendo techos bajos, ambientes cerrados, medio oscuros y con pasillos enredados, cosa de que las personas al entrar en esta suerte de laberinto se pierdan en “La Zona” y solo se centren en jugar en las máquinas. El propio diseño de estas máquinas sigue la misma lógica por  sus formas curvas y ergonómicas, los sonidos que imitan el de las monedas, las luces tenues que no son ni muy altas para cansar a los jugadores ni muy bajas para que no se queden dormidos, etc. todas estas características están orientadas a cumplir el deseo vicioso de los jugadores por armar su propio “capullo” dentro del casino entre el jugador y su máquina. Agregándole funciones como pedir comida desde la misma maquina o conectar la tarjeta de crédito, se extiende el tiempo que el usuario puede permanecer en la maquina jugando. El pasar de usar monedas y dinero físico, a créditos y tarjetas del casino como forma de apostar en estas máquinas no sólo evita que los jugadores se paren a buscar dinero en los cajeros, sino que además haría perder la noción del valor del dinero. La propia programación e ingeniería detrás del cálculo de las chances de ganar y perder, al agregar una rueda virtual a la máquina, está pensado para hacer creer en la ilusión de que hay más probabilidades de ganar de las que en realidad son. En suma, todo el diseño de los espacios, máquinas y procesadores están sumamente pensados para crear experiencias y ambientes que alimentan el vicio de los jugadores, incluso desde antes que estos lleguen al casino.  Son factores que modulan y afectan el jugar, que están orientados a, por un lado, satisfacer las necesidades de los usuarios, pero por otro, de manera asimétrica, sacar la máxima ganancia para las grandes corporaciones de los casinos: “Diseñar estrategias para lograr la continua productividad empareja el deseo de los apostadores de prolongar el aislamiento en la Zona; y viceversa,  los apostadores se convierten en colaboradores en la optimización de las ganancias de la industria” (Dow, 2012, p. 73).

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    Regulación legal mediante el diseño

    Otro caso notable son los intermediarios digitales contemporáneos como Youtube, en donde los usuarios crean sus propios contenidos de manera autónoma y los suben a la web. Los espacios que sirven de vitrina a estos contenidos, son comúnmente tildadas como “plataformas” supuestamente abiertas, colaborativas y neutrales. Tarleton Gillespie (2007, 2010, 2015) las ha criticado de manera perspicaz, planteando que estas intervienen y afectan al usuario de manera importante.

    Por alguna razón, sigue siendo tentador el estudiar la dinámica social en las plataformas sin tener en cuenta la plataforma de sí misma, tratándola como simplemente allí, irrelevante o diseñada de la única forma imaginable. Pero […] las plataformas, en su diseño técnico, los imperativos económicos, marcos regulatorios, y el carácter público, tienen distintas consecuencias en lo que son capaces de hacer los usuarios, y en lo que realmente terminan haciendo. (Gillespie, 2015, p.1)

    Por ejemplo toda la creación de contenidos de usuarios en Youtube, aunque no sea tan evidente, esta permeada por los marcos que de manera implícita establece Youtube. Estos marcos se sustentarían en cuestiones legales y de copyrights que prohibirían el uso de música con derechos de autor en los videos caseros o la presentación de cinemáticas de videojuegos en los reviews de los gamers sin el permiso de los estudios y diseñadores. Incluso al momento de subir el contenido a Youtube, antes de publicarlo, se activan los algoritmos que revisan que el contenido subido no tenga elementos con derechos de autor y de hallarlo le envía advertencias al usuario. Todo “Youtuber” debe estar atento a evitar las advertencias y por sobre todo los “Strikes”, que ocurren cuando el propietario de un contenido hace un requerimiento legal acusando plagio o uso ilegal de su contenido a Youtube. Al recibir strikes se pierde acceso a ciertas funcionalidades de Youtube y al tercero, simulando el baseball, de manera automática el canal es bajado y la cuenta es terminada, sin posibilidad de crear otra nueva. Estos marcos legales que habilitan ciertos modos de creación e inhiben otros, emergen sobre todo cuando se busca hacer rentable y monetarizar esos contenidos.  Por lo que  Youtube, según Gillespie, se orientaría principalmente al beneficio de los holdings mediáticos al satisfacer las normas legales y restricciones de derechos de autor que constantemente aquejan a Google en diferentes ámbitos. De esta manera, por medio de la programación de algoritmos e interfaces, de manera muy política, asimétrica e interesada, se controla y modula a esos usuarios incluso antes de si quiera grabar algún contenido.

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    En otro lugar, Gillespie (2007) plantea que la regulación legal del uso de la tecnología mediante el mandato de las leyes ha perdido efectividad, pasando a ser más práctico e invisible el constreñimiento del uso de las tecnologías mediante la regulación del propio diseño de las tecnologías, en sus interfaces, prácticas y bloqueos automatizados. De este modo, los usuarios son activamente frustrados mediante la capacidad de la plataforma de delimitar no solo lo que puede hacer técnicamente el usuario dentro de la plataforma, sino que a su vez y más importante aún, al especificar su propia auto-percepción de sus capacidades en ella. Así se llegan a afirmaciones como: “No puedo poner esta canción aunque me encante en el video, porque tendré un strike o peor aún la plataforma no me dejará subirlo siquiera”. El caso de los DVD es aún más ejemplificador, pues si antes las caseteras venían diseñadas con la función de grabar, dando pie a  crear copias ilegales de casetes, con las videograbadoras pero sobre todo el DVD esa opción fue sacada de los dispositivos. El objetivo así es que no exista agencia de la cual los usuarios se sientan frustrados  por no poder ejercerla. No es que se use incorrectamente el dispositivo y luego se castigue, la manera actual es orientar el diseño para que la persona no pueda si quiera usarla de un modo incorrecto o ajeno a los intereses de las industrias mediáticas. Como escribe Gillespie:

    Los proveedores de contenido y los legisladores han comenzado a implementar cambios significativos en la forma en que los derechos de autor se aplican en la cultura digital. El centro de estos cambios es un giro fundamental en la estrategia, desde la regulación del uso de la tecnología a través de la ley, a reglamentar el diseño de la tecnología con el fin de limitar y constreñir su uso (Gillespie, 2007, p.6)

    Defensa de la Privacidad mediante el Diseño

    Muy conectado con el ejemplo anterior, la iniciativa Privacy by Design de la comisionada de información y Privacidad, Ann Cavoukian, alienta a que los sistemas digitales respeten la privacidad de la información personal de sus usuarios desde los procesos de diseño de estos sistemas. Siguiendo el usuario-centrismo del diseño de los casinos y las plataformas de la Web 2.0., Cavoukian en sus 7 principios del Privacy by Design plantea que “hay que mantener al usuario en el centro de las prioridades” en cualquier modelo de negocio o sistema tecnológico que recopile información sensible y personal. Ser preventivos más que correctivos, no se debe esperar a que se vulnere la privacidad de los usuarios para actuar, al contrario, se debe evitar que ocurran estas vulneraciones de manera “predeterminada”:

    ¡Lo predeterminado es lo que manda! La Privacidad por Diseño busca entregar el máximo grado de privacidad asegurándose de que los datos personales estén protegidos automáticamente en cualquier sistema de IT dado o en cualquier práctica de negocios. Si una la persona no toma una acción, aún así la privacidad se mantiene intacta. No se requiere acción alguna de parte de la persona para proteger la privacidad – está interconstruida en el sistema, como una configuración predeterminada (Cavoukian, 2009).

    Para ello, continua el decálogo, el respeto a la privacidad debe estar “incrustado” en el diseño y arquitectura de los dispositivos y sistemas digitales. Debe ser parte integral del código y no un mero suplemento a posteriori. Por ejemplo, en los software de vigilancia usados en las cámaras de seguridad deberían venir de manera pre-configurada que los rostros que capture la analítica de la cámara sean anonimizados. Y esta orientación respetuosa de la información debería estar incrustada en los sistemas inclusive antes de que el primer elemento de información haya sido recolectado y debe continuar a través de todo el ciclo de vida de estos datos.

    El peligro de configurar lo Smart como la manera “predeterminada” de hacer ciudad

    Estos tres casos nos ilustran que la tecnología es siempre generada y construida con ciertas intenciones e ideas de por medio que pueden ser virtuosas como viciosas dependiendo del caso. El diseño orientado al usuario no necesariamente implica algo positivo per se, pues genera nuevas formas de control más amigables y menos agresivas pero que tienen igual o más efectividad a la hora de modular y afectar los comportamientos de los usuarios. Los procesos de diseño importan, no solo porque pueden explicar los problemas y desajustes del uso posterior, sino porque en dichos procesos se imbrican los objetos en relaciones de poder, intereses y orientaciones como a la ganancia o a la conservación de ciertos derechos que benefician a ciertos grupos y afectan a otros, como a las compañías de casinos, disqueras o a los ciudadanos grabados.

    La concepción de Smart Cities está aún en pañales o en fase beta en las ciudades de Chile. Sigue siendo parte de los departamentos y grupos de innovación social más que ser modelos de negocios probados y rentables. Sin embargo, al difundirse e institucionalizarse el concepto cada vez más, al generarse alianzas entre el ámbito público y privado, al inyectar recursos para proyectos de este estilo por el Estado, etc. ocurrirán problemas y momentos de inestabilidad. Y es importante que en dichas instancias, no se caiga en una queja hacia el usuario dumb que no supo usar la tecnología smart, sino también se debe hacer público los poderes que presionaron y dirigieron el diseño de los sistemas y dispositivos digitales hacia una orientación bien particular y no otra. Orientación que puede establecer como “predeterminado” ciertas acciones y marcos legales, políticos y económicos que alienten las ganancias de sus propietarios por sobre los intereses de ciudadanos concernidos.

    De esta manera, la cuestión no se agota con involucrar a los usuarios en los procesos de implementación y funcionamiento de estas tecnologías, sino que se vuelve clave y sumamente político ese momento anterior, por lo que es importante ciudadanizar y abrir los procesos de diseño  de estas tecnologías si se quieren precisamente aplicar a la ciudad. Fomentar no solo la protección a la privacidad sino también otros derechos, normas legales y valores como la participación política, las leyes de tránsito, el cuidado del medioambiente, un uso responsable de la energía, etc. son cuestiones éticas que deben ser discutidas ciudadanamente a las cuales se podría aspirar en los procesos de diseño y prototipado abierto de las tecnologías urbanas.

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    Es crucial preguntarse entonces no sólo por cómo satisfacer de manera eficiente las necesidades urbanas de los ciudadanos, sino también qué tipo de ciudadanos y qué tipos de comportamientos estaríamos potenciando de manera implícita al diseñar la tecnología de un modo y no otro. Y más aún, no dejarse de hacer la pregunta por a quienes estaríamos beneficiando y/o lastimando al “predeterminar” un modelo de hacer ciudad mediante esta tecnología.

    Ahora bien, es evidente que los usuarios de Youtube, así como de otras tecnologías, se van adaptando de diversas maneras y se resisten a las políticas de copyright en Internet, armando triquiñuelas para igual saltarse estas regulaciones. Como escriben Jenkins, Ford y Green al respecto, no sin exagerar a ratos la supuesta agencia de los usuarios de las plataformas 2.0.:

    Tecnologías nunca pueden ser diseñadas para controlar absolutamente como el material se despliega dentro de un contexto social y cultural determinado. De hecho, los usos populares y de nichos de tecnología siempre se desvían muy lejos de todo lo previsto por el diseñador (Jenkins et al. 2013, p. 38)

    Las tecnologías ciertamente no predeterminan unilinealmente a las personas a actuar de ciertas maneras ni claramente lo predeterminado “manda”. Pero las configuraciones preestablecidas de las tecnologías  posibilitan ciertas formas sociales de control cada vez más sofisticadas. Esa es la gracia de la modulación a la Deleuze, que nunca es total, estática y visible, controla y perpetúa los flujos de movimiento en una cierta orientación más que interrumpirlos, disciplinarlos y cortarlos de frentón.

    Al tecnologizar cada vez más la ciudad, al hacerla más sintiente e “interactiva”, podríamos estar optimizando ciertos procesos, evitando los tacos, gastando menos recursos, facilitando la movilización de los ciudadanos, pero se vuelve crucial relevar qué se quiere optimizar, a quienes les beneficia el ahorro de recursos, quienes registran, almacenan y procesan la información de los ciudadanos, qué posibilidad tienen los  ciudadanos de elegir otras formas, etc. Hay una cuestión política detrás de la configuración de los dispositivos, sensores y cosas inteligentes que debe ser constantemente problematizada, de lo contrario se puede generar una manera “predeterminada”  de hacer ciudad orientada por los propietarios de esas tecnologías y no por todos los ciudadanos.

    Referencias

    Cavoukian, A. (2009). 7 Fundational Principles. Recuperado el 28 de Noviembre de https://www.privacybydesign.ca/index.php/about-pbd/7-foundational-principles/

    Deleuze, G. (1992). Postscript on the Societies of Control. October 59, 3-7.

    Schüll, N. D. (2012). Addiction by Design. Machine Gambling in Las Vegas. Princeton: Princeton University Press

    Gillespie, Tarleton (2007). Wired Shut. Copyright and the shape of digital culture. Cambridge, MA: MIT Press.

    Gillespie, Tarleton (2010). The politics of ‘platforms’. New media & Society, 12(3), 347–364

    Gillespie, Tarleton (2015). Platforms Intervene. Social Media + Society, SI: Manifesto, pp. 1-2.

    Jenkins, H. Ford, S. y Green, J. (2013). Spreadable Media. Creating value and meaning in a networked culture. New York: NYU Press.

    Latour, B. (2005a). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.

    Marres, N. (2015).  Why Map Issues? On Controversy Analysis as a Digital Method. Science, Technology, & Human Values, 1-32.

     

     

     

  24. Notas sobre Workshop Experimental “Prototipando lo urbano: De la Ciudad Inteligente a la Ciudad Cosmopolítica”

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    Por Martin Tironi

    Durante la semana del 19 de Octubre, realizamos un inolvidable Workshop Experimental que convocó a múltiples actores y sensibilidades, desde sociólogos y antropólogos, pasando por artistas visuales, filósofos, psicólogos, documentalistas, poetas e historiadores.  Uno de los propósitos fue generar puntos de conexión entre diferentes formas de ‘captar’, ‘registrar’ y ‘enactar’ el mundo (o los mundos), formatos abiertos que permitan explorar la relación entre teoría y práctica, entre arte y las ciencias sociales. Los resultados del Workshop, que tiene como proyección primera una publicación colectiva, trabajo en torno a un caso de estudio particular: El Museo Comunitario del Barrio Yungay y la ecología urbana en la que se inscribe. Desde un principio este Workshop fue concebido como una experiencia de investigación colectiva, multimedia e interdisciplinaria. Tanto el carácter experimental como en el modo de indagación colectiva, se inspiran de una perspectiva cosmopolítica; esto es, buscar los repertorios adecuados capaces de convocar/visualizar aquellos modos de existencia que no se restringen a lo humano, produciendo una composición progresiva de intereses humanos y no humanos.  Por otra parte, este modo de accionar y pensar la condición urbana, incorporó la noción de prototipo y ecologías en beta conceptualizada por el destacado antropólogo Alberto Corsín Jimenez.

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    Desde este marco conceptual y sin tener un programa predefinido sobre los resultados de la experiencia, los participantes del Workshop tuvimos una primera jornada de terreno en el cual tuvimos una serie de encuentros con diferentes actores del Museo Comunitario Yungay, así como un recorrido por el barrio acompañados por sus dirigentes. Producto de esa visita, sumamente fugaz pero sugerente y provocadora, nos surgieron diferentes inquietudes respecto a cómo hacernos cargo de la posición de cada uno, así como de las consecuencias tanto de este museo comunitario en nosotros, como también de las expectativas que suscitó nuestra visita al museo y al barrio. Les dejamos un video que resume lo que fue esta experiencia.

    Durante las dos jornadas que siguieron al trabajo en terreno, emergió una idea extremadamente sugerente que logró articular y convocar al grupo de una manera bastante orgánica: trabajar en torno al concepto del “Campus Yungay”. Esta figura metafórica, apreció como un lugar fronterizo entre lo ficticio y lo real que llama a ser prototipado, a través de diferentes formas de narración, representación y visualización. El concepto del ‘Campus Yungay’ emergió en este proceso de ‘especulación fundamentada’ que fuimos desarrollando colectivamente, pero sugiere una posibilidad, un ‘hacerse cargo’ de una nueva forma de producción de conocimiento radicalmente simétrica, que no hace distinción entre lo real y ficticio, entre lo conceptual y emocional, entre lo profano y experto. El ‘Campus Yungay’, como espacio aumentado, logró hacernos parte, aglutinar y redistribuir diferentes fuerzas y agencias, voces y miradas, oficios y problemáticas. El ‘Campus Yungay’, como ejercicio interdisciplinar, no supone un cosmos común ni consenso universal, sino un trabajo de recomposición siempre momentáneo y parcial, de hacerlo posible a través de diferentes modos de indagación y de producción de conocimiento. El ‘Campus Yungay’ surge como una manera de atender la heterogeneidad, la densidad de entidades y mediaciones que nos rodean y nos hacen hacer. El ‘Campus Yungay’ se fue desplegando de esta manera,  como un trabajo composicional de intereses y saberes (humanos y no-humanos), que se resisten a la condena de tener que pensar que las cosas son como son. El ‘Campus Yungay’ como materialización o realización del derecho a la especulación, a experimentar modos alternativos de producir, circular y significar el conocimiento del mundo. En fin, el ‘Campus Yungay’ se vuelve un gesto humilde, diplomático, cuidadoso con las entidades comprometidas, y que nos obliga a despojarnos de convicciones y dejarnos habitar por la incertidumbre y el vértigo de la investigación, a ralentizar nuestra mirada sobre las cosas.

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    Justamente, para ralentizar la marcha, tuvimos que ampliar nuestras temporalidades presupuestas. Esta idea de ‘Campus Yungay’ sigue en una fase beta, esta “aún en pañales” como se diría cotidianamente y esperamos continuar el trabajo para elaborar la publicación colectiva sobre el Campus Yungay. En paralelo, iremos subiendo parte del registro del taller en el sitio cosmopolitica.cl

  25. Workshop Experimental y Seminario: Ecologías en Beta. Ciudades y protopolíticas.

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    El viernes 23 de octubre se llevará acabo se seminario abierto de Alberto Corsín Jiménez, titulado Ecologías en Beta: ciudad y protopolíticas, donde abordará cuestiones vinculadas al urbanismo open source y el derecho a las infraestructuras. 

    En el marco del Fondecyt (Nº 11140042), y el Grupo de Estudios sobre Visualización y Controversias de Diseño UC, y el apoyo del Programa de Antropología UC, este seminario abierto estará precedido de un Workshop Experimental, concebido como una experiencia de investigación colectiva, multimedia e interdisciplinaria. Tanto la co-autoría como el modo de indagación colectiva, participan de una perspectiva cosmopolítica. Este modo de acción incorpora la noción de prototipo y ecologías en beta, como horizonte de sentido y modo de investigación de la inteligencia urbana.

    [gview file=”http://www.plataformasdt.cl/cms/wp-content/uploads/2015/09/afiche-ecologias-en-b.pdf”]

    Creemos que en paralelo al fenómeno de la smartización de las urbes, somos testigos de una proliferación de iniciativas ciudadanas, las que visibilizan diversas agendas y modos de vida, al tiempo que se apropian temporal y espacialmente de fragmentos de lo público. Las iniciativas de recuperación de áreas verdes, los talleres de reparación de objetos en mal estado, los proyectos de huertos urbanos, los colectivos de defensa del patrimonio y el medioambiente, el derecho a caminar o moverse en bicicleta de modo seguro, están reinventando la relación con la ciudad, dando cuenta de una polinización cruzada entre lo Smart y lo público, entre lo experto y profano, entre lo privado y el procomún. Estas formas plurales de concebir la noción de inteligencia urbana son pulsiones emergentes de una ciudad re-diseñada y re-escrita descentralizadamente, desde las prácticas situadas y locales de los individuos, desplegando nuevos formatos de re-significación y conformación de lo público, de producción y circulación de conocimiento, de traducción de inteligencia por inteligencias.

    Al modo de la exposición Making Things Public: Atmospheres of Democracy (2005), comisariada por Latour y Peter Weibel, en la que se exploran diversas formas de representar los interese de entidades “no humanas” (rios, animales, plantas, dioses) este workshop es una invitación a participar de una situación  de indagación colectiva orientada a generar un registro original y heterogéneo a partir del caso de estudio propuesto: el Museo comunitario Barrio Yungay, y el ecosistema (urbano, social y político) en el que éste se inscribe.

    Uno de los objetivos metodológicos del workshop es transitar de la cosmopolítica como concepto analitico, a la cosmopolítica como experiencia de indagación cuidadosa de los diferentes modos de existencia, invitando a ampliar los modos de representación y registro de la condición urbana. Así, el prototipo cosmopolítico de la ciudad no sólo lo concebimos tema a investigar, sino también un método a prototipar en este workshop interdisciplinario. Deseamos que esta experiencia de indagación colectiva ofrezca un cosmograma (Damián Ortega, 2002; Tresh, 2007; ) que de cuenta, de manera situada, de una visión sobre el caso de estudio.

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  26. Ludificando la Smart City: estrategias de involucramiento ciudadano para una Social City

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    Por Matías Valderrama.

    Sociólogo UC, Investigador Fondecyt “Configurando espacios y usuarios inteligentes. Un estudio sociotécnico de las prácticas, dispositivos y discursos de las ‘Smart Cities‘ en Chile

    Comúnmente en los discursos en torno a la Smart Cities, se acostumbra a asimilar el concepto de inteligencia con eficiencia, automatización y predictibilidad. Grandes compañías como Microsoft, IBM, HP, CISCO han desarrollado proyectos y soluciones inteligentes centradas en el manejo eficiente de las grandes cantidades de información digital que genera la ciudad  a diario, en temas como transporte, contaminación, sustentabilidad, seguridad, etc. Por ejemplo, si vamos al prototipo de ciudad inteligente que está implementando la empresa Enersis en la Ciudad Empresarial, notaremos que el foco está puesto en cómo gestionar de manera “inteligente” los recursos energéticos del sector, para así aumentar la eficiencia del sistema y disminuir la contaminación y congestión.

    Más allá de que uno podría desear que ese  intento de Enersis por cuidar el medio ambiente no solo lo aplicaran en la ciudad empresarial en el barrio alto de Vitacura; se hace interesante preguntarse si la noción de Ciudad Inteligente se debería limitar solamente a la gestión eficiente y automatizada de información y recursos en un determinado espacio. Pareciera que el intento de conectar la ciudad con las tecnologías digitales solo se ha centrado en conseguir mayor productividad y eficiencia técnica, aun cuando la experiencia urbana de los ciudadanos no se puede reducir a una búsqueda racional de optmización de sus recursos

    Diferentes autores en la literatura reciente han criticado esta idea desde diversas aristas. Michiel de Lange y Martjin de Waal, de la Universidad de Utrecht y la Universidad de Amsterdam respectivamente, son uno de ellos. Más allá de las revisitadas críticas orwellianas del Gran Hermano frente al concepto de Smart City, de Lange y de Waal (2013) nos alertan de la poca posibilidad de los ciudadanos de participar y co-crear estas soluciones inteligentes (al menos en sus fases iniciales). Más aún, comúnmente se involucran a municipios, universidades y expertos dentro del desarrollo de estas tecnologías y se concibe a los ciudadanos como consumidores objetivo, validadores o usuarios finales (end-users) solamente. El desafío está en cómo involucrar a los ciudadanos en estas nuevas tecnologías, en cómo hacer de la Smart City una verdadera Social City en que las personas que vivan en ella sientan como propia a la ciudad. Los autores nos invitan a defender la propiedad y derecho de los ciudadanos de participar en los temas de la ciudad inteligente, no reduciendo su rol a meros end-users. Quizás la palabra no sea muy afortunada, pero los autores no entienden lo usual por “propiedad” (ownership), sino que apuntan a ese sentido de pertenencia y compromiso a un espacio que se hace colectivamente bajo dicho concepto.

    De esta manera, las Smart Cities no solo se deberían focalizar en cómo evitar la contaminación, evitar los atochamientos o el mal uso de la energía por parte de las personas que viven en ellas, mediante tecnologías tan exitosas como invisibles; sino que también se debiese incluir el cómo afectar y poner en relación las soluciones con los ciudadanos de tal manera que los ciudadanos se apropien de ellas y las vayan definiendo en un proceso progresivo y articulado con el entorno.  Esto nos podría llevar a una idealizada imagen de los ciudadanos como un colectivo que tienden al consenso y a la amistad. Según los autores, no es así pues la invitación es a pensar las Smart Cities continuamente haciéndose entre una red de actores diferentes y hasta contrarios, pero que de igual modo, todos se sientan con la propiedad de opinar, participar, crear y hacer la ciudad. Como escriben:

    “The advent of digital media technologies in the urban sphere offers opportunities to organize citizen engagement neither in local bottom–up nor institutionalized top–down fashion, but in networked peer–to–peer ways. Instead of seeking consensus these tools allow room for managing differences” (de Lange, M. & de Waal, M., 2013).

    Si bien este argumento posee una dosis importante de idealización y la idea de “manejar las diferencias” puede resultar hasta peligrosa, la apuesta es valiosa, principalmente cuando vemos la bajada más empírica de toda esta crítica.

    Involucrando a los ciudadanos a través del juego

    Puede haber múltiples formas de involucrar a los ciudadanos de manera inteligente con  su espacio urbano, no solo tiene que ser la más seria y clásica participación política. Por ello, la que expone de Lange en otro lugar (2015) es sumamente interesante y por sobre todo, entretenida: La manera de hacer más social la ciudad inteligente sería hacerla más “lúdica” y “jugable”. Muy inspirada en el movimiento situacionista y sus tácticas subversivas cotidianas de contra-juego, las soluciones y tecnologías digitales de la  Playful City apuntarían a rediseñar espacios urbanos en verdaderos tableros de entretención. Siempre han estado entrelazados los juegos con la ciudad. Si vamos a la literatura, desde el clásico Homo Ludens de Huizinga en adelante, se ha observado lo lúdico como un espacio o “círculo mágico” rodeado de misterio y sacralidad separada del mundo profano de la ciudad seria y productiva. En ese círculo mágico podríamos desenvolvernos con mayor soltura, se siguen reglas que solo hacen sentido dentro de él y no se perseguiría un interés productivo sino solo el afán de divertirse. Con estos juegos pensados desde y para el espacio urbano se desafían y se reactualizan muchas de estas nociones. La idea sería diseñar y co-crear juegos en cada parte de la ciudad, para re-significar esos espacios, problematizar los límites entre el juego y lo serio, alentar el asombro, participación y apropiación de los ciudadanos en múltiples niveles.

    Ejemplos de esto son variados, uno muy recordado y simple es el de una escalera rediseñada como un gran piano en que las personas al pisar un peldaño suena una nota musical, alentando de este modo a usar la escalera en vez de las escalas mecánicas. En el metro de Santiago se implementó esto en algunas estaciones por ejemplo (aunque al parecer clausuraban su acceso quizás por qué razón).

     

    Pero otros ejemplos más novedosos y potentes son los generados en el taller “Playful City” (http://internationaal-netwerkprogramma-asem.hetnieuweinstituut.nl/en/activities/creative-skills-playful-cities), en el que participa de Lange y otros, así como también en el interesante programa “Playable City” en Bristol (http://www.watershed.co.uk/playablecity/). En este último se encuentran casos notables como el de Hello Lamp Post, el ganador del programa en 2013, ahora llevado a Austin (http://www.hellolamppostaustin.com/). Este consiste en darle “vida” a todos los elementos del entorno urbano que comúnmente pasan desapercibidos como buzones de correo, faroles, puentes, paradas de buses, señaléticas, etc. Según los códigos de cada uno de estos elementos, uno puede enviarles un mensaje desde el celular para ver qué responden de vuelta y entablar así una suerte de conversación con estos objetos urbanos que tendrían una personalidad propia. Y justamente las respuestas de los objetos se van haciendo en base a la interacción con otros usuarios.

     

    how to play

     

    Otro caso muy interesante es Urbanimals (http://www.theguardian.com/cities/2015/sep/16/bristol-playable-city-digital-kangaroo-rabbit-dolphin-urbanimals), el ganador de este año, que consiste en la proyección digital en la calle misma de criaturas 3D con formas de delfines, conejos y kanguros. Los transeúntes pueden interactuar y jugar con estas criaturas mediante una cámara Kinect que observa sus movimientos, así como también las criaturas se desplazan y juegan con la arquitectura de la ciudad.

    Algunos de los diseños experimentales Urbanimals

    Transeúntes de Bristol jugando con un conejo 3D

    Que los mismos transeúntes vayan creando sus propias formas de interactuar con estos juegos y que generen contenidos al caminar por una vereda o pasar por una iluminaria pública es la idea principal de diferentes iniciativas de este estilo. Como plantea de Lange (2015), al hacer entretenida la ciudad se podría estimular también los encuentros y conversaciones con otros ciudadanos extraños, da para reírse un rato con otros y generaría un mayor sentido de pertenencia, arraigo y cuidado de la ciudad. En definitiva, las soluciones inteligentes no solo pueden ayudarnos a administrar mejor las variables de la ciudad sino también a pasarla bien en ella y apropiárnosla. La calidad de vida y la vida urbana también mejoran en todas estas prácticas aparentemente “improductivas” desde la óptica economicista finalmente. El desafío es desarrollar bajo ese horizonte nuevas ideas para nuestras ciudades.

    Como escribe el autor:

    Thinking and working along the lines of the “playful city” open up a host of ways to conceive “smartness”, instead of just a technologically-driven one. If we want citizens to be smart alongside cities, we need to better understand how people are already smart in a multitude of ways and how we could leverage this to make better and more interesting cities. […] Playing together allows trustful relationships to form, which allows forging new social ties or solidifying existing ones. Play in itself probably is not enough to solve urban problems, such as vacancy or the lack of ownership and social cohesion. Playing together, however, may act as a catalyst. […] Cities face ever more complex issues. This requires smart strategies to tap into the pool of citizen wisdom and participation. Games and play seem great ways to do so. However, this requires planners to relinquish control, accept uncertain and ambiguous outcomes, and to allow failure to possibly occur (de Lange, 2015, p. 433).

     

     

    Referencias

    de Lange, M. & de Waal, M. (2013). “Owning the City: New Media and Citizen Engagement in Urban Design”. First Monday, special issue Media & the city, 18(11).

    de Lange, Michiel (2015). “The Playful City: Using Play and Games to Foster Citizen Participation.” In Social Technologies and  Collective Intelligence, edited by Aelita Skaržauskienė, pp. 426-434.  Vilnius: Mykolas Romeris University.

  27. Comentario al libro “Design, when everybody designs: An introduction to Design for Social Innovation” de Enzo Manzini

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    Por Laura Quezado

    Actualmente, la palabra ‘diseño’ es designada para muchas cosas. Sin embargo, para K. Friedman, E. Stolterman – editores de la colección Design Thinking, Design Theory (The MIT Press) el factor común que las vincula es el servicio: los diseñadores se dedican a prestar servicios cuyos resultados buscan satisfacer las necesidades humanas.

    Para Enzo Manzini, reconocido estratega de diseño y experto en diseño sostenible, sostiene la tesis que todos estamos dotados con la capacidad natural de diseñar, pero no todo el mundo es un diseñador competente y muy pocos se convierten en diseñadores profesionales. A partir de esta premisa, y bajo una visión optimista sobre los rumbos de la humanidad, el diseñador italiano observa las prácticas locales y cotidianas: las personas en su vida cotidiana, empeñadas en su lucha diaria, con múltiples problemas y dificultades, van desarrollando oportunidades y soluciones. El autor observa cómo cada vez con más frecuencia, estas personas (re)descubren el poder de la colaboración para aumentar sus capacidades, y cómo éste (re)descubrimiento da lugar a nuevas formas de organización colaborativas y a nuevos artefactos que los ayudarán a solucionar los nuevos desafíos. En este contexto, argumenta Manzini que los diseñadores profesionales tienen una responsabilidad importante frente a los cambios sociales del futuro, generando las condiciones para un trabajo colectivo y colaborativo entre profesionales y públicos no-profesionales.

    Innovación social: hacia una Nueva Civilización

    Donkey Farm3

    La hacienda Little Donkey Farm está ubicada en las afueras de Pekín. El proyecto, inserido en un contexto urbano-rural, es uno de los ejemplos de innovación social destacados por Manzini. Fuente: Little Donkey Farm

    El libro comienza tratando de los cambios ocurridos en el diseño y en la sociedad. Son cambios vinculados de un mundo cada vez más conectado y en transición hacia un paradigma de la sustentabilidad. Un mundo en que todos constantemente tienen que diseñar y re-diseñar su existencia, quieran o no; un mundo en que muchos de estos proyectos convergen y dan lugar a amplios cambios sociales; un mundo en que el rol de los expertos en diseño es alimentar y entregar suporte a estos proyectos individuales y colectivos, y de esta forma, potenciar los cambios sociales que estos ocasionan. En otras palabras, el diseñador puede ser comprendido como un facilitador de las transformaciones sociales que están realizando diferentes colectivos organizados.

    El proyecto incentiva que los consumidores, habitantes de la zona urbana de Pekín, arrenden una parcela de tierra y cultiven ellos mismos sus alimentos. Fuente: bjreview.com.cn

     

    ¿Qué es la innovación social? Según Manzini son los casos que emergen de una recombinación creativa de bienes y prácticas – el capital social y el patrimonio histórico; la artesanía tradicional y la tecnología avanzada, por ejemplo – con la finalidad de alcanzar , de forma inédita, metas socialmente reconocidas. La posible convergencia de innovación social y los  sistemas distribuidos[1] podría dar lugar a redes de microempresas capaces de revolucionar el sistema de producción, mejorando la dimensión local y redistribuyendo actividades de producción y oportunidades de trabajo en direcciones opuestas de lo que ha sido dominante en décadas pasadas (Rojo, 2003).

    El contexto de interés del libro es de la gran transición: un proceso de cambio en lo cual la humanidad está empezando a llegar a un acuerdo con los límites del planeta, y lo cual también nos está conduciendo a un mejor uso de toda la conectividad disponible. Sin lugar a dudas, experimentamos actualmente un estado de sobre-conectividad, que se traduce en un consenso creciente y equivocado, como alerta algunos autores (Mackenzie, 2007, citado por Jungnickel, 2014), de que los ciudadanos están obligados a estar siempre conectados – vía internet, sobretodo – para que, de este modo, puedan participar plenamente y disfrutar de los beneficios de la sociedad democrática moderna.

     

    FabLab_2

    Fab Lab: Un importante ejemplo de trabajo colaborativo inserido en un contexto de producción con tecnología de punta. Fuente: Fab Lab Barcelona

     

    Diseñando en un Mundo Conectado

                   El en contexto de la gran transición ¿qué se espera que haga que el Diseño? ¿Qué motiva el Diseñador y cuáles son las expectativas de los potenciales beneficiarios? Para contestar a tales cuestiones, Manzini acude a dos pares de dimensiones fundamentales de la labor del diseño; son dimensiones autónomas pero que interactúan entre sí, constituyéndose en un solo proceso en que ya se pueden reconocer ciertas características.

    Mapa 1: Polaridades. Fuente: elaboración propia con base a Manzini (2015)

    El primero par está constituido por las dimensiones: problem solving (resolución de problemas) y sense making (toma de sentido). Según el autor, el debate en torno de estas dos dimensiones se asimila mucho a anteriores sobre la relación entre Forma y Función, o entre Belleza y Utilidad. Desde la perspectiva problem solving, se encuentran aquellos que estén buscando resolver problemas reconocidamente más o menos bien formulados, como por ejemplo, soluciones que faciliten la vida de personas que sufren de diabetes, o soluciones para purificar el agua de un pueblo aislado en África. Desde la toma de sentido sense making, se encuentran aquellos que estén buscando hacer que los espacios cotidianos sean más atractivos, interesantes y agradables, como por ejemplo, el diseño de un espacio compartido en un proyecto de vivienda social en Europa.

    El segundo son las dimensiones denominadas por el autor como, diffuse design (diseño difuso) y expert design (diseño experto). Manzini explica que es posible diseñar entre los dos polos extremos – difuso y experto – donde el primero es puesto en práctica por los “no expertos” – y su capacidad de diseño natural – y el segundo por aquellos que fueron capacitados para diseñar profesionalmente.

    A partir de la combinación de estos pares (Mapa 1), es posible esbozar posibles escenarios para el Diseño, constituidos sobre una cultura que une lo local con lo global (localismo cosmopolita), y sobre una infraestructura resiliente capaz de recalificar el trabajo y acercar la producción al consumo (sistemas distribuidos).

    • Escenario 1: Organizaciones de base (diffuse design ↔ problem solving):

    Es utilizado por grupos que diseñan iniciativas que tengan como objetivo hacer frente a los problemas locales (como la falta de espacio verde en un barrio, por ejemplo). A menudo, aunque no necesariamente, sus actividades son impulsadas inicialmente por fuertes motivos ideológicos o políticos.

    • Escenario 2: Activismo cultural (diffuse design sense making):

    Es utilizado por las personas interesadas en las actividades culturales (tanto en términos profesionales, como no profesionales), y que establecieron ambiente para promover, presentar e intercambiar sus áreas de interés.

    Mapa 2: Design Modes. Fuente: elaboración propia con base a Manzini (2015)

    • Escenario 3: Diseño y agencia de comunicación (expert design sense making):

    Es utilizado por expertos que utilizan sus conocimientos y herramientas específicas para concebir y desarrollar productos originales y, servicios y artefactos comunicativos. Esta modalidad de diseño incluye la mayoría de las tradicionales agencias de diseño y comunicación.

    • Escenario 4: Diseño y agencia de tecnología (expert design problem solving):

    Es utilizado por expertos con una base muy técnica, con propósito de solucionar problemas complejos mediante la reducción de los problemas técnicos y sociales. Este modo de diseño se realiza normalmente por las agencias de diseño formadas por equipos interdisciplinarios.

    Diseño para la innovación social

    El diseño para la innovación social es todo lo que el diseño experto puede hacer para activar, mantener y orientar los procesos de cambio social hacia la sostenibilidad. En términos prácticos, es la mezcla de diferentes componentes: ideas y visiones originales (de la cultura del diseño), herramientas de diseño (de diferentes disciplinas del diseño) y creatividad (que es un don/regalo personal), en el marco de un enfoque de diseño derivada de la experiencia previa de diseño reflexivo.

    Sin embargo, ni todo el diseño es un diseño para la innovación social. La aparición de un nuevo material, una nueva tecnología funcional, o un nuevo sistema de producción siempre ha resultado en el diseño de productos, servicios y sistemas que puedan tener considerables efectos sociales. En estos casos, con todo, no estaríamos hablando de diseño para la innovación social, pues la fuerza motriz de esta transformación es tecnológica y no social.

    El diseño para la innovación social tampoco es lo mismo que diseño social. La primera expresión se refiere a formas sociales como tales; es decir, a la forma en la que se construye una sociedad. En el segundo sentido que indica la existencia de situaciones particularmente problemáticas (como la extrema pobreza, la enfermedad, o la exclusión social, y circunstancias tras eventos catastróficos) en que tanto el mercado como el Estado no lograron encontrar soluciones, y que por lo tanto plantean (o debería plantear) la necesidad de intervención urgente de alguna otra parte.

    Red de servicios colaborativos. Fuente: Slide Share. Collaborative Services, by Jégou & Manzini

    El libro, ante todo, pretende ser una contribución a la formación cultural de los diseñadores, ya sean expertos o no expertos. Su segunda y tercera parte, tituladas respectivamente Colaborative People (gente colaborativa) y Making Things Happens (haciendo con que las cosas sucedan), transcurren sobre casos conocidos por el autor, principalmente en Italia. En las palabras de Manzini, ya que la cultura está ligada al contexto, se puede decir que ésta obra es una contribución italiana a una conversación internacional.

    [1] El desarrollo de los sistemas distribuidos vino de la mano de las redes locales de alta velocidad a principios de 1970. Un sistema distribuido se define como una colección de computadores autónomos conectados por una red, y con el software distribuido adecuado para que el sistema sea visto por los usuarios como una única entidad capaz de proporcionar facilidades de computación Son seis las características principales responsables de la utilidad de los sistemas distribuidos. Se trata de compartición de recursos, apertura (openness), concurrencia, escalabilidad, tolerancia a fallos y transparencia (Colouris, 1994 citado por Rojo 2003).

    Bibliografía:

    Jungnickel, K. (2014). DiY Wifi: Re-imagining Connectivity. Palgrave Pivot.

    Manzini, E. (2015). Design, when everybody designs: An introduction to Design for Social Innovation. The Mit Press.

    Rojo, J. O. (2003). Introducción a los Sistemas Distribuidos. Acceso en 17/09/2015, disponible en: http://augcyl.org/?page_id=231

     

     

  28. Espacios urbanos y realidad virtual ¿Un paso hacia la participación?

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    Por Tomás Marín

    El 17 de Agosto se llevó a cabo la presentación del proyecto de seminario de la estudiante de arquitectura Constanza Montiel, quien junto al arquitecto Max Daiber de La Imaginería, generaron un modelo de realidad virtual del proyecto de remodelación de las Pasarelas de San Borja. Este trabajo tiene el objetivo de comunicar el proyecto arquitectónico de una manera innovadora que facilite la comprensión de la comunidad y sirva como una herramienta para la participación ciudadana. En las palabras de la propia Montiel: “Este es un proyecto que se gestó con la idea de diseño participativo, y la idea es presentar a la comunidad las Pasarelas Verdes por medio de realidad virtual para que el usuario pueda vivir y sentir esta iniciativa” (FAU, 2015)

    La realidad virtual (RV) aplicada a un proyecto arquitectónico permite al usuario experimentar sensorialmente las características de su diseño, otorgándole la posibilidad de moverse a voluntad a través de las pasarelas y de observar los detalles en primera persona, gracias a un modelo tridimensional que simula la presencia de la persona dentro del proyecto. Para esto se utiliza un controlador de consola con el que uno puede mover a su avatar para recorrer el lugar y también unos lentes especiales equipados con sensores de movimiento.

    Aquí un ejemplo de cómo funciona una simulación de realidad virtual:

    ¿De qué manera el uso de esta tecnología podría facilitar la participación ciudadana en proyectos de infraestructura urbana? ¿Cómo se podría pensar los espacios urbanos de la realidad virtual para que pudiese ser aplicada en los procesos de participación?

    Siguiendo la línea investigativa de “The smart citizen project”, lo que interesa de esto no es la grandiosidad de la técnica y sus avances en el área digital, sino los usos que se le puede dar y las potencialidades que representan para la participación del ciudadano en la conformación de la ciudad.

    La definición de “lo virtual” según la RAE, refleja una concepción generalizada de lo que RV podría significar:

    1. adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.
    2. adj. Implícito, tácito.
    3. adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real.

    A partir de esto, se entiende que nuestro lenguaje concibe lo virtual como algo ajeno a lo real que nos rodea y por lo tanto al utilizarlo se podría asumir que la realidad virtual es algo ficticio, aparente o en potencia. Nos sustrae supuestamente de nuestro espacio para insertarnos en otro donde nuestras precepciones son suplantadas y nuestra voluntad interpretada, idea que suele ser bastante generalizada y que muchas veces se asume de manera inconsciente y sin mucho cuestionamiento.  Pero, ¿será así realmente? Y ¿qué implicancias traerá esto en el uso de la herramienta y en los procesos de participación?

    De acuerdo con las palabras de A. Rowell: “La Realidad Virtual es una simulación interactiva por computador desde el punto de vista del participante, en la cual se sustituye o se aumenta la información sensorial que recibe”. Esta primera definición incluye 3 de sus componentes principales; Simulación interactiva / Interacción implícita / Inmersión sensorial.

    Siguiendo los lineamientos del “Modeling,Visualization, Interaction and Virtual Reality Research Group” (MOVING) de la universidad politécnica de  Cataluña, estos tres elementos son la base para entender la realidad virtual y de qué manera las pasarelas de San Borja se constituyen como tal:

    Simulación interactiva: el modelamiento de las pasarelas es una simulación en el sentido de que se recrea un mundo virtual que sólo existe como una representación digital en la memoria de un ordenador. Al ser interactiva esta simulación es capaz de diferenciarse de una animación.

    Interacción implícita: el sistema captura la voluntad del usuario de manera implícita a través de sus movimientos naturales. En un sistema de realidad virtual, la cámara se actualiza en función de los movimientos de la cabeza del usuario y este no tiene que traducir su voluntad a comandos específicos (como un botón), ya que eso correspondería a una interacción clásica o explícita.

    Inmersión sensorial: la desconexión de los sentidos del mundo real y la conexión al mundo virtual

    Estos supuestos reafirman la idea de RV como algo ficticio y que por lo tanto se encuentra en otro plano ajeno a la “realidad tangible”. Al hablar de una simulación se habla de representar algo, fingiendo o imitando lo que no es y que por lo tanto se asume como algo externo a todo lo que sucede en nuestras vidas. Pero esta perspectiva provoca una brecha conceptual gigantesca que limita las potencialidades de la herramienta. Este problema se puede encontrar en el núcleo de la distinción entre lo “físico-real” y lo “virtual-digital”, diferenciación en decadencia que se utiliza cada vez menos, pues ya no hay una separación entre estos conceptos.

    Esa idea del espacio secularizado está quedando obsoleta y es en parte la razón por la cual las tecnologías digitales aún no son capaces de utilizarse de manera integral en los procesos de participación. Lo digital muchas veces es considerado como una simulación, un acto ficticio que no hace más que imitar algo real y por lo tanto muchas veces carente de valor.

    El argumento de este artículo es que el proyecto de las pasarelas de san Borja no es una imitación de lo real. No son una simulación. No están fingiendo ser nada y de hecho se están mostrando a sí mismas tal cual como son: un modelo de planificación. Tan real como un mapa, un informe o una fotografía retocada. Esta realidad virtual no es una suplantación de lo real. No se está generando un salto desde un espacio a otro, sino que es el medio el que cambia y la manera en que se comunica un mensaje dentro del espacio.

    Para que la RV pueda eventualmente ser utilizada como una herramienta de participación se debería entonces asumir esta cualidad. Las personas deberían ser conscientes de lo real de esto y los alcances que podría tener en los procesos que conforman la ciudad.

    Su “artificialidad” se puede refutar argumentando que la realidad virtual se constituye como una forma distinta de lenguaje capaz de dar cuenta de ciertos componentes del espacio que por lo general son ajenos a nuestras capacidades de abstracción.

    Una manera de entender esto es bajo la triada espacial de Lefebvre, quien establece que el espacio  en el cual las personas viven está compuesto simultáneamente de un espacio percibido (práctica espacial), uno vivido (espacio de representación) y otro concebido (representaciones del espacio)

    Según esta triada del espacio, lo que la realidad virtual hace no es enviarte a un espacio artificial, ajeno a nuestro mundo, sino que logra traducir un ámbito del espacio “real” (en el que vivimos) que muchas veces no se deja ver fácilmente; el de las “representaciones del espacio”. Este es el espacio conceptualizado de urbanistas y planificadores que tienden a normalizar el espacio a través de un sistema de signos verbales. Es el espacio pensado, el que se puede traspasar y aplicar de manera objetiva a través de planos, maquetas o modelos.

    Éste ámbito espacial  muchas veces se mantiene oculto a la mayoría de las personas ya que no es fácil entender cómo funciona; quien no sabe leer un plano arquitectónico jamás sabrá cómo criticarlo o modificarlo y por lo tanto nunca podrá participar en el proceso de planificación. Es decir, es muy común que la gente no se interese. La representación del espacio se mantiene ajena a la gran mayoría de las personas debido a que por lo general no son capaces de entender qué es lo que se está pensando hacer.}

     

    Pero si ese espacio logra traducirse a un lenguaje fácil de interpretar y de modificar, se podrían ampliar las posibilidades para que las personas puedan entender ese espacio. Se les abren las puertas para inmiscuirse en la planificación. Al moverse por la realidad virtual de las pasarelas se está caminando por los espacios concebidos de otras personas. Es moverse por los planos de un arquitecto y observar lo que en algún momento se podría concretar en una realidad no digitalizada.

    Entonces si se va a abrir el lenguaje para más personas, también se debería abrir la posibilidad para que las personas lo modifiquen. Para que exista una participación y no solo sea utilizada para presentar proyectos. El hecho de saber que la RV es también parte del espacio “real” y que no es algo ficticio sólo sirve si las personas se dan cuenta de que al interactuar con el  modelo también están interactuando con su entorno, y que sí es susceptible a ser modificado. Que es tan real como el edificio en el que después podrían caminar.

    En todo caso, la participación requiere de muchos elementos más que sólo el medio a través del cual se lleva a cabo. La realidad virtual en la que se muestran las pasarelas no es más que un medio por el que se comunica una idea. Algo completamente unidireccional. Entonces, para que el usuario pueda ejercer una participación efectiva, debe primero constituirse a sí mismo como un ciudadano, el cual en este caso correspondería a un ciudadano digital. Éste será el tema central del siguiente artículo.

  29. Summit País Digital 2015

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    El Investigador Responsable del Fondecyt (N° 11140042) Martin Tironi participó como panelista en el Summit Pais Digital Chile 2015, junto a Junto Patricio Pérez (Gerente de Estrategia e Innovación, Entel), Cristián Bowen (Subsecretario de Transportes) y Juan Luis Núñez (Gerente General de Fundación País Digital). En esa ocasión Martín abordó diversos temáticas vinculadas a los desafíos de democratización de las soluciones Smart City y de gobernanza política de las infraestrcturas socio-técnicas basadas en la digitalización de la información y la necesidad de comprender el carácter “experimental y siempre en devenir” del paradigma smart. Se refirió, asimismo, a los procesos algoritmización y dataficación (Biga Data) del espacio urbano, a la creciente proliferación de lógicas del self-tracking que posibilitan los sensores y chips miniaturización y su impacto en la reconfiguración del ‘yo’.

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    Más información: http://summit2015.paisdigital.org/sessions/panel-de-expertos-2/

  30. ¿Son las ciudades Latinoamericanas ‘inteligentes’?

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    Por Valentina Vega

    Cuando hablamos de ciudades innovadoras, nos referimos a aquellas que, por medio de la tecnología, han logrado resolver las problemáticas y/o necesidades de sus habitantes, mejorando así la calidad de vida de la ciudad de manera eficiente y sostenible.

    A simple vista, pareciera ser que la evolución de las ciudades hacia una vía tecnológica e innovadora es parte de un proceso natural en el desarrollo de las ciudades contemporáneas, ya que el avance de los procesos tecnológicos es cada vez más rápido. También resultaría natural pensar que ciudades desarrolladas, tienen la mayor parte de sus necesidades o problemáticas básicas resueltas, comiencen a poner foco en soluciones inteligentes para mejorar su ciudad, puesto que tienen mayores y mejores medios para hacerlo y llevan tiempo replanteándose el cómo orientar el desarrollo de las ciudades entorno a la eficiencia y la sostenibilidad.

    En Europa, estas temáticas llevan tiempo considerable estableciéndose en los países. Ciudades como Barcelona, Copenhague o Ámsterdam, son íconos de Smart Cities, puesto que desarrollan e incorporan procesos innovadores dentro de su planificación territorial y administrativa. Sin embargo, en Latinoamérica el concepto se ha ido integrando hace pocos años. La problemática de cómo mejorar y facilitar la calidad de vida de las personas mediante procesos innovadores, eficientes y sostenibles, ha sido una materia recientemente explorada por las autoridades locales. Generalmente estas intervenciones o proyectos han tratado de resolver problemas y/o necesidades recurrentes de las ciudades, como problemáticas medioambientales, congestión vehicular, mejorar los procesos internos de los gobiernos locales y hacer de las ciudades lugares amigables, accesibles e incluyentes mediante la introducción de aplicaciones/sensores que facilitan la vida en la ciudad.

    En 2013 fue publicado un ranking sobre las ocho ciudades más innovadoras de Latinoamérica, a cargo del profesor de la Universidad del Desarrollo y experto en Smart Cities, Boyd Cohen. Para ello, se utilizó un mecanismo llamado La Rueda de las Ciudades Inteligentes[1] creado por el académico e inspirado en el modelo del Centro de Ciencia Regional de la Universidad Tecnológica de Viena, el ‘Índice de Ciudades Verdes’ de Siemens y el ‘Modelo Territorial’ de Buenos Aires.

    Éste modelo analiza 28 indicadores que se desprenden de 6 ejes principales, como: Economía, Gobierno, Sociedad, Calidad de vida, Movilidad y Medio Ambiente. Con ello, se lograría medir qué tan innovadoras o inteligentes son las ciudades.

    El resultado de este ranking realizado en 2013, posiciona a Santiago de Chile como la ciudad más innovadora de Latinoamérica, seguida por Ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires, Río de Janeiro, Curitiba, Medellín y Montevideo. En él se exponen los avances que cada ciudad ha ido desarrollando en temas de innovación y tecnologías. Sin embargo, ¿Son suficientes estas variables para medir y catalogar a las ciudades como ‘inteligentes’? ¿Se pueden medir las ciudades como ‘innovadoras’ según parámetros relativamente nuevos para Latinoamérica? ¿Hace cuánto tiempo hablan sobre Smart Cities en estas ciudades?

    A continuación veremos las razones por lo que estas ciudades aparecen en las primeras 5 posiciones en el ranking, tratando de responder las preguntas planteadas anteriormente para poder así comprender si éstas ciudades son realmente innovadoras, o aún es temprano para categorizarlas como tal.

    1. Río de Janeiro

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    Fuente imagen: www.rio.rj.gov.br

    En el lugar número cinco encontramos a Río de Janeiro. Esta ciudad fue destacada como una de las ciudades más inteligentes y sostenibles de Latinoamérica, debido al desarrollo de la ciudad mediante la inversión de capital e infraestructura que tuvo al convertirse en sede de la Copa Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos de 2016.

    Paralelamente, se destaca la labor del Gobierno por combatir los problemas de la ciudad, acción realizada gracias a su alianza con la empresa IBM. Para ello, se crea el Centro de Operaciones Integrado, que es un sistema de monitoreo en tiempo real sobre meteorología, crimen, tráfico, vigilancia y datos de emergencia.

    A la vez, valora la acción estatal para solucionar problemas en favelas. Una de las medidas fue la contratación de jóvenes que registran imágenes digitales en puntos críticos al interior de las favelas, como por ejemplo, lugares donde hay focos de microbasurales.

    ¿Hacia dónde ha seguido avanzando Río de Janeiro, luego de este estudio?

    Alianza Gobierno-IBM:

    El Centro de Operaciones Integrado sigue operando en la ciudad, profundizando en temas de crisis meteorológicas, como por ejemplo, la predicción de fuertes lluvias mediante un sistema de modelado hidrológico. Del mismo modo, se avanzó en la solución de problemas de transporte, gracias a la incorporación de nuevos sensores y mejores cámaras de video. A la vez, se mejoró la captura de datos el tiempo, el tráfico y rutas alternativas, facilitando la vida de los habitantes de la ciudad.

    Centro de innovación IdT de Cisco Río de Janeiro:

     

    Con el objetivo de convertir a Río en una ciudad inteligente, conectada e innovadora, se abre el centro de investigación e innovación tecnológica, posicionándose como uno de los más grandes e importantes de la región.

    Se enfoca principalmente en el desarrollo de problemáticas como: Educación, Desarrollo Urbano, Deportes, Entretenimiento, Seguridad Pública, Salud, Red Energías inteligentes, Petróleo y Gas[2].

     

    1. Buenos Aires

    02 Fuente imagen: www.buenosaires.gob.ar

    En el estudio, Cohen destaca a ésta ciudad por las diversas estrategias que ha implementado para mejorar la calidad de vida de sus habitantes mediante la innovación. Entre ellas destacan la creación del Ministerio de Modernización, recalcando que es la única ciudad de la región que tiene un Ministerio exclusivo en ésta área. Entre sus acciones, se encuentra la implementación de una extensa red pública de Wi Fi en diversas áreas de la ciudad. A la vez, generó alrededor de 150.000 empleos en áreas de tecnología, entretenimiento, diseño, farmacéutica, artes y producción audiovisual.

    Paralelamente, destaca el trabajo sobre la renovación urbana a través de la inversión en infraestructura en sectores marginados.

    También, recalca la estrategia para combatir la congestión vehicular mediante la creación del sistema de transporte masivo Metrobus (similar al sistema colombiano TransMilenio) y su red de bicicletas compartidas.

    ¿En qué áreas ha avanzado Buenos Aires?

    Avances del Ministerio de Modernización:

    El Ministerio de Modernización ha seguido implementando una serie de medidas que facilitan la vida en la ciudad. Entre ellas destacan BA Wi Fi, que actualmente se extiende a gran parte de la ciudad. BA Data, que busca transparentar los procesos de la ciudad haciendo públicos datos y procesos de gestión. También avanza en temas de digitalización de procesos, como el sistema de Registro civil digital y trámites a distancias online. Por último, se agregan aplicaciones gratuitas para los ciudadanos, como: BA Cómo llego – BA Cultural – BA Subte – BA WiFi – BA EcoBici – BA Móvil – BA 147 – BA Creativa[3].

     

    1. Bogotá

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    Fuente imagen: www.bogota.gov.com

    La capital colombiana se posicionó en el tercer lugar, puesto que contaba con un fuerte sistema de ciclorutas para bicicletas, las cuales se conectan al sistema de transporte público.

    A la vez, destaca la implementación del sistema de trasporte público ‘TransMilenio’ el que hasta ese entonces, era uno de los sistemas más extensos y usados de todo el mundo. Éste sistema movía alrededor de 1,65 millones de personas al día. Asimismo, la ciudad ya proyectaba un sistema de metro eléctrico subterráneo, el cual se sumaría a los avances que esta ciudad ha tenido en temas de movilidad, en vías de combatir los problemas de congestión vehicular de la ciudad.

    Finalmente, el estudio destaca la introducción, por parte del gobierno, de Bio Taxis (taxis eléctricos) los cuales ayudan a reducir la contaminación del aire y van de la mano con la adopción de tecnologías ecoeficientes para el transporte.

    ¿En qué se ha avanzado Bogotá en los últimos dos años?

    Plan Maestro TIC Bogotá (2015)[4]:

    La Alcaldía Mayor de Bogotá, propuso este año el Plan Maestro TIC, el cual busca mejorar la calidad de vida de la ciudad, mediante la planificación y formulación de políticas públicas, basadas en Tecnologías de Información y Comunicación (TIC).

    Para ello, el Plan desarrolla 6 ejes estratégicos: TIC (Gobierno y gestión TIC Infraestructura tecnológica, Software libre, open data/big data), Seguridad (Cultura ciudadana, Ciberdefensa, Gestión de emergencias y desastres), Servicios (Educación, Salud, Deporte, Recreación, Movilidad y Transporte Público, Eficiencia Energética), Desarrollo Económico (Empleo/teletrabajo, Finanzas, Industria/Comercio/Turismo), Medio Ambiente (Gestión de recursos vitales, Gestión ambiental, Desarrollo urbano) e Interacción Gobierno-Ciudadanía (Participación e Implementación ciudadana, Servicio al ciudadano, Gobierno electrónico, Observatorio TIC).

    Cabe destacar que este Plan se realizará considerando participación ciudadana, y se proyecta como una visión a ocho años aproximadamente.

    Avances en movilidad y energías sostenibles:

    Este año se introdujo el primer bus TransMilenio articulado en su totalidad con electricidad, el cual no emite partículas contaminantes. A futuro, se pretende reemplazar todos los buses que se encuentran en circulación por este nuevo modelo eléctrico.

     

    1. Ciudad de México:

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    Fuente imagen: www.mexicocity.gob.mx

    El estudio realizado, destaca a esta ciudad por ser pionera en la construcción de edificios inteligentes y sostenibles, utilizando algunos de ellos tecnologías que absorben la contaminación.

    Cabe señalar que el Distrito Federal de México es una de los sectores con mayor contaminación de Latinoamérica, por lo que el gobierno local ha trabajado en diversas áreas para reducirla, sobre todo en implementación de sistemas de transportes más sostenibles. Una de estas medidas fue la puesta en marcha del proyecto de bicicletas compartidas ‘EcoBici’, con el objetivo de descongestionar la ciudad, se dispusieron alrededor de 4000 bicicletas públicas que conectaban gran parte del Distrito Federal.

    En la misma línea, el ranking destaca la introducción del sistema CarShare (autos compartidos) que busca, al igual que la estrategia anterior, descongestionar el tráfico vehicular.

    ¿En qué ha seguido avanzando Ciudad de México?

    Estrategia Digital y de Innovación (EDI CDMx) del Gobierno Federal:

    EL Gobierno Federal ha diseñado una estrategia que busca la vinculación entre gobierno, instituciones académicas y sociedad civil en el uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), con el objetivo de convertir a Ciudad de México en una “Capital Digital”.

    La estrategia propone cinco ejes principales, como: Innovación Social; Seguridad Ciudadana; Desarrollo Económico Sustentable; Desarrollo Urbano, e Innovación Gubernamental.

    Con ello se ha buscado optimizar los servicios administrativos de información y comunicación, incentivando la participación ciudadana y disminuyendo la brecha digital entre la población, como con la ampliación del acceso a Internet en espacios públicos de alta afluencia[5].

    Incremento de rutas y bicicletas compartidas:

    En la actualidad, el sistema EcoBici, congrega alrededor de 6000 bicicletas públicas, distribuidas en 444 estaciones alrededor de la ciudad. El servicio tiene una cobertura de un área de 35 Km2 aproximadamente.

     

    1. Santiago de Chile

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    Fuente imagen: www.flickr.com/alobos Life

    En la publicación, se resaltó el valor de esta ciudad por ser la más confiable para hacer negocios, debido a su economía estable y a una baja inflación. A la vez, se catalogó a su gobierno como el menos corrupto de la región.

    A la vez, se valoró la acción del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones en la implementación de soluciones inteligentes sobre la automatización de precios de peaje en las autopistas, la utilización de sensores USB para rastrear la congestión del tráfico, y el desarrollo de centros de control para monitorear el tráfico en tiempo real. También posicionó al sistema Metro como el transporte con más uso per cápita de la región. Cabe destacar que la Unidad de Ciudades Inteligentes (UCI) del MTT, se había conformado hace pocos años como tal y hasta ese entonces, ningún otro organismo del Estado había trabajado principalmente bajo la visión de Smart City.

    A la par, se valora la incorporación de programas de bicicletas públicas a cargo de la empresa estadounidense BCycle en colaboración con Banco Itaú, que en 2013 llevaba por nombre: ‘Bike Santiago” y sólo funcionaba en la comuna de Vitacura. Del mismo modo, del sector privado destaca la acción de empresas como Chilectra, con su proyecto piloto ‘Smart City Santiago’ que diseñaba redes inteligentes para vehículos eléctricos entre otras acciones.

    Sin embargo, ¿En qué se ha avanzado en los últimos años?

    Ampliación de red de bicicletas públicas:

    El proyecto que en 2013 se conocía como Bike Santiago y que solo albergaba una comuna, hoy se ha convertido en el primer sistema intercomunal de bicicletas públicas del país, comunicando comunas como Vitacura, Lo Barnechea, Providencia, Santiago, Ñuñoa, Independencia y Recoleta. Próximamente se incorporarán a la red, las comunas de Macul, San Joaquín, La Florida, Lo Prado, Recoleta, Independencia, Estación Central, San Miguel, Maipú. Esto, sumado a la extensión y creación de nuevas ciclovías por parte del Estado.[6]

    La Intendencia de Santiago crea ‘Plan Santiago Ciudad Inteligente’:

    La Intendencia de Santiago se suma, como organismo estatal, a la agenda de ‘innovación’, creando el proyecto Plan Santiago Inteligente que busca mejorar la calidad de vida de la capital usando información y herramientas digitales para tomar decisiones sobre el territorio. Entre las acciones, destacan el aumento de cámaras de televigilancia para mejorar la reacción ante eventos masivos, labores de prevención y control de la delincuencia. A la vez, propone la modernización de la gestión municipal, como el proyecto DOM digital, que digitaliza procesos de obras de los municipios aumentando así la transparencia y reduce los tiempos de gestión[7].

    Unidad de Ciudades Inteligentes (UCI) del MTT, crea la ‘Estrategia de Ciudad Inteligente para el Transporte’[8]:

    Como ha venido trabajando desde el 2010, la UCI propone la ‘Estrategia de Ciudad Inteligente para el Transporte’ proyectada para el año 2020.

    Este proyecto cuenta seis objetivos claves, de los cuales destacan la implementación de servicios de información de movilidad, mejoras en servicios e infraestructuras de transporte mediante la masificación de sistemas automatizados de captura de datos, disminución de las externalidades del transporte urbano con estrategias que disminuyan los viajes, reduzcan la huella de carbono y combatan el impacto ambiental de los sistema de transporte.

     

    Si bien, el estudio realizado analizó una amplia gama de indicadores para catalogar a las ciudades como innovadoras, podemos ver cada una de ellas tiene necesidades y realidades históricas diferentes y por lo tanto, se debiese adaptar estos ’requisitos’ al contexto nacional de cada ciudad.

    En ese camino, nos preguntamos ¿Cuándo comenzaron a hablar de Smart Cities en estas ciudades y por qué? Tal como lo señaló Boyd Cohen, las autoridades locales de Río de Janeiro comenzaron a hablar sobre Smart Cities cuando ésta fue elegida sede de la Copa Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos. Por ende, se podría incidir que estas temáticas comenzaron a tomar fuerza, no como un cambio en la manera de hacer ciudad, sino más bien como una especie de slogan  para mostrar a Río de Janeiro frente al mundo, como un referente de innovación y modernización, que resuelve los problemas de los ciudadanos de manera eficiente de la mano con el desarrollo tecnológico.

    Por otro lado, tras su segundo mandato como jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri ha tratado de incorporar temáticas modernización para el desarrollo de la ciudad e interés de su mandato en temáticas de Smart Cities, lo cual se podría pensar que es una forma de desligarse de la forma de gobernar del oficialismo, del cual es abiertamente opositor.

    Bogotá,  es una ciudad inmersa en un escenario de estigmatización. Colombia ha sido por largos años foco mundial por problemas de criminalidad, narcotráfico e inseguridad ciudadana. Por ello, los  gobiernos locales, como en el caso de Bogotá, a mediados de los 90 han intentado cambiar la cara de la ciudad de forma innovadora. Medidas como las realizadas bajo alcaldes como Antanas Mockus o Enrique Peñalosa,  son claves para el cambio de visión y romper los estigmas de la ciudad.

    Por último Santiago, temáticas de Smart City comienzan a aparecer cuando la economía está estable y comienza a ser una de las ciudades más seguras de la región, podría pensarse que quiere seguir el modelo de países desarrollados. Sin embargo, como se infirió en un comienzo, estos países comienzan a hablar de Ciudades Inteligentes, cuando tienen ya resueltas las problemáticas básicas de la ciudad, lo que aún no es el caso de Santiago.

    También vemos que en éstas ciudades si bien, los distintos organismos estatales y privados han combatido problemas importantes de la ciudad, han dejan de lado las problemáticas más difíciles y profundas, como por ejemplo, el caso de Santiago que se ha posicionado como una de las capitales con mayor contaminación atmosférica de la región, aún tiene una gran deuda con el combate de esta problemática. O también podemos ver el caso de Buenos Aires, que aún no logra resolver los problemas relacionados con la delincuencia y la desconfianza ciudadana.

    Por ello, podemos decir que aún hay un largo camino para que estas ciudades se conviertan completa y verdaderamente en Ciudades Innovadoras. Considerando que el tema lleva pocos años siendo tratado, debe ser mayormente integrado en la forma de pensar la ciudad. Para ello es necesario gobiernos comprometidos con avanzar y resolver las necesidades de la ciudadanía de manera innovadora como también ciudadanía informada e integrada en estas temáticas.

     

    Referencias

    [1] www.fastcoexist.com/1680538/what-exactly-is-a-smart-city

    [2] Más información en: www.cisco.com/web/BR/innovationcenter/rio/

    [3] Más información en: www.buenosaires.gob.ar/modernizacion

    [4] Mayor información en: www.pmticbogota.co 

    [5] Más información del proyecto en: www.agu.df.gob.mx

    [6] Más información en: www.bikesantiago.cl

    [7] Más información del Plan en: www.gobiernosantiago.cl

    [8] Más información del proyecto: www.ciudadesinteligentes.gob.cl

  31. Sensores sociales

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    Por Tomás Marín

    El Centro de Innovación en Tecnologías de la Información para Aplicaciones Sociales (Citiaps), vinculado a la Universidad de Santiago de Chile, se identifica como un espacio de trabajo interdisciplinario en el cual se busca la “creación de productos y aplicaciones innovadoras, que- además- repercutirán en la sociedad, mejorando la calidad de vida de las personas en Chile y el extranjero” (CITIAPS, 2014)

    Dentro de este contexto, en CITIAPS “se han interesado por conocer en tiempo real los intereses y necesidades de los ciudadanos”  (Mercurio, 2015) para poder asistir los temas de bienestar social a través del uso de las nuevas tecnologías, constituyendo así una de las muchas iniciativas que están innovando hacia un paradigma “smart”.
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    Con este objetivo en mente, se han propuesto utilizar “tecnologías de la información orientadas a construir lo que se conoce como “sensores sociales”, los cuales permiten interpretar en tiempo real lo que sienten las personas y realizar análisis estadísticos o representaciones gráficas de dichas predicciones” (Mercurio, 2015)

    Esto se está llevando a cabo a través del “observatorio de seguridad ciudadana”, proyecto que tiene como objetivo “desarrollar una aplicación que, partiendo de información pública obtenida en redes sociales tales como Twitter, proporcione indicadores relativos a problemas de seguridad percibidos por los propios ciudadanos” (CITIAPS, 2014)

    Esta iniciativa pretende analizar la información proveniente de las personas para comprender el tema de la seguridad en la ciudad, siguiendo la idea de que “Solving urban problems now requires taking into account the cultural, environmental, legal, or societal reality surrounding a specific place, in which the subjective experience and opinions of citizens are becoming as important as the physical manifestation of buildings and public services in the urban landscape” (Vande Moere & Hill, 2012, pág. 26)

    El uso de twitter por lo tanto se constituye como una base de datos para integrar las subjetividades en los análisis sociales y eventualmente en los procesos de planificación. Puede ser bastante desconocido para muchos aún, pero no es para nada nuevo y está tomando cada vez más fuerza dentro de los estudios sociales, tanto en el ámbito público como el privado. Y es que Twitter corresponde a un medio de información digital muy dinámico y utilizado ampliamente por gran parte de la población (principalmente en países más industrializados) que permite tener acceso libre a una gran cantidad de opiniones y percepciones de las personas. Además, la ventaja de esto es que vienen cargados con muchos datos complementarios que permiten hacer análisis sociales de gran envergadura, tales como la ubicación y la hora exacta en que son publicados, las personas que siguen, etc…

    Existen varias aplicaciones similares que, al igual que Twitter, poseen información de libre acceso, tales como Instagram, Picassa, Youtube y Flickr. Gran parte de los datos recolectados por estos programas están disponibles para ser utilizados por aquellos que posean las capacidades de manipularlos. Esto se lleva a cabo generalmente a través de API´s (application program interface), que básicamente definen de qué manera los componentes de un software  deben interactuar con otros programas. De esta manera, las API´s permiten utilizar información de Twitter (por ejemplo) para integrarla en otro software que cumpla con las necesidades del programador. Para el caso de CITIAPS, esto serviría para llevar a cabo análisis sociales, pero puede ser utilizado de muchas maneras distintas.

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    Un buen ejemplo de estas posibilidades que otorgan las API´s proviene de la Universidad de California (UCLA) a través de Digital Humanities, que desarrolló una aplicación web gratuita llamada Maptwitter que permite observar en tiempo real los twitteos que se hayan publicado en cualquier lugar del mundo. Estos se pueden clasificar por palabras claves, hashtags y por ubicación.

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    Estas iniciativas permiten sintetizar y representar datos automáticamente, lo cual hace posible tomar mejores decisiones de manera fácil y rápida, sustentadas en una mayor cantidad de información. Por eso estas herramientas están adquiriendo tanta relevancia en el desarrollo de las ciudades, pues permiten que cualquiera pueda manejar una gran cantidad de datos para luego actuar en función de ellos. Es decir, expanden los beneficios del “poder de la información”.

    Este poder que viene con la circulación de la información es un aspecto fundamental de las “Smart Cities”, concepto que muchas veces en sus propuestas establece que “computational technologies are meant to synchronize urban processes and infrastructures to improve resource efficiency, distribution of services, and urban participation” (Gabrys, 2014) por medio de la manipulación de datos y los flujos de información. A pesar de que “Smart-city” es un concepto móvil que se caracteriza por estar “in the process of becoming” y por lo tanto difícil de definir, algo que siempre se mantiene en el centro del concepto es esta circulación de información que es facilitada por las tecnologías, pues corresponde a la fuente de poder que permitiría llevar a cabo los diversos intereses de la sociedad. Pero el tema en el fondo es: ¿a qué intereses responde realmente? ¿Quién tiene acceso a ella, cómo se representa y para qué se utiliza esa información?

    Otro caso que permite observar de qué manera se puede utilizar la información es el de Geofeedia, que es algo similar a Maptwitter pero mucho más avanzado y costoso. Permite obtener información de muchos medios sociales y otorga datos procesados y clasificados respecto a lo que uno estime necesario, estableciendo que “Our location-based social media monitoring platform helps hundreds of organizations join the social conversation in real-time at locations of interest around the world”. Esto permite a las empresas, organizaciones o instituciones el monitoreo de las personas a través de las redes sociales, utilizando información de libre acceso pero cobrando por el servicio de procesarlas (porque no mucha gente sabe cómo hacerlo!)

    https://www.youtube.com/watch?v=pjZU8KRoezo

    Y finalmente, otro caso más extremo es el de los medios de vigilancia masiva a nivel global que, como expuso Ciper, ya llegaron a Chile a través de “La PDI (que) pagó US$ 2,85 millones por Phantom, un sistema de vigilancia masiva con capacidad de acceder a toda la información de celulares y computadores… El sistema funciona a través de un troyano, que es un software computacional “maligno” que permite realizar una serie de acciones dentro de un dispositivo (como un celular o un computador) sin la autorización del usuario o su conocimiento. De esta manera, pueden romper, desde dentro del dispositivo, cualquier tipo de encriptación, permitiendo así el monitoreo de todo lo que el usuario hace, escribe, fotografía, así como sus contactos, claves secretas e incluso tomar control de la cámara y GPS.” (Partarrieu & Jara , 2015)

    Esto demuestra que la lógica que subyace a estos programas es básicamente el mismo, pero que la manera en que lo operacionalizan es completamente distinta. No es la tecnología en sí la que es buena o mala, sino la manera en que se utiliza y significa. Las tecnologías no son neutras, y pueden amplificar, traducir y movilizar concepciones sobre el espacio, las personas y las entidades que nos rodean.  La tecnología es una herramienta, al igual que el concepto de la “Smart City”, en el sentido de que son utilizables y, por consiguiente, también manipulables.  De esta manera, los modos de hacerlos funcionar y apropiárselos pueden determinar la forma en que se relacionan las personas con el mundo.  Así, el cómo se utiliza el concepto de “urbanismo smart”, viene directamente asociado a cómo se utilizan y significan las tecnologías en la composición de nuestros espacios. Es, por lo tanto, un concepto móvil que se adapta según las necesidades de quienes lo utilicen.

    Entendiendo las implicancias de los mecanismos que subyacen al proceso de tecnificación masiva que se está insertando en la cotidianidad de las personas, vale la pena preguntarse: ¿Hasta qué punto estaremos dispuestos a convivir con estas tecnologías para ser más “Smart”, y que espacios le otorgaremos al error y la deambulación inutil en nuestras prácticas urbanas? Si nunca antes en la historia la humanidad había generando tantos datos, la pregunta que debemos hacernos es ¿a dónde irá a parar toda esa información y quiénes serán los más beneficiados?

  32. Nueva Publicación: Of Sensors and Sensitivities. Towards a Cosmopolitics of “Smart Cities”?

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    En la revista TECNOSCIENZA: Italian Journal of Science & Technology Studies acaba de ser publicado el artículo Of Sensors and Sensitivities. Towards a Cosmopolitics of “Smart Cities”? de los autores Tomás Sanchez Criado y Martin Tironi (investigador responsable del Fondecyt “Configurando espacios y usuarios inteligentes. Un estudio socio-técnico de las prácticas, dispositivos y discursos de las ‘Smart Cities’ en Chile”)

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    En el artículo se propone una reflexión sobre la noción de Smart City, buscando responder a las siguientes preguntas: ¿qué desafíos teóricos y empíricos emergen en el estudio de estos nuevos escenarios radicalmente experimentales, donde la vocación primera es trabajar sobre futuros posible ? ¿Qué implicancias sociológicas plantea este nuevo régimen tecno-inteligente de gestión espacio urbano? ¿Qué tipo de redefiniciones están instaurando este paradigma de la Smart City con los procesos dataficación, ubiquitous computing y objetos conectados? ¿Qué rol cumplen los colectivos ciudadanos en los procesos de apropiación y resignificación de estas tecnologías? ¿De qué manera podemos hablar de una politización de la noción de “smartness” y de las infraestructuras inteligentes? ¿En qué sentido podemos hablar de una operación de “cosmopolitización” de la noción de Ciudades Inteligentes?

    Towards a Cosmopolitics of “Smart Cities”?

    Abstract:

    This essay reviews diverse strands of empirical and theoretical work in different urban studies areas (urban planning, urban ethnography, urban geography, and STS) reflecting on the manifold ways in which the smart city project is being “opened up” for scrutiny through experimental projects developing digitally-mediated sensing practices of either a specific or broad kind: i.e., producing both devices formally devised for sensing specific parameters, and sensing devices –emerging from less specific digital technology arrangements– used to share experiences, show solutions or politicize different urban issues. In doing this, we seek to understand, from an STS standpoint, the different ways in which a broad range of works are analysing the development, intervention, maintenance, and opposition of these ideas. In the first section we focus on understanding the definitions, features and clashes that several of these corporate projects (mostly municipal in nature) have come across, deploying smart devices, such as sensors to produce an “algorithmic city”. In the second section we expand the meanings of “smartness,” focusing on grassroots appropriations of broader digital arrangements and politicizations of open source infrastructures to display other forms of urban sensitivities, contributing to the cosmopoliticization of the “smart city” project.

    Keywords: Smart city; cosmopolitics; sensors; experiment; sensitivities.

  33. El transporte en bicicletas de las “Ciudades Inteligentes”

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    Por Tomás Marín

    Una de las formas predominantes de ver el ciclismo hoy en día y que le ha dado la fuerza para instaurarse en la agenda política nacional ha sido a través del “concepto de ciclismo urbano (también llamado ciclismo utilitario), que se refiere al uso de la bicicleta como medio de transporte y no como un deporte o una actividad de ocio”, (Valenzuela García, 2013, pág. 7)

    Al definirla de esta manera, la bicicleta comienza a ser considerada como una verdadera alternativa a los medios “tradicionales” de transporte y logra integrarse a los  sistemas de transporte urbano. ¿Pero qué implica esto en la conformación de las “ciudades inteligentes”?

    Las “ciudades inteligentes” le han otorgado un lugar muy especial a las bicicletas dentro de sus sistemas de transporte, pero esto a la vez ha traído consigo una serie de implicancias que no se ven a simple vista y que vale la pena tener en consideración. Una de ellas es que al conceptualizar la bicicleta como un medio de transporte se suele adoptar una visión del movimiento en la que predominan ciertos aspectos por sobre otros,  los cuales tienden a normalizarse con el tiempo a través del uso de tecnologías (digitales).

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    Para analizar los sistemas de transporte y sus impactos territoriales, la geografía del transporte se ha desarrollado durante mucho tiempo bajo un paradigma “concerned largely with “overcoming the friction of distance,” utility maximization, measuring transportations costs, and “informing policy-makers of the best way to solve” pressing problems like congestion and slow commuting times (Hanson 2002, p. 473)” (Attoh, 2015). Esto revela que para la gestión de los sistemas de transporte, los aspectos económicos han sido los más relevantes y significativos para entender las diferentes formas de movimiento, algo que a la vez se encuentra muy presente en los modelos que se desarrollan bajo la consigna de“ciudad inteligente”. El transporte, según esta mirada, se hace importante porque permite el movimiento de personas y objetos que aportan a la economía nacional y por lo tanto su objetivo es mejorar esa economía haciendo que los viajes sean más rápidos, más baratos y más fáciles para todos.

    Este paradigma, que pareciera reinar dentro de la planificación del transporte, está directamente relacionado con los enfoques del neoliberalismo y se podría decir incluso que se constituye como el prisma a través del cual se ha de observar el movimiento que hace posible el funcionamiento de la sociedad. Por esta razón sus cuestionamientos respecto a los fenómenos urbanos mantienen perspectivas de análisis más bien limitados dentro de ese ámbito, sin que exista un cuestionamiento crítico de las lógicas subyacentes a los fenómenos de movimiento en cuestión. Cuando se habla de transporte, pocas veces se escucha hablar de otra cosa que no sea la velocidad con que se mueven (rutas o tráfico), la cantidad de personas o vehículos que se mueven (flujos) o la facilidad para que se muevan (calidad de infraestructura).

    La “ciudad inteligente” se conforma según estos principios, dando especial énfasis a esta perspectiva economicista del movimiento. La bicicleta se hace relevante una vez que se reconocen sus beneficios para la sustentabilidad y la eficiencia de las ciudades, tal como lo indica “el informe ‘Calculating the economic benefits of cycling in EU-27’, de junio de 2013, (que) desglosa las cifras de beneficios económicos asociados a la bicicleta en apartados: salud, aumento de la fluidez del tráfico, ahorro de combustible, reducción de las emisiones de CO2, reducción de la polución del aire, reducción de la contaminación acústica, favorecimiento de la industria del turismo y favorecimiento de la industria de la bicicleta” (Arenas, 2014)

    Estos beneficios son también los principales argumentos para el desarrollo de iniciativas pro ciclistas, tal como se puede observar en las “7 razones de porqué financiar infraestructura para bicicletas” publicado en Plataforma Urbana, en donde se establece que:

    – Las ciclovías crean lugares más valiosos / La ciclovías ayudan a las empresas a atraer talento / Quienes usan la bicicleta como medio de transporte son más saludables y productivos / La infraestructura para bicicletas aumenta la visibilidad y las ventas de las tiendas minoristas / Andar en bicicleta ahorra dinero a la ciudad / Reduce la congestión y por lo tanto la necesidad de más autopistas / Andar en bicicleta ahorra en los costos relacionados a salud (Plataforma Urbana, 2014)

    Estas declaraciones demuestran que hay un marcado énfasis en los aspectos económicos relacionados con el uso de la bicicleta y que se constituyen como los principales fundamentos para su integración en los procesos de planificación de la ciudad. En este sentido, la planificación de “ciudades inteligentes” se centra en estos principios y utiliza las nuevas tecnologías digitales para lograr ser más eficientes (inteligentemente eficientes) y así alcanzar un desarrollo económico sostenible.

    Pero lo que importa aquí en el fondo es cómo se entiende la bicicleta en función de estos principios, cómo influyen las tecnologías y de qué manera eso determina en gran medida las posibilidades que tengan para insertarse en la planificación de las ciudades. al ser estos los principales enfoques del transporte, se hace necesario tener los instrumentos que den cuenta de estas preocupaciones. Es por esto que interesan las velocidades, la cantidad de personas que andan en bicicleta, los caminos por donde se mueven y los tiempos que dedican a pedalear.

    Las “ciudades inteligentes” utilizan las tecnologías digitales para poder dar sentido a la bicicleta y así poder integrar su movimiento al funcionamiento de la ciudad. Esto significa que al tener como objetivos la eficiencia y la sustentabilidad económica, las tecnologías también estarán enfocadas hacia esto, es decir, estarán orientadas a dar a entender la bicicleta según esos parámetros. Lo cual corresponde a una visión de la bicicleta como medio de transporte.

    Este entendimiento del transporte en bicicleta viene asociado a ciertas maneras específicas de representar la experiencia del ciclismo a través de las tecnologías digitales. Representaciones capaces de dar cuenta por ejemplo la velocidad con la que se mueven, de cuánto combustible no gastaron, de cuantas emisiones no generaron, de cuántas calorías quemaron, etc… Todos elementos que, como ya se comentaron anteriormente, vienen marcados por una profunda connotación economicista.

    Esto se debe a que el proceso de representación asociado a las “ciudades inteligentes” “entails running cycling practice through the prevailing ‘grid of intelligibility’ (Foucault 2003) of capitalist urbanism, in which space is produced to facilitate efficiency and profit, the primary metrics by which social life is judged” (STEHLIN, 2014). Lo cual significa que las prácticas de movimiento en bicicleta por la ciudad sólo pueden ser entendidas y tomadas en consideración una vez que son analizadas bajo este enfoque predominante capitalista.

    Aquí es donde las tecnologías digitales entran en juego, ya que participan del proceso en el cual el movimiento se hace inteligible. Estas tecnologías son capaces de dar cuenta de las prácticas espaciales que implican movimiento a través de la representación de datos obtenidos de ese movimiento. Representaciones que de acuerdo a las lógicas de las “ciudades inteligentes” permiten dar sentido al movimiento prioritariamente en función de parámetros económicos por sobre otros.

    Una muestra de esto se puede ver en Chile, donde actualmente está en curso el “Proyecto Santiago 2020″ que utiliza un dispositivo que se instala en cada bicicleta de manera voluntaria para registrar los recorridos de los ciclistas y sus tiempos de viaje.  Su objetivo es  “poder entregar información actualizada sobre la rutas más demandadas por los ciclistas, en especial a quienes están involucrados en el diseño de ciclovías, como las municipalidades” (El Mercurio, 2015)

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    Rutas de 112 ciclistas durante 3 meses

    A la vez, la autoridad de Transportes acaba de firmar un acuerdo con la empresa tecnológica Capos Spa para desarrollar una aplicación llamada Kappo, como parte de una iniciativa llevada a cabo a través de la Unidad de Ciudades Inteligentes “con el objeto de promover modos de transporte sustentables y  acceder a información estratégica que apoye la toma de decisiones en la gestión y planificación del transporte, contribuyendo así a la optimización en el uso de la infraestructura vial y la mejora de la experiencia de viaje y calidad de vida de las personas” (Gacitúa, 2015) Esta aplicación también permite registrar los parámetros tradicionales de tracking, tales como, velocidad máxima, velocidad promedio, distancia recorrida y tiempo.

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    a) Viajes realizados en día de semana (verde) y fin de semana (morada) según horario b) Viajes por kilómetros recorridos y minutos transcurridos  (Plataforma Urbana, 2015)

    Estos dispositivos y aplicaciones tienen en común las formas de representar la bicicleta como medio de transporte, transformándola en un elemento más dentro de la lógica del transporte, la cual pareciera estar enfocada sólo en dar soluciones técnicas para problemas (aparentemente) técnicos.  A través de ellos se demuestra la predominancia de un enfoque basado en la racionalidad capitalista para el análisis del uso de la bicicleta y son estas las herramientas que se están utilizando hoy en día para planificar las “ciudades inteligentes”.

    Estas ciudades demuestran un anhelo por la eficiencia y la competitividad, queriendo generar más ciclovías, más rápidas y más conectadas para que más personas las puedan utilizar. Pero a partir de esto vale la pena preguntarse; ¿Qué tipo de ciudad se podría esperar de todo esto? ¿Será ésta la única manera de utilizar las tecnologías digitales para crear una “ciudad inteligente”? ¿En qué posición quedan relegados los supuestos “ciudadanos inteligentes”?

    “The excitement over the bicycle’s renaissance should not disable a critique of the way bicycles are being worked into the city. Nor should it blind us to rampant reductive understandings of what facilitates a vibrant urban cycling culture, symptomatic of unresolved problems in how cycling is framed within bicycle advocacy itself: as an individual, rational choice of responsible consumption” (STEHLIN, 2014)

    A partir de esto, vale recalcar que hay muchas otras formas de ver y entender la bicicleta que por lo general quedan excluidos de la lógica del transporte y  por ende, muchas veces  fuera de los procesos de planificación urbana. Las tecnologías digitales pueden ser utilizadas de muchas maneras distintas y no necesariamente como la “Smart city” las promueve.

    Un ejemplo de esto es el casco “MindRider”, desarrollado por Arlene Ducao el año 2010 como un proyecto para la universidad MIT. Este casco capta las ondas cerebrales de cada usuario a través de una serie de sensores, generando una gran cantidad de datos que dan cuenta de los niveles de estrés o de relajo que presenta cada persona al moverse en bicicleta por la ciudad y que luego pueden ser representados a través de mapas para ver las rutas más relajadas o estresantes de la ciudad
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    “Every second, the EEG sensor sends, via Bluetooth, data on the rider’s level of focus. Attention level rises when the user focuses on one thing (say, a car about to swerve into the bike lane), and decreases when they’re less focused. In other words, it provides an idea of where you’re totally stressed and when you’re chill. A riders’ level of attention was ranked from 0 to 100, then correlated onto a color scale, from green to yellow to red” (Davies, 2015)

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    Esto permite hacerse una idea de la gran cantidad de posibilidades que existen para desarrollar las ciudades junto a las nuevas tecnologías digitales, sin tener como enfoque principal los aspectos económicos que suelen priorizarse bajo el alero de las “Smart Cities”. Al final, es inevitable tomar en consideración las dimensiones económicas de los fenómenos sociales, pero eso no significa que tengan que ser el foco central de toda planificación. Es importante tener en cuenta otros aspectos de la vida que pueden ser tan relevantes para el desarrollo urbano como la velocidad con la que llegan de un lugar a otro o los niveles de tráfico que se presentan en las vías.

    Quizás el futuro implica otros paradigmas. Quizás hay gente que quiera llegar más lento al trabajo, que pueda moverse por lugares más tranquilos o que tengan mejores vistas de la ciudad. Quizás una vida con más bicicletas no sólo sea importante para hacer la ciudad más eficiente y productiva, sino que también lo puede ser como una forma de mejorar la movilidad de las personas al entenderlas como experiencias únicas que integran la cotidianidad de las personas. Quizás las mejores ciudades no sean aquellas que pretendan ser más competitivas, sino las que sean capaces de representar las especificidades de sus habitantes. Las que permitan que las mismas personas sean capaces de ir modificando la ciudad de acuerdo a sus necesidades y no que la ciudad se adapte a un modelo económico que utiliza las necesidades de las personas para su propio beneficio. Pero ahí es donde todo se pone complejo. ¿Cómo distinguir lo uno de lo otro?

     

    Bibliografía / Referencias

    Arenas, M. (28 de 10 de 2014). Smart Cities. Obtenido de http://www.smartscities.com/es/la-bicicleta-el-medio-de-transporte-urbano-mas-inteligente.html

    Attoh, K. (2015). Imagining a “cultural turn” in transportation geography. Journal of cultural geographies, 31(2).

    Barbero, J. A. (2011). Infrastructure in the Comprehensive Development of Latin America. Bogotá, Colombia: CAF Corporacion andina de fomento.

    Davies, A. (30 de Enero de 2015). Wired. Obtenido de http://www.wired.com/2015/01/mindrider-manhattan-bike-map/

    Gacitúa, J. (2 de Julio de 2015). Digital Brands Network. Obtenido de http://www.digitalbrands.cl/?p=2664

    Gutiérrez, A. (2013). Qué es la movilidad? Elementos para (re) construir las definiciones básicas del campo del transporte. Bitácora 21, urbanismo territorial, 61-74.

    Mercurio, E. (23 de Merzo de 2015). El Mercurio. Obtenido de http://www.emol.com/noticias/tecnologia/2015/03/21/709103/estudiante-crea-dispositivo-movil-para-medir-las-rutas-mas-demandadas-por-ciclistas.html

    Schwanen, T. (2015). Geographies of transport I: Reinventing a field? Progress in Human Geography, 35(6), 1-12.

    Spinney, J. (2009). Cycling the City: Movement, Meaning and Method. Geography Compass, 3(2), 817–835.

    STEHLIN, J. (2014). Regulating Inclusion: Spatial Form, Social Process, and the Normalization of Cycling Practice in the USA. Mobilities, 9(1), 21-41.

    Plataforma Urbana, E. P. (14 de Julio de 2014). Plataforma Urbana. Obtenido de http://www.plataformaurbana.cl/archive/2014/07/14/7-razones-de-porque-financiar-infraestructura-para-bicicletas/

    Plataforma Urbana, E. p. (8 de Julio de 2015). Plataforma Urbana. Obtenido de http://www.plataformaurbana.cl/archive/2015/07/08/como-se-mueven-los-ciclistas-por-seis-comunas-del-gran-santiago/

    Valenzuela García, A. (2013). El boom del ciclismo urbano El rol del desarrollo urbano y las políticas públicas Tesis. Santiago, Chile.

     

     

  34. Neogeografía: Algunas definiciones, líneas de trabajo y desafíos futuros

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    Por Tomás Usón

     

    El incremento continuo de tecnologías de mapeo y de dispositivos móviles con acceso a internet ha generado nuevas oportunidades para la recolección y análisis de datos provenientes de diversas fuentes de información. Ya sea a partir de medios sociales, plataformas colaborativas o de mecanismos desarrollados por empresas privadas, los nuevos mecanismos de recolección de datos han sido utilizados para el desarrollo de diversas líneas de estudios provenientes del área geográfica, las cuales han utilizado información de geolocalización presente en este tipo de fuentes para el análisis de diversas instancias, eventos y condiciones territoriales. Este volcamiento a nuevas fuentes de información ha permitido superar las barreras existentes entre investigadores y otros tipos de actores sociales, comúnmente excluidos del proceso de generación de conocimiento científico, llevando al surgimiento de lo que hoy en día se conoce como la neogeografía. El siguiente artículo busca presentar brevemente este nuevo campo de trabajo, junto con las principales líneas de investigación desarrolladas en él y algunos de los actuales desafíos que esta área presenta.

     

    La emergencia de la neogeografía

    La neogeografía ha sido propuesta como una forma de expandir las capacidades de los tradicionales sistemas de información geográficas (SIG) a través de la vinculación de nuevas fuentes provenientes de la web y de tecnologías basadas en sistemas de información geográfica (WebSIG), y a tecnologías que permiten la incorporación de actores comúnmente excluidos del proceso de generación de información (Goodchild M. F., 2007; Elwood & Mitchell, 2013). Las nuevas líneas de investigación geográfica provenientes de este campo han buscado la incorporación de tanto investigadores y académicos como de los usualmente conocidos como “no-expertos”, vale decir, ciudadanos comunes, miembros de organizaciones sociales y comunitarias, activistas y artistas, entre otros, con el objetivo de producir elementos cartográficos y otro tipo de productos de visualización espacial (Elwood & Mitchell, 2013; Wilson & Graham, 2013; Leszczynski, 2013). Lo que se busca con estas nuevas plataformas de almacenamiento y análisis es comprender la interacción de actores con su entorno y los aportes que estos puedan presentar para la comprensión del territorio, al incluir información proveniente de usuarios de diversos medios sociales y plataformas participativas de recolección de datos (Goodchild M. F., 2007; Jia & Han, 2010; Wilson & Graham, 2013).

    Una serie de métodos e instrumentos ha sido desarrollada para recolectar y visualizar datos provenientes de la participación de actores no incluidos en los tradicionales grupos científicos – identificados previamente como los “no-expertos”. En términos generales, tales esfuerzos han sido comprendidos como metodologías crowdsourcing (del inglés crowd o público, y sourcing o abastecimiento) para la generación de información geográfica, definidas como mecanismos desarrollados para buscar soluciones a desafíos específicos, validar cierto tipo de información, y alcanzar cierto consenso en algún tema a través de la participación de un gran número de actores (Goodchild & Li, 2012). El principal supuesto detrás de esto es que un grupo de muchas personas puede resolver cierto tipos de problemas de forma más eficiente que un experto, aun incluso cuando los participantes no presentan altos niveles de experticia en el tema (Goodchild & Glennon, 2010).

     

    Niveles de participación de los usuarios

    Las metodologías de crowdsourcing de información geográfica son vastas y diversas. En términos generales, es posible dividirlas en dos grupos principales, dependiendo del nivel de involucramiento que presenta el público contribuyente. El primer tipo de metodologías hace referencia a técnicas para la recolección de información ambiental geoespacial (ambient geospatial information, AGI). Dichas metodologías, conocidas también como técnicas de detección colectiva (collective sensing), se basan en mensajes de medios sociales como Twitter, Flickr y Foursquare, que presentan información vinculada a la ubicación del usuario, tales como coordenadas basadas en dispositivos GPS o referencias entregadas por los perfiles de los mismos usuarios. La finalidad de este tipo de métodos es el analizar datos agregados y anónimos proveniente de medios sociales, lo cual permite presentar un amplio paisaje del entorno de diferentes actores, sin exponer necesariamente datos personales de los individuos (Resch, 2013). Estudios provenientes de esta línea han buscado analizar eventos, situaciones concretas y procesos sociales de manera holística, al considerar el tipo de información compartida por actores en diversas situaciones y localidades. Puesto que la información es recolectada por los mismos investigadores directamente de mensajes compartidos libremente por los usuarios de plataformas sociales, el involucramiento del público a este nivel es prácticamente inexistente (Stefanidis, Crooks, & Radzikowski, 2013). No obstante lo anterior, este tipo de metodologías tienen un alto potencial para analizar diferentes situaciones en donde la participación en medios sociales es alta, por ejemplo en eventos masivos como partidos de fútbol o en situaciones de emergencia producto de eventos tales como inundaciones, terremotos o huracanes.

    Un segundo grupo, en tanto, se refiere a metodologías utilizadas para la recolección de información voluntaria geográfica (volunteered geographic information, VGI). A diferencia de la AGI, la VGI puede ser definida como el resultado de una participación generalizada de una cierta cantidad de actores en la creación de información vinculada a ciertas características y localidades, la cual ha sido posible gracias a la capacidad de los participantes de acceder y agregar información a las bases de datos de los servidores. Mientras que las redes tradicionales de detección de datos han estado basadas en dispositivos estáticos e inertes, tales como estaciones meteorológicas, y sensores transportados por elementos en movimientos como autos o animales, estas nueves redes de trabajo permiten a las personas, basadas en sus sentidos y en su propia inteligencia, sistematizar e interpretar los diferentes elementos observados del territorio (Goodchild M. F., 2007; Pocock, Chapman, Sheppard, & Roy, 2014).

    Usón Figura 1

    Figura 1. Distribución de tweets con información geoespacial posteados en la ciudad de Iquique entre el 22 de noviembre y el 20 de diciembre de 2014 (fuente: imagen generada por Carolin Klonner).

    La participación de los actores en la generación de VGI no es la misma en todos los casos. Mientras que en técnicas comprendidas como detecciones participativas (participatory sensing) los participantes, motivados por un interés común, llevan a cabo exclusivamente labores de recolección de datos, en instancias de mayor involucramiento público, como en los estudios de ciencia ciudadana (citizen science), existe un mayor compromiso e involucramiento por parte de los participantes en la definición del problema de investigación y las metodologías para la recolección de datos, y el análisis de la información. En este último nivel, los participantes tienen la posibilidad de trabajar con o sin investigadores científicos como facilitadores, siendo capaces de responsabilizarse del proceso completo de investigación para lograr ciertos objetivos previamente definidos (Haklay, 2013a). Ejemplos de VGI son vastos y diversos; sean proyectos para medir la calidad del agua y el aire, hasta evaluar las condiciones de los caminos y mapear infraestructura específica, los participantes de estas instancias permiten el desarrollo de modelos de investigación a partir de datos provenientes de sus observaciones subjetivas y motivados por un interés común (Resch, 2013).

    Usón Figura 2

    Figura 2. Mapa de la ciudad de Santiago generado a partir de las contribuciones de usuarios al proyecto OpenStreetMap (fuente: recuperado el 02/07/2015 de www.osm.org)

     

    Futuros desafíos: ¿ciencia desde y para todos/as?

    Sea en su variante de bajo involucramiento público, como lo es la AGI, o de alta participación ciudadana, como en el caso de proyectos de citizen science, la neogeografía presenta dimensiones de trabajo que van más allá de las herramientas tecnológicas y plataformas utilizadas para la recolección de datos (De Longueville, 2010). Esta nueva forma de hacer ciencia ha sido también vinculada a un cambio epistemológico en la forma de realiza investigación, basado en nuevas formas de producir, compartir y utilizar conocimiento científico. De acuerdo a Goodchild (2009), la neogeografía debiese ser comprendida como una manera de eliminar las rígidas barreras entre los actores vinculados a la producción, comunicación y uso de información geográfica, producto de la cada vez menos clara definición de roles en el proceso antes mencionado, la propiedad de la información y las interacciones entre los diferentes actores involucrados. Esto, a su vez, se asocia a un fuerte componente político presente en este tipo de campos de trabajo, producto de las oportunidades que presenta para hacer del conocimiento un bien público y crear nuevos espacios de participación ciudadana (Meier, 2011; Elwood & Mitchell, 2013). Es, en definitiva, una forma de reivindicar el conocimiento que miles de actores insertos en diversos contextos y marcados por diversas vivencias pueden aportar a una serie de discusiones, posicionándolos como agentes fundamentales en el proceso investigativo para la comprensión del territorio.

    No obstante lo anterior, aún existen una serie de desafíos y limitaciones presentes en este tipo de propuestas. En primer lugar, las plataformas utilizadas por la neogeografía para la recolección de datos aun cuentan con fuertes barreras de acceso para algunos sectores de la población. En un mundo donde 5 millones de personas no tienen acceso a internet, el desarrollo de mecanismos de recolección de datos basados en dicha red genera problemas de exclusión muy relevantes. En el caso chileno, este aspecto no deja de ser menor. De acuerdo al estudio “Estado del Desarrollo Digital en Chile” desarrollado por F&K Consultores (2015) para el Ministerio de Economía, alrededor de un 40% de los hogares en el país aún no cuentan con acceso a Internet, brecha que aumenta a un 59% en zonas rurales. El estudio concluye que las variables que más se relacionan con la falta de acceso a Internet en los hogares son la ubicación territorial, el nivel socioeconómico de la familia, la edad y nivel de educación del jefe de hogar, y la pertenencia étnica, generando claros patrones de segregación basados en la procedencia y contexto socioeconómico de los actores.

    Por otro lado, la neogeografía aún tiene el gran desafío de desarrollar nuevos mecanismos que permitan incluir de manera más flexible conocimiento local que puedan tener actores respecto a ciertas características del territorio. Esto implica definir plataformas que permitan codificar experiencias, vivencias y perspectivas locales en mensajes sistematizados que sirvan para reconstituir el conocimiento recopilado en futuras instancias, diferentes lugares y por diferentes grupos de individuos (Cohendert & Meyer-Krahmer, 2001). Es, en definitiva, el doble reto de posibilitar a actores locales a que compartan sus conocimientos sobre el territorio, pero adicionalmente a usuarios remotos de acceder, comprender y aplicar dicho conocimiento.

    Sin duda estos aspectos presentan grandes desafíos para el campo en los próximos años, pero deben ser vistos como oportunidades para seguir avanzando en redes de trabajo más inclusivas y que consideren diferentes perspectivas territoriales. En este sentido, deben ser considerados como temas que van más allá de problemáticas técnicas, y que implican nuevas posturas epistemológicas que posibilitan redefinir la noción de conocimiento científico y sus mecanismos de legitimización. Sólo de esta manera se podrá avanzar en nuevas nociones de ciencia que considere la experiencia ciudadana como una verdadera fuente de conocimiento.

     

    Tomás Usón es Investigador asociado del Departamento de GIScience del Instituto de Geografía, Universidad de Heidelberg. Correo electrónico: tomas.uson@geog.uni-heidelberg.de 

     

    Referencias

    Cohendert, P., & Meyer-Krahmer, F. (2001). The theoretical and policy implications of knowledge codification. Research Policy, 30(9), 1563-1591. doi:10.1016/S0048-7333(01)00168-8

    De Longueville, B. (2010). Community-based geoportals: The next generation? Concepts and methods for the geospatial Web 2.0. Computers, Environment and Urban Systems, 34, 299–308.

    Elwood, S., & Mitchell, K. (2013). Another politics is possible: Neogeographies, visual spatial tactics, and political formation. Xartographica, 48(4), 275-292.

    F&K Consultores. (2015). Estado del Desarrollo Digital en Chile. Santiago: Minsiterio de Economía y F&K Consultores.

    Goodchild, M. (2009). NeoGeography and the nature of geographic expertise. Journal of Location Based Services, 3(2), 82-96. doi:10.1080/17489720902950374

    Goodchild, M. F. (2007). Citizens as sensors: the world of volunteered geography. GeoJournal, 69, 211-221.

    Goodchild, M. F., & Glennon, J. A. (2010). Crowdsourcing geographic information for disaster response: a research frontier. International Journal of Digital Earth, 3(3), 231-241.

    Goodchild, M. F., & Li, L. (2012). Assuring the quality of volunteered geographic information. Spatial Statistics, 1, 110–120. doi:10.1016/j.spasta.2012.03.002

    Haklay, M. (2013a). Citizen Science and Volunteered Geographic Information – overview and typology of participation. In D. Z. Sui, S. Elwood, & M. F. Goodchild, Crowdsourcing Geographic Knowledge: Volunteered Geographic Information (VGI) in Theory and Practice (pp. 105-122). Berlin: Springer.

    Jia, Z., & Han, X. (2010). Research and implementation of GIS Based on Web. In International Conference on Computer Application and System Modeling, V9 (pp. 526-529). Shanxi, Taiwan: IEEE.

    Leszczynski, A. (2013). On the neo in neogeography. Annals of the Association of American Geographers, 104(1), 60-79.

    Meier, P. (2011). New information technologies and their impact on the humanitarian sector. International Review of the Red Cross, 93(884), 1239-1263.

    Pocock, M. J., Chapman, D. S., Sheppard, L. J., & Roy, H. E. (2014). Choosing and using Citizen Science: A guide to when and how to use citizen science to monitor biodiversity and the environment. Centre for Ecology & Hydrology.

    Resch, B. (2013). People as sensors and collective sensing – Contextual observations complementing geo-sensor network measurements. In J. M. Krisp, Progress in Location-Based Services (pp. 391-406). Berlin Heidelberg: Springer.

    Stefanidis, A., Crooks, A., & Radzikowski, J. (2013). Harvesting ambient geospatial information from social media feeds. GeoJournal, 78, 319–338. doi:10.1007/s10708-011-9438-2

    Wilson, M. W., & Graham, M. (2013). Situating neogeography. Environment and Planning A, 45(1), 3-9.

     

  35. Sensibilizando las ciudades

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    Por Tomás Marín

    Para un proyecto de recolección de datos llamado “Sense your city”, a cargo de “Data Canvas”, se construyeron y distribuyeron pequeños sensores capaces de registrar datos en tiempo real respecto a la contaminación, polvo, luz, sonido, temperatura y humedad de las ciudades. Pero la particularidad que hace a estos sensores tan especiales, no sólo son sus cualidades técnicas, sino el modo con que son implementados.

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    Los creadores del proyecto buscaron voluntarios que estuvieran dispuestos a instalar los dispositivos en distintos lugares del mundo, con el objetivo de crear una vasta red de datos en tiempo real. Luego,una vez instalados y conectados a la red, estos sensores aportan un flujo continuo de datos disponible a través de internet para cualquiera que los desee utilizar. Esto quiere decir que los sensores aportan datos de libre acceso, originados por acciones voluntarias de personas en todo el mundo, que permiten un manejo“en bruto” (sin procesar) de los datos por cualquiera que lo desee y posea las habilidades técnicas para hacerlo.

    Esto los diferencia radicalmente de cualquier servicio semejante, otorgando una gran cantidad de datos que otras instituciones no proveen, ya sean de servicios meteorológicos u otras instituciones gubernamentales o privadas que trabajan con datos similares. Por lo general, este tipo de datos son difíciles de conseguir y sólo algunas personas tienen acceso a ellos. Pero el hecho de entregar datos en tiempo real permite que las personas interpreten y utilicen esa información de la manera que estimen conveniente, sin estar limitados a las formas en que esos datos pudiesen estar representados. Cada uno puede hacer su propia representación.

    Lo que esta red de voluntarios tiene como objetivo es formar una red abierta (DIY) de sensores ambientales que sean capaces de hacer las ciudades más “sensibles”, en el sentido de que sean más capaces de percibir estímulos del ambiente y procesarlos para hacerlos inteligibles. Al hacer esto y además manteniendo esta sensibilidad abierta para las personas, se da la posibilidad para que todos hagan uso de esa sensibilidad de la manera que estimen conveniente. Así, la forma en que los datos se hacen inteligibles no se reduce a las interpretaciones de algunos, sino que se dejan a disposición para que todos tengan la posibilidad de darle sentido al mundo.

    Bajo esta lógica, el proyecto fue desarrollado por artistas interesados en generar representaciones de los datos recolectados y no por científicos o especialistas en ciertas áreas del conocimiento. Esto es particularmente innovador pues permite demostrar las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la acción organizada de individuos que no necesariamente pertenecen a grandes instituciones ni poseen conocimientos especializados. Lo que estos artistas hicieron con los datos fue darles una nueva interpretación y así mostrarlos de una manera innovadora que permitiera pensar en estos elementos de una manera no convencional.

    Algunos ejemplos de estas formas de hacer uso de los datos se muestran a continuación:

    “Real-time sonification of urban environmental data”

    “DataCanvas Weather time-lapse”

    “It feels like”

    Esto es lo que permiten los datos abiertos. Nuevas formas de interpretar los datos que rehuyen a las lógicas imperantes que muchas veces guían la producción de conocimiento.

    Lo que este proyecto intenta desarrollar es una propuesta para el manejo de datos en un mundo cada vez más colapsado por los flujos de información. ¿Cómo se puede encargar la sociedad de procesar toda la información que se genera? ¿Cuánto somos capaces de manejar y quienes son los indicados para manejarla?

    El método que han adoptado ellos para hacer frente a estas preguntas es haciendo que los datos sean públicos. Que la información sea de libre acceso para todos y así cualquiera pueda hacer uso de ellos y de la manera que quieran. Al hacer esto, se abren las posibilidades para desarrollar nuevas formas de procesar y representar los datos, lo cual incide en las interpretaciones y usos de la información.

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    Data canvas es una de las iniciativas que generan las condiciones para llevar a cabo “contra-movimientos” capaces de cuestionar los usos de la información asociados a distintas formas de “vigilancia”, ya que todos pueden tener acceso a los datos. De ahí el nombre de “Guerrilla Movement”. Los datos permiten crear historias de diferentes maneras, siendo posible crear otras formas de ver las cosas. Algunos ejemplos de esto, en donde puede ser de utilidad tener diferentes interpretaciones de los datos podrían ser los casos de China, que ha sido acusado por manipular datos de contaminación atmosférica, o las mediciones que se utilizan para argumentar el cambio climático.

     

  36. ¡Deja de botar y empieza a reparar! La experiencia Repair Café en Chile

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    Por Laura Quezado

    ¿Qué harías con una silla cuando se le rompe una pata? ¿Con una tostadora que ya no funciona? ¿O un polerón de lana lleno de hoyos? “¿Botar? ¡De ninguna manera! ¡Deja de botar y empieza a reparar!

    Así empieza la presentación del Repair Café, un lugar de encuentro gratuito donde reparadores voluntarios y visitantes trabajan juntos, en un proceso mutuo de aprendizaje hacia la reparación de los más diversos objetos cotidianos. Ahí es posible reparar desde ropas y muebles, pasando por electrodomésticos y bicicletas, hasta smartphones, notebooks y tablets.

    ¿Y por qué reparar? Lo que propone la organización sin fines de lucro Repair Café, fundada en 2010 en Ámsterdam (Holanda) por Martine Postma, es romper con el hábito generalizado de botar una vasta cantidad de objetos que podrían gozar de una nueva “oportunidad de vida” tras un simple reparo.  Además de una significativa reducción de desechos al medio ambiente, la ONG defiende – lo mismo discutido aquí anteriormente – que la reparación de cosas es capaz de producir un cambio en la relación entre el humano y el mundo material. Al decidir invertir nuestro trabajo en la reparación generamos una relación más cercana e íntima con el objeto, pasamos a comprenderlo en toda su complejidad y así lo consideramos ‘nuestro’ de una manera distinta y siempre singular.

    La experiencia en Chile

    En Sudamérica la experiencia del Repair Café, bajo los estándares de la ONG holandesa, ha llegado a solo dos ciudades: Santiago, en Chile y Santos, en Brasil.  En Santiago el taller tuvo su primera edición en marzo de este año y ha ocurrido desde entonces una vez al mes, siempre los sábados, por la mañana y por la tarde. El último ocurrió el sábado 30 de mayo, en la Estación Italia (Providencia), al cual tuve el placer de participar como visitante – y curiosa.

    Para participar como visitante es necesario inscribirse previamente en la página web de la organización. En el formulario online se pregunta qué objeto (u objetos) pretendes reparar y cuáles son los problemas que éste presenta. Si no te ocurre qué llevar, en la misma página hay un listado de sugerencias basado en las especialidades de los reparadores y las herramientas disponibles hasta el momento.

    Con mi bicicleta – urgida de una revisión – llegué al segundo piso de la Estación Italia, donde actualmente funciona una empresa Norteamérica de tecnología, que gratuitamente ha cedido el espacio para la tercera edición del Repair Café. Ahí me recibieron dos voluntarias de la organización que prontamente identificaron mi pre-inscripción y me presentaron a la reparadora Angélica Rodríguez. Angélica es especialista en reparación de bicicletas y computadores. Mientras trabajamos en la reparación de la bicicleta, aprovecho de conversar con Angélica. Ella me cuenta que profesionalmente trabaja con la reparación de computadores, que las bicicletas son, de hecho, una afición y que fueron los organizadores del evento quienes la han invitado a participar. Algunas personas desprevenidas pasan y preguntan curiosas sobre lo que pasa. Angélica les explica y la gente entusiasmada consulta: “¿pero cuánto cuesta participar?”, “Nada ¡Es gratis!”, esclarece Angélica.

    Repair Cafe Chile (1)

    Repair Cafe Chile (7)Repair Cafe Chile (2)

    Repair Cafe Chile (6)

     

     

     

     

     

     

    Repair Cafe Chile (8)Repair Cafe Chile (3)

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Fuente: Laura Quezado

    Terminada mi reparación converso con Pablo Muñoz, uno de los organizadores del Repair Café Chile, que me cuenta sobre sus motivaciones al fundar la iniciativa en el país. Con el propósito de poner en práctica esta iniciativa sostenible, Pablo Muñoz, Carolina Hargreaves y Magdalena Toral han dado inicio al primero Repair Café en Chile. Sin embargo, a medida que los talleres han ido ocurriendo, los organizadores se han percatado del potencial social que la iniciativa posee. Mientras conversábamos el taller seguía en plena marcha. De vez en cuando los trabajos se detenían brevemente para una salva de aplausos, señalando que algo había sido reparado con éxito. Es notorio el entusiasmo de todos los involucrados, y sobre todo de los reparadores voluntarios. Estos, en su gran mayoría, también se dedican profesionalmente a la fabricación y reparación, y de ahí la dificultad de encontrar ciertos especialistas (en cámaras, relojes y teléfonos, por ejemplo), ya que muchos trabajan los sábados.

    Algo que me sorprendió fue la gran presencia de visitantes adultos mayores lo cual, según el organizador, ha sido característico de todos los eventos hasta el momento. Le consulté sobre cómo estos visitantes se han informado sobre el Repair Café, imaginando que informaciones de iniciativas como ésta circulan casi exclusivamente en medios online. Pablo me informa que el evento ha tenido una gran cobertura de periódicos impresos y televisivos.

    Repair Cafe Chile (9)

    Fuente: Laura Quezado

    Una forma de ayudar es aportando con donaciones de herramientas, piezas de reemplazo, montos en dinero e, incluso, comida para ser compartida durante el trabajo. De este modo va ganando forma el Repair Café Chile. Pero no todo es perfecto. La principal dificultad relatada por los organizadores está en el trato con aquellos que se portan de manera incompatible con la filosofía Repair Café: aquellos que quieren dejar sus cosas y no participar del proceso de reparación, los que no se han inscrito previamente y reclaman ser atendidos de inmediato, y los que se enojan si los reparadores asumen no tener competencia técnica para el trabajo en cuestión. Es decir, son personas que insisten en una relación consumidor/prestador de servicios en un ambiente que busca precisamente romper con esta dinámica.

    El Repair Café se desarrolla como una experiencia concreta de prácticas Do-it-Together (háganlo todos juntos) que actúa bajo principios claros y coherentes, pero que al mismo tiempo se reinventa a cada taller.  ¿Interesado en colaborar?

  37. Tratando de que los ciegos vean: El caso del bastón XploR

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    Por Daniel Muñoz

    Un grupo de estudios de la Birmingham City University ha desarrollado un interesante prototipo de bastón para personas no videntes, llamado XploR. Esta nueva tecnología integra al tradicional bastón blanco una función de reconocimiento facial, que sería capaz de detectar personas conocidas por el dueño del dispositivo, a una distancia de 10 metros. Los rostros de esta lista de contactos serían almacenados en una tarjeta SD, que los compara constantemente con los transeúntes con los que se comparte el espacio. Cuando el dispositivo detecta a alguien conocido, alerta a su usuario mediante vibración y un aparato auditivo adjunto. ¿Qué implicancias podría tener un prototipo tecnológico como éste para la relación entre la persona y el entorno urbano?

    Fuente: http://www.dailymail.co.uk/

    La condición de ceguera, resulta razonable argumentarlo así, es una experiencia corporal. No se trata sólo de la ausencia de un sentido que muchos de nosotros consideramos fundamental, sino que acarrea implicancias con respecto a nuestra relación con la espacialidad, el movimiento, la orientación y la comunicación con otros humanos con los que compartimos el espacio. En el contexto de la vida urbana, caracterizada por ser densa y diversa, el bastón permite a la persona no vidente no sólo escanear el terreno que recorre, sino que presenta a su usuario ante el resto de las personas como un sujeto particular, opera como un distintivo que lo indica como persona ciega.

    Asimismo, por simple que parezca su uso, aprender a leer el mundo a través del tacto constituye una tarea compleja, equivalente a aprender a caminar o tocar un instrumento musical. El cuerpo y el objeto desarrollan conjuntamente, en una asociación híbrida entre lo social y lo tecnológico, la capacidad de tantear el espacio y navegarlo. En este sentido, las sucesivas modificaciones que puedan incorporarse al objeto bastón implican también modificaciones que el usuario debe aplicar sobre sí mismo.

    En términos de diseño, entonces, la pregunta es ¿estamos provocando cambios focalizados en las necesidades más apremiantes de la persona no vidente? En el programa radial de la CBC Spark, conducido por la periodista Nora Young, se entrevistó a Ryan Knighton, autor focalizado sobre la experiencia de la ceguera, y se le preguntó por su opinión respecto del proyecto. Pueden escuchar la entrevista aquí.

    Vale la pena concentrarse sobre uno de los elementos que menciona Knighton durante la entrevista. Desde el análisis del autor, el bastón no simplifica la tarea de la navegación espacial sino que la complejiza, entregando ahora al usuario la misión de navegar socialmente también. Esto no resulta necesariamente indeseable, pero vale la pena preguntarse por los criterios con los que se diseñan soluciones a problemas de la vida diaria. Parece ser que la idea que inspira al proyecto XploR no se focaliza sobre los problemas de movilidad cotidiana de personas no videntes, sino más bien en la entrega de un mundo al que las personas que pueden ver tienen acceso. En definitiva, esta nueva tecnología busca hacer que la experiencia transeúnte de personas ciegas o con visión reducida se parezca lo más posible a la de individuos que pueden ver.

    “Enriquecer la experiencia” de la persona no vidente no tiene por qué consistir necesariamente en la adición de “habilidades perdidas”, que eventualmente contribuye a reproducir un discurso patologizante de esta forma de habitar corporalmente el espacio. Es posible y deseable continuar innovando también sobre los elementos que caracterizan la experiencia espacial sin visión, sacando partido a los modos que las personas no videntes han desarrollado para orientarse, posicionarse y moverse como transeúntes.

    Puede decirse que tras este prototipo tecnológico subyace el supuesto de que a las personas no videntes debe devolvérseles algo que han perdido, como si se tratase de sujetos incompletos. Si bien todavía resta ver cómo el bastón XploR puede enriquecer la experiencia de navegación social y espacial de sus usuarios, es claro que permanece la tarea pendiente de buscar un enriquecimiento de la experiencia urbana “a ciegas”, más que sólo su negación.

  38. Las [antiguas] nuevas prácticas DiY: algunas reflexiones sobre las prácticas de reparación en la era de las Ciudades Inteligentes

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    Por Laura Quezado

    Una ciudad puede ser definida como inteligente por su capacidad de conectar actores y agentes, compartir información y generar redes de colaboración, a partir de tecnologías de información y comunicación – las TICs –, fomentando, así, el desarrollo económico sostenible y la calidad de vida de sus ciudadanos. Muchos creen que este es el camino que están tomando las ciudades en el siglo XXI. Como lo afirmas Dant (2015), no se puede revertir el desarrollo de la tecnología, y de hecho la utilizamos para manejar y gestionar los efectos ambientales producidos por el progreso. Ahora bien, lo que sí podemos reponer en nuestra sociedad, y quizás como un imperativo ético, es responsabilizarnos por las tecnologías que consumimos, haciendo visible las consecuencias con el medio ambiente. Responsabilizarnos con productos que son fabricados, comercializados y finalmente consumidos, no sólo pasa por ser “buenos clientes” o “usuarios compatibles”, sino también por la capacidad de politizar nuestra relación con esos objetos y productos que nos circundan. Como argumentan actualmente algunos autores (Graham and Thrift 2007; Henke 2000; Gregson et al. 2009; Dant, 2015, Tironi 2015), una forma que tenemos de pasar del simple rol de usuarios al de ciudadanos activos, es tomando en serio las prácticas de mantención y reparación .

    Desde la perspectiva de la reparación, el proceso tecnológico puede ser traducido en siete modalidades de creación de artefactos para el uso humano. Cada módulo implica una transformación o adaptación de materiales encontrados en el planeta tierra, con la finalidad de tornarlos objetos útiles para la existencia humana. Cada uno introduce a una nueva complejidad de reparación, pues requiere una nueva y diferente forma de conocimiento, herramientas y habilidades.

    El primer módulo se refiere a la forma que los distintos materiales adquieren para tornarse útiles a la vida cotidiana – madera, huesos, piel, piedras, metales son formateados en herramientas, cuchillos y ropas. La combinación de materiales conduce al segundo módulo, lo cual estructura las formas para que soporten el uso en cuestión. El tercer módulo es la mecánica, donde ruedas, poleas, palancas y engranajes son utilizadas para crear objetos que se adapten a la energía eólica o animal y así dar movimiento a los objetos – son los molinos, grúas, carros y así sucesivamente. El cuarto módulo es la energía motora en que motores impulsados ​​por vapor, gasolina y diésel, combinados con la mecánica, producen máquinas dotadas de sus propias fuentes de energía para generar movimiento. El quinto módulo se refiere al uso de la electricidad como fuente adaptable y almacenable de energía para proporcionar iluminación, calefacción y fuerza motora a una variedad de estructuras y máquinas. El sexto módulo se refiere al uso de la electrónica que, a partir de la electricidad, transmite señales y mensajes entre dispositivos, sensores y sistemas de control. Por fin el séptimo es la computación digital, donde señales electrónicas están vinculadas a la memoria (almacenamiento de datos) de programas destinados al control y manejo de subsistemas.

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    El auge de la cultura Do-it-Yourself

    El término ‘Do-it-Yourself’ (hágalo usted mismo, traducido al castellano) o DiY, como es popularmente conocido, surge a principios de la década de 1950, los años de post-guerra, asociado al trabajo doméstico de reparación, decoración y/o bricolaje de artefactos del hogar, hecho sin ayuda profesional y utilizando apenas las herramientas y materiales a disposición. En las décadas de 1960 y 1970 el término pasó a ser asociado a la cultura punk y la producción mediática independiente, como discos, películas, radios y fanzines. En los años 2000 el término es rescatado y pasa a abarcar un nuevo ‘nicho’ – los equipamientos electrónicos y los dispositivos digitales – como también sus subproductos – manuales, revistas y grupos de asistencia técnica especializados.

    A pesar de la popularidad que las prácticas DiYs alcanzaron en la última mitad del siglo XX, la reparación doméstica de objetos mundanos – aquellas cuya la novedad ya se habría ‘enfriado’ y están ahora completamente integradas y banalizados en nuestras vidas cotidianas –, no ha logrado disminuir el consumo ‘desechable’ y tampoco la reparación monopolizada por las grandes corporaciones de fabricantes. Sin embargo, el siglo XXI promete cambiar esta tendencia. La World Wide Web, uno de los servicios que más éxito ha tenido en internet, ha proporcionado un nuevo portal de acceso a informaciones acerca de una variedad de técnicas, y de intercambio de conocimientos expertos pero no-profesionales. A partir de tutoriales, imágenes, foros de discusión y principalmente, de cortos videos instructivos disponibles en línea, ha sido mucho más fácil el trabajo de los aficionados que han elegido asumir por sí mismos la tarea de reparación y personalización de los objetos mundanos. Los ‘tips’ son proporcionados por páginas web algunas veces de carácter genérico, como WikiHow, e Instructables – que recopilan artículos escritos por voluntarios, enseñando a fabricar y reparar cosas a través de una serie de pasos, casi siempre acompañados de fotografías en colores –, pero también por páginas de carácter ético y politizado, como iFixit.org.

     

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    Fuente: ifixit.org

     

     

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    Fuente: ifixit.org

     

    Katrina Jungnickel (2013), en su investigación acerca del funcionamiento del sistema WiFi, habla del entusiasmo acerca de la Word Wide Web 2.0 a principios de los años 2000. Según la autora, la Web 2.0 ha prometido una mudanza de paradigma en el carácter interactivo de internet, suponiendo un alejamiento del foco consumista individual – característica de la primera versión, la Web 1.0 – y una aproximación de un foco que privilegia la generación y la participación de contenido por el usuario. Pero todavía hay un camino a recoger; en una evaluación hecha en 2013, en Australia, se averiguó que el promedio de velocidad para descarga de archivos por internet era seis veces más rápida que la velocidad para subir – una discrepancia que, según la autora, refuerza la idea de que la conectividad es algo que sirve más bien para el consumo y no para el uso compartido.

    La interesante investigación realizada por Jungnickel presenta un enfoque colectivo de las prácticas DiY actuales. A partir del estudio de un grupo australiano de tecnólogos aficionados, que proveen de forma voluntaria una red WiFi a vecinos de un barrio en Adelaide, la autora sugiere la mudanza del término Do-it- Yourself  a Do-it-Together (háganlo juntos), que ahora pone énfasis en la inteligencia colectiva, en la colaboración y en la hibridación de conocimientos.

     

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    Miembros del grupo Air-Stream instalando antena WiFi. Fuente: Katrina Jungnickel, 2012

     

     

    ¿Y por qué reparar de forma DiY? Según Dant (2015), el acto de reparar cosas cambia la relación entre el humano y el mundo material. Nuestra impotencia ante lo que no funciona nos puede llevar a desecharlo, conseguir otro, o pasarlo a otra persona para que lo repare. Pero al decidir invertir nuestro trabajo en la reparación, por ejemplo, nos generamos una relación más cercana e íntima con el objeto, pasamos a comprenderlo en toda su complejidad y así lo consideramos ‘nuestro’ (apropiación) de una manera distinta y siempre singular. La producción de objetos puede ser estandarizada en el sistema capitalista actual, pero en los usos que hacen los sujetos y actos de reparación, hay siempre formas de singularización.

    La ciencia de los materiales y mecanismos, los principios de la electricidad y de los electrónicos son como corpus abstractos del conocimiento que pueden ser ignorados por el usuario, dados por sentados y naturalizados. Sin embargo, el reparador puede tomar una actitud pragmática de hacer visible y discutible cosas asumidas como naturales, aprender lo suficiente para ajustar y reparar el objeto en cuestión. Según Dant (2015) la mayoría de las reparaciones DiY responden a los primeros cuatro módulos, aunque los últimos tres estén involucrados en el objeto reparado.

    Las prácticas de reparación DiY no son una invención del siglo XXI, pero en este período han renacido con fuerza y, con la ayuda de Internet, bajo un carácter inédito. Diferente de su primera etapa de manifestación, las actuales prácticas DiY han adoptado un carácter más consciente de las etapas del proceso tecnológico y, sobre todo, de construcción colectiva de conocimientos y prácticas.

    Tras esta breve reflexión y en miras a buscar formas de democratización de las ciudades inteligentes, algunos cuestionamientos emergen: ¿de qué manera el paradigma de las Smart Cities incorpora estas prácticas de DiT? Si consideramos que la reparación DiY, o DiT, afecta de manera positiva el consumo de tecnología por los individuos ¿serían los reparadores aficionados una manifestación de la ciudadanía inteligente?

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    Referencias:
    Dant, T. (2015). Inside the bicycle: repair knowledge for all. (texto aún no publicado)
    Jungnickel, K. (2013) DiY WiFi: Re-imagining Connectivity. Palgrave Pivot. 1-24.
    Tironi, M. (2015) Éticas en el cuidado de los recursos urbanos: mantención y reparación en un sistema de bicicletas públicas. ARQ N.89
    

     

  39. Smart Cities: Urban laboratories and experiment

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    Martin Tironi

    School of Design UC

    The growth of Smart Cities.

    One of the most currently used expressions is that the twenty-first century is the century of cities. According to forecasts made by the UN, by 2050, 70% of the world’s population will be living in urban areas, and each month around 200,000 people will integrate into city life. In the face of the emerging megacity phenomenon and the growing need for infrastructures and multiplication of environmental impacts, capital cities will be increasingly subjected to pressure in terms of converting into Smart Cities (Mitchell, 2003; Urry & Denis, 2009; Caragliu and at 2009).

    While William J. Mitchell (2003) is one of the leading exponents of intelligent cities, the truth is that this is a particularly polysemous and vague concept. This is probably why it has turned into a highly used term when proposing or justifying urban reforms of a different nature. It is a notion which may refer to sustainable urban development (smart environment); to the incorporation of information and communication technologies in the management of services (smart economy); to the generation of participatory spaces in terms of collaboration and innovation (smart governance).

    The idea of the Smart City1 has without a doubt most significantly penetrated the field of urban mobility. Kingsley Denis and John Urry, in their book After the car (2009), argue that if the twenty-first century was the century of the car, with the manufacture of more than a billion cars, current trends point towards the emergence of a new system of intelligent mobility, with the introduction of new technological, social and political innovations. By overcoming multiple resistance from ecological groups (Tironi, 2012), Paris, for example, is currently considered as one of the ‘laboratory cities” of intelligent mobility. With the implementation of Vélib’ (2007) – 20 thousand bicycles spread throughout more than 1,400 collection and drop-off stations – and the launch of Autolib’ (2011), the world’s most ambitious self-service electric vehicle programme, with 3,000 cars, 1,200 stations and more than 6,000 charging terminals – the French capital is implementing the doctrines of the smart cities. Both projects are defined as intelligent modes of transport by offering users greater travel flexibility than conventional public transport systems like the underground and the bus. For one Paris municipality expert, Autolib’ illustrates an important development, because if Paris was designed for cars in the 1960s and 1970s, nowadays the aim is to develop the car for the city2.

    Vélib’ by JCDecaux and Autolib’ by Bolloré provide two prestigious showcases of an increasingly competitive market involving mobility in ‘intelligent cities’. There are already more than 130 self-service public bicycle programmes around the world (New York has just launched its own public bicycle system) and car sharing services are starting to multiply under different structures (Drivy, CitizenCar, Zipcar, Flexcar, etc.).

    Architectures and digital users

    It is important to reiterate that this redefinition of forms of mobility (smart mobility) is accompanied by highly digitalized architectures, with multimedia systems and services deployed throughout the entire city. Cars and mobility programmes will stop being isolated artefacts, becoming part of an enormous interactive network, which is synchronized with computers situated in different public or private locations. In the Smart City, the territory is conceived as ‘geographies encoded by software’ (Graham & Marvin, 2002) with charging points, display screens, virtual sensors, wireless connections and monitoring devices.

    This not only involves intelligent devices for travel purposes, but instead an entire city (including households) conceived as ‘intelligent environments’. The different services belonging to the urban territory (roads, bus stops, maps, rubbish dumps, banks, public toilets, signs, shops, energy, etc.) operate to generate a self-programmable “networked territory”.

    Added to these conditions are what we would call the sociological imaginations of the Smart Cities. As a condition of possibility, these intelligent environments and infrastructures require a ‘smart citizen’. This involves active users in mobility management who are responsive to the appearance of new applications which allow them to surf the digital city. This in fact refers to cyborg subjects (Gray, 2002 ; Sheller and Urry, 2006), in other words, individuals interconnected, connected and socialized by the use of new technologies (smartphones, tablets, etc.). If the user is not able to manage an iPhone or understand a computer interface with free access, they will not be empowered to transform into a ‘node’ of the multiple devices which allow movement and residence in the intelligent city. In other words, users require cognitive and material equipment in order to be able to navigate in this amalgamation of information artefacts. A central element in this literature is the place of the citizens ordinary in production of smart city. Some even speak of “citizens as sensors” (Goodchild, 2007) to refer to the creativity and the ability of the citizens to become “captors” of the new problems connected to the ecology of the city. In the intelligent city, the user becomes a hyper-actor, simultaneously having to obtain a variety of functions, applications and services. But it doesn’t stop there. Under the ‘open innovation’ project (Chesbrough, 2003), also called ‘collaborative intelligence of innovation”, the imagery of the Smart Cities assumes users capable of engaging in the design process of technologies and able to transit from a ‘possession’ economy to an ‘access’ economy (Rifkin, 2000).

    Problematizations of Smart Cities

    Despite the ambiguity of the concept, there is no doubt that the emergence of Smart Cities in urban debates is an increasingly important reality. Behind this project, there are numerous economic investments and sophisticated urban marketing strategies. Nevertheless, and in order to avoid the risk of becoming the lawyers of the ‘intelligent city’ and its growing budget in terms of mobility and dematerialization of urban space, we believe it is necessary to introduce certain precautions in respect of methodology which allow this notion to be studied in terms of limits and effects. Adhering to the Smart Cities Project, conceiving it as a force installed as the product of a ‘change in paradigm’ plants the problem of forgetting the

    concrete assemblages which render possible the construction of these networks and intelligent subjects. This article subsequently develops some elements for discussion in the study of the ‘intelligent city’ and asks that the effects of the practice of urban experimentation be taken seriously.3

    Considering socio-technical assemblage terms.

    The study of the ‘intelligent city’ demands an anti-dualist perspective, where no type of moral superiority of the ‘socio-cultural’ elements is assumed above the ‘materials’ or vice versa. This perspective, which we could refer to as socio-technical assemblages (Graham & Marvin; Farias & Bender, 2009), emphasizes the hybrid character and heterogeneity of the entities and relations studied. In this way, it is necessary to tackle the notion of ‘intelligent cities’ as the result of the co-production processes where economies and emotions, politics and beliefs, technological systems and social groups, are mixed. For example, the self- service electric vehicle system in Paris (Autolib’) is a transport project looking to transform individuals’ mobility habits but, at the same time, constitutes an economic operation by Bolloré (battery test), a political project by the municipality of Paris (the idea of a sustainable city) and a material and digital infrastructure which is integrated into the urban environment of the city. Addressing Autolib’ as a compositional operation (Latour, 2010) allows for a move away from a static and essentialist perspective of the city and for the analysis of multiple records (political, economic, technical, social, etc.) written into the electric car programme.

    The ‘immobile’ of the intelligent city

    Under the premise of permanent circulation and mobility enabled by new communication technologies, the promoters of cyber cities tend to forget the socio-material conditions which allow for the construction of these spaces, movement and intelligent users (Latour & Hermant, 1998). As a result, instead of assuming the digital city to be something inevitable, and the mobility of the users to be a natural condition, it is necessary to explore these places, knowledge and operations which produce material and to explore these categories politically. The notions of ‘mobility’, ‘user’ and even ‘city’ cannot be taken as starting points, but instead as the controversial product of multiple compositional and configurational practices. As indicated by Latour (2009) “we can only talk about mobility because there is an immobile infrastructure. When the mobility of an element increases, the immobility of the infrastructure increases accordingly”.

    Let’s illustrate this point. The ‘cyborg citizen’ type who presupposes the smart city should be studied using the specific devices and politics which produce it. For example, the user of the self-service bicycle programme in Paris (Vélib’) did not learn to be ‘intelligent’ naturally and to correctly return their bicycle after each usage. Indeed, the first years of operation saw approximately 16,000 bicycles vandalized. One of the reasons involved the incorrect return of bicycles to their stations. JCDecaux, the company responsible for the programme, had to develop ‘domestication’ tools which helped the user to become a ‘more intelligent client’. It turned up the volume and illuminated the bicycle docking stations so as to indicate if the bicycle had been returned correctly. The ‘intelligence’, in this case, is not an abstractproperty, but is instead placed and distributed in the act of the user, in the bicycle docking station and in the hundreds of maintenance personnel who work on a daily basis. In this sense, it is necessary to study the instruments which produce the smart citizens and which permit the implementation of ‘intelligent landscapes” in contemporary city life.

    The city as an experimental laboratory.

    Denis and Urry (2009) suggest that the ‘post-automobile’ system urgently requires ‘disruptive experiments and innovations’, by testing the most respected forms of mobility and urban organisation using the environment. Today the recourse to experimentation has become recurrent by implementing the idea of the ‘intelligent city’. The city is in this way transformed into an immense ‘laboratory’ of tests and analyses. Different cities are for example carrying out more or less ‘intelligent’ urban innovation experiments, linked to environmental protection, the development of new digital applications or services or ‘green living experiments’ (Marres, 2012).

    It is interesting to systematically analyse the effects that these ‘urban laboratorisation’ processes have (Karvonen and Heur, 2011). In other words, to examine which elements are being experimented (users, spaces, technologies, politics, etc.), which type of protocols are present and which forms of political action are produced. Urban studies have a huge interest in taking these experiments seriously, analysing them not only as areas of verification for new projects, but also as urban territory areas of creation and transformation. In this sense, far from being the automatic result of technological progress, Smart Cities should be understood to be the consequence of collective and political experiments which require analysis in terms of different facets. How are the boundaries of these experiments delimited and who are the compromised actors? Do we assist with experimental forms of creating urban projects? Why talk about experimental projects and not about urban politics tout court? These are some of the questions which the notion of ‘intelligent city’ allows to be opened and explored. If one of the roles of the ‘intelligent cities’ is to more effectively manage the mobility of people, objects and goods, it is therefore interesting to examine the type of technical and social experiments carried out so as to achieve this objective.

     

    Martin Tironi.

    Sociologist, Pontificia Universidad Católica de Chile, Master in Sociology, Université Paris Sorbonne V, PhD and post-doctorate studies, Centre de Sociologie de l’Innovation (CSI), École des Mines de Paris Investigator and professor, Pontificia Universidad Católica de Chile School of Design. Martin Tironi’s research concerns the infrastructures of mobility, the production and the maintenance of sociotechnical devices, design anthropology and critical approach of smart cities. Following an approach directly stemming from Science and Technology Studies (STS) and Actor Network Theory, his PhD thesis The city as an experiment the case of Vélib’ in Paris aimed at exploring the various socio-spatial practices composing the infrastructure of the public bicycle sharing system in Paris. I am currently involved in a 3-year research (Fondecyt) project which focuses on “Smart City Paradigm” and is conceptualized as a form of social experimentation and algorithm governability.

    To cite this article: Tironi, M. (2013). “Smart Cities: Urban laboratories and experiments”. Sustainable-mobility.org, 17 October 2013.

    Bibliography:

    Caragliu, A., Del Bo, C., & Nijkamp, P. (2009). Smart cities in Europe. Vrije Universiteit, Faculty of Economics and Business Administration

    Chesbrough, H., Vanhaverbeke, W., & West, J. (Eds.). (2008). Open Innovation: Researching a New Paradigm: Researching a New Paradigm. Oxford university press.

    Denis, K., & Urry, J. (2009). After the car. Cambridge : Polity. Press.
    Farias, I. and Bender (eds.). (2009). Urban Assemblages How Actor-Network Theory Changes

    Urban Studies. UK: Routledge.
    Goodchild, M. (2007). Citizens as sensors: the world of volunteered geography. GeoJournal

    69.4 (2007): 211-221.
    Graham, S., & Marvin, S. (2002). Telecommunications and the city: Electronic spaces, urban

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    Graham, S., & Thrift, N. (2007). Out of Order Understanding Repair and Maintenance.

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    Gray, C. H. (2002). Cyborg citizen: Politics in the posthuman age. Routledge.
    Karvonen, A. & Van Heur Bas (2012). Urban Laboratories: Experiments in Reworking Cities.

    International Journal of Urban and Regional Research (Forthcoming)
    Latour B., & Hermant É. (1998). Paris ville invisible. Paris : Les empêcheurs de penser en

    rond /La Découverte.
    Latour, B. (2009). Les moteurs immobiles de la mobilité. En M. Flonneau y V. Guigueno

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    Universitaire de Rennes. Latour,B.(2010).AnAttemptatWritingaCompositionistManifesto. NewLiteraryHistory,

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    Marres, N. (2012). Material Participation: Technology, the Environment and Everyday

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    Mitchell, W. J. (2003). Me++: The Cyborg Self and the Networked City. Cambridge, MA:

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    Rifkin, J. (2000). The age of access: The new culture of hypercapitalism. Where All of Life is a Paid-For Experience, Tarcher, New York.

    Sheller, M. and Urry, J. (2006). The new mobilities paradigm. Environment and Planning A, n° 38, p. 221.

    Tironi, M. (2012). Mettre l’écologie en mouvement. Les controverses aux origines du projet Vélib’. Tracés, (1), p. 65-83.

    Tironi,M. (2013). «Faire circuler des velos et des personnes. L’écologie urbaine et maintenance du programme Vélib’ de Paris». Anthropologie de la connaissance. (forthcoming).